Leyendo contadores mientras se descompone la ciudad

Leyendo contadores mientras se descompone la ciudad

Siempre he pensado que lo más relevante sufrido en mi vida, era la profunda transformación, sufrida por mi ciudad y de la que fui testigo cercano, por mi trabajo.

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Comencé mi trabajo en 1992 y lo terminé en el 2009 y mi labor consistía en tomar la lectura de los contadores eléctricos. Esto hacía que me pasase el día caminando de aquí para  allá,  y que me convirtió a tiempo parcial,  en una especie de flâneur, por la curiosidad que siempre he sentido por mi ciudad y mi comarca.

El mío era un trabajo duro que me hacía pasar frío en invierno, y calor en verano, y hacía que me mojase cuando llovía, y a veces tenía que enfrentarme a perros agresivos o clientes poco agradecidos, sin embargo también tenía ventajas, como la de que mi jefe quedaba bien lejos en la oficina, y cada día podía respirar aire puro sentir la caricia del sol… o así fue por lo menos al principio, antes de que la informática lo convirtiera, en un trabajo a distancia.

También pasaba mucho tiempo en la carretera, pero eso a veces me llevaba a lugares recónditos o que muy poca gente había visto.

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Y también me permitía acceder a la parte más escondida de las personas, sus casas, que en ocasiones guardan parte de lo que son. Como podía distribuir mi tiempo, a veces podía detenerme en algún lugar especial, o interesarme por la historia de un sitio en concreto. Hay días de los que guardo un fantástico recuerdo, y me veo conduciendo por caminos solitarios visitando los diferentes pueblos de la comarca, y las casas de recreo muchas veces señoriales, desperdigadas por un campo, que en invierno se despoblaba.

Algunos días llevaba una cámara de fotos analógica. Fotografiaba viejas fábricas de más de cien años, ahora cerradas o en ruinas, y fachadas de viejas mansiones de la burguesía adinerada del siglo pasado y aún el anterior,  que en muchos casos siguieron las corrientes artísticas europeas de su tiempo: el modernismo, el eclecticismo, el art decó etc.

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Una persona, conforme transcurre su vida, va tomando conciencia de quien es, y de la incidencia que ha tenido su paso por el mundo y claro está, todos no podemos convertirnos en personajes notables, pero al mismo tiempo, tampoco hay que dramatizar y pensar que por no ser unos triunfadores nos convertimos en unos perdedores. Yo pienso como Roy Batty en la película cuando afirmaba:

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais… Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia…”

La experiencia de cada uno en el mundo es única, y muchas veces cuando hablamos de los cambios que sufre la sociedad, aunque puedan ser profundos, y los estemos sufriendo, no somos conscientes de ello. Por eso hay que estar satisfechos de lo que a cada uno le ha tocado vivir, e incluso se le puede buscar su parte épica.

En mi caso la progresiva desaparición de una gran ciudad, que ya no es la misma, ni como la perciben mi padre y mi hijo. Prácticamente, lo peor comenzó cuando los empresarios comenzaron a llevarse la producción fabril a China, acto que a la postre terminaría por arruinar la ciudad.

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Mi ciudad es Alcoy y hasta finales del siglo XX, había dispuesto de un potente tejido empresarial, pero dedicado al 80% al textil, y por eso china nos barrió, al tirar los precios por los suelos. Ahora la ciudad básicamente se ha convertido en una ciudad dormitorio, donde aún queda gente, pero más que nada porque salir de ella, cuesta más que quedarse.

El Alcoy de mi padre, era una ciudad cuyo centro estaba lleno de historia, y donde la mayoría de la población vivía, pero para mi hijo, el centro de la ciudad es un lugar viejo y deteriorado.

Por eso los políticos fueron promoviendo que la gente se desplazara a los barrios exteriores, más nuevos pero sin personalidad. Y conforme se vaciaban las casas, en lugar de restaurarlas e intentar mantener un legado, una ciudad testigo de la historia de este país, el ayuntamiento fue derruyéndolas, y dejando todo lleno de solares y de naves viejas en peligro de derrumbe.

Alcoy, una ciudad que podría haber sido como un parque temático de la revolución industrial, y el símbolo de una era.

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Sobre la ciudad, ya el rey Felipe V concedió a la ciudad privilegios a la Real Fábrica de Paños de Alcoy, entonces a mediados del siglo XIX comenzó un fuerte desarrollo industrial. En 1870 Alcoy era una de las veinte ciudades españolas con sucursal del Banco de España. Se creó una línea de ferrocarril y comenzó a llegar gran cantidad de mano de obra de los pueblos de alrededor, aunque el rápido y desordenado crecimiento de la ciudad, provocó importantes desigualdades y al mismo tiempo, movimientos obreros.

En 1821 se produjo en Alcoy el primer episodio ludita documentado en la historia de España. En 1844 la villa recibió el título de leal ciudad, otorgado por la reina Isabel II de España.

La ciudad protagonizó un importante capítulo de su historia durante la Revolución Cantonal en 1873. El alcalde republicano, ordenó abrir fuego sobre los obreros durante una huelga general convocada por la mejora salarial. Alcoy se declaró independiente y fue gobernada por un Comité de Salud Pública entre el 9 y el 13 de julio, hasta la llegada de las tropas federales. Este episodio es conocido como Revolución del petróleo.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda república española y la Guerra Civil Española la ciudad se convirtió en una plaza fuerte del socialismo y anarcosindicalismo, siendo sede de la AIT.

En los años 1950 la ciudad volvió a atraer una importante inmigración.

Ahora todo ha quedado en un recorrido de una ciudad semifantasma para los turistas, dejando perder un legado, que hubiese servido para que las nuevas generaciones descubriesen y apreciasen eso tan importante, que es saber de dónde venimos. 

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