Eran las cinco de la mañana, salimos con la camioneta para Arroyo Salado, mate de por medio y  cigarrillos, dejamos la casilla debajo del puente para mejor resguardo y partimos para relevar el cauce del río que en esta época del año se encuentra seco. Encontramos un paso que estaba marcado por huellas frescas de otros vehículos y decidimos cruzar, pero al llegar a la otra orilla, por el peso…se hundió hasta el cardán, fuimos hacia un puesto,  nos auxilian con tres caballos; pero todo fue imposible. Era la media tarde, el puestero nos invita a quedarnos, y al otro día   guiarnos hasta nuestro campamento,  de ahí; avisar por radio nuestra situación, consultamos la forma de llegar hasta el puente de la ruta y este nos dijo que por la barda de la costa, había un sendero que nos conduciría al mismo lugar de donde partimos. Después de tomar unos mates y comer algunas tortas fritas decidimos partir.

Cargamos una mochila con ropa de abrigo, pan casero, un bidón con agua,  linterna, fósforos, un machete, y  nuestros  cuchillos.

Hasta que se ocultó el sol; la huella era débil pero visible, luego apareció la luna pero sobre ella algunas nubes presagiando lluvia, nos puso un poco nerviosos pero lo disimulábamos bien; Tomás  sabia que por esos días nacería mi próximo hijo, seguimos caminando hasta que empezó el viento y con él algunos chubascos que complicó la caminata. Para mal de peores, en un momento se ocultó la luna,  nos desorientamos,  debimos esperar  que algunos relámpagos iluminaran la huella;  nos dimos cuenta que estábamos perdidos. Despejamos la maleza con el machete para sentarnos y descansar. Hicimos con ramas un vendito para cubrirnos de la lluvia que  comenzaba a castigar nuestros cuerpos, necesitábamos  resolver que hacer… teníamos  dos opciones, o seguir por la barda o correr el riesgo de bajar por la misma hasta el cauce del río. La linterna por la humedad se apagaba, ahora dependíamos de los rayos de la tormenta y la suerte del destino…en un momento creí que era una ilusión óptica lo que estaba viendo del montecito achaparrado, dos ojos que invitaban al miedo ¡Mira allí! con voz baja le digo a Tomás…¡ La puta madre ¡… puede ser una puma hembra que tiene cachorros y salió a cazar; ¡la mierda!, lo único que nos falta; respondí. Los tres posiblemente por el miedo a lo desconocido sin atacarnos pero a distancia prudente nos mirábamos. Le pregunto a Tomás,  ¿Que hacemos?, hay que hacer que salga de esos arbustos, yo manejo el machete y vos los dos cuchillos de monte por si fallo, gritemos a la cuenta de tres y  ¡AAAaaaaahhhh!… la respuesta  fue unánime, con una diferencia, de la oscuridad, salieron  ladridos; y un lindo perro, que estimamos que al igual que nosotros, estaba perdido.

Como pudimos, bajamos por la barda, no tenía pendiente era de perfil plano así que nos agarrábamos de los arbustos para llegar al  lecho del río, nos llamó la atención el perro, nos ladraba, bajaba un tramo de la barda y subía… comenzaba a ladrar, poniéndose delante de nosotros para que no avanzáramos, parecía que nos quería guiar por  el camino. Tomás, me dice; vamos a tratar de acariciarlo y que nos huela, así lo hicimos y la historia comenzó a cambiar. En la mitad de esa noche lluviosa y oscura…”Nube Negra” como lo bautizamos,  se adelantaba unos diez metros y nos ladraba para que lo ubicáramos, así nos empezó hacer bajar, cortamos unas ramas para hacernos unos bastones  y tantear el cauce, por suerte traíamos una soga y nos atamos para evitar ser arrastrados por la corriente. Así pudimos cruzar el río siempre el perro delante  marcando por donde ir, para alcanzar la  orilla, ahora quedaba el final, llegar al camino vecinal que nos llevaría al campamento, después de dieciocho  horas de caminar cruzar el río  la grada del camino y la lluvia, avizoramos el puente y la casilla, nos lavamos y nos acostamos. Serían las dos de la tarde cuando sentimos voces, me asomo por la ventana y veo a Gendarmería, Prefectura y la Policía Provincial, me visto, abro la puerta algo dormido y pregunto ¿Pasa algo? Y me responden estamos buscando a dos geólogos que están desparecidos desde ayer, somos nosotros dice Tomás; luego la alegría del grupo de  compañeros  que nos cuentan, que habían encontrado la camioneta arrastrada por la correntada casi unos cuatrocientos metros río abajo, sin nosotros.

Pasaron los años, estaba caminando en la costa del mar con  “Nube Negra”, de pronto con el hocico empezó como a olfatear el aire, estaba nervioso, comenzó a correr, lo llamaba y no respondía tampoco miraba hacia atrás, lo perdí de vista, esa noche en casa todos estábamos tristes, salí al jardín a fumar un cigarrillo, de pronto empezó a llover; como aquella vez, las nubes oscuras ocultando la luna, los rayos iluminando la noche… y recordé esos dos ojos amenazantes entre los árboles…Y me dije que poder fantástico de transformación tiene  DIOS, si alguien mañana me cuenta que un perro lo rescató en una situación límite, le preguntaría que nombre le pusiste ¿vive con vos?…La respuesta ya me la imagino; un día vino una tormenta levanto el hocico, oteo el viento y se escapo por las calles de la ciudad .

ESTA FUE UNA HISTORIA REAL. SUCEDIÓ EN EL  INSTITUTO TECNOLOGICO DE MINERIA Y AGUAS SUBTERRANEAS (ITMAS); UBICADO  EN SAN ANTONIO  OESTE, RÍO NEGRO, REPUBLICA ARGENTINA

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