Carrito de carga

Carrito de carga

Carmen GL

13/06/2016

“¡La yaya está llorando!”; “¿qué te pasa?”;” nada, no os preocupéis. Lloro de alegría de veros tan contentos jugando con el carrito del tío Sebastián, ¿os ha gustado la sorpresa? ”; “¡Síii!”; “¡baja ya!, que me toca a mí…”. Los ojos de la abuela Encarna volvieron a llenarse de lágrimas. Aquel carro de madera cuidadosamente vaciada y tallada con la azuela, de ruedas forjadas al calor de la fragua, había permanecido olvidado en algún rincón del desván, y de su memoria, hasta esa mañana en que leyó: “Don Sebastián Ferrer Alós, maestro carpintero, alcalde de Aldaya del 1940 a 1945, ha fallecido a los 90 años de edad…” Recuperarlo para sus nietos era su pequeño homenaje póstumo.

“Yaya, ¿quién es el tío Sebastián? No me acuerdo”; “normal, cariño, no lo conociste…”; “¿por qué no?”; “porque se fue del pueblo hace muchos años”;” ¿y papá lo conocía?; “sí, pero no creo que lo recuerde. Era muy pequeño…”

Junto al carro había encontrado la nota que en su día lo acompañó: “Querida Encarna, sé que pronto vendrán tiempos mejores para todos. También para ti. Con ellos llegará el progreso y nadie se acordará de los carros ni de la guerra. Dejo la Alcaldía, cierro el taller y me marcho para siempre. Mi última obra la he construido para ti; la única forma que encuentro para que algo mío te pertenezca. Siempre tuyo, Sebastián.” 

“¿Era hermano de papá?”; “tonto, no puede ser… ¡Era hermano del yayo!, ¿a que sí?”; “No, no era hermano de nadie”; “¿y por qué le llamas tío?”; “porque era amigo de la familia. Un hombre muy bueno. Salvó al yayo de que lo mataran.”; “¡Hala!, ¿quién quería matarlo?”; “es complicado…hubo una guerra y el yayo estaba con los que no ganaron…”.

Tuvo que recurrir a Sebastián cuando apresaron a su marido. ¿Qué otra cosa podía hacer? Estaba en cinta. Sabía que él haría lo que fuera con tal de complacerla. La quería demasiado. “Veré qué puedo hacer… No será fácil. Tu marido estaba entre los que tomaron el control de los talleres…incluido el nuestro “; “sí, pero él era un mandao y siempre os protegió”. Hubo que esperar, pero Sebastián acabó cumpliendo. Desapareció antes de que Encarna pudiera agradecérselo. 

“Mamá, por favor, no le cuentes historias feas a los niños…. ¿Y ese carrito? ¿De dónde ha salido? Ya no se hacen cosas así. Niños, tened cuidado, no lo rompáis.” “Tranquilo, hijo, las manos que lo hicieron aprendieron a resistir lo insoportable durante años: aguantará”. 

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