Nada de lo que diga debe ser verdad, nada de lo que escriba, debe ser mentira, ya que hay mil certezas o mentiras, como fundamentos teóricos existan, como razones, como experiencias vividas, hago mía esta teoría, hago mías estas líneas, para quien con ellas se identifique, o para quien no…
En un país pequeño, en un barrio pequeño, de una gran familia, nació una pequeña, con ojos muy grandes, de esos que intimidan, que asustan, que todo lo quieren ver, que todo lo quieren comprender, de ojos grandes pero alas pequeñas.
Aprendió como otros niños a escuchar, mas le costo el aceptar, el renunciar, el aguantar, el callar sin cuestionar, el quedarse sin intentar, el vivir sin luchar.
Aprendió como otros jóvenes el actuar, el buscar el mejor disfraz para cada ocasión, la palabra adecuada, la acción estudiada, mas le costo no soñar, dejar a un lado la canción, el verso, la ilusión, la idea de cambiar, de ser algo mejor, conservo como pudo, como un tesoro de gran valor, el tiempo en un reloj.
Aprendió como otros adultos, desde muy joven, a trabajar, al mismo tiempo, se podría decir que concomitantemente, a dejarse robar…y ese tiempo, el gran tesoro, se comenzó a adelantar.
Había algo inexplicable, era imposible que alguna imperfección técnica causara tal avance, ya que era una reliquia de familia, de esos a cuerda, finamente regulado, pero así era, cada DIA laboral, desde la marca de entrada a la marca de salida, ese, su reloj, adelantaba.
Lo comparaba con otros, los clientes del súper se asombraban y lo miraban curiosos, los niños lo comparaban con los suyos y preguntaban el truco, mas no, no lo había, el reloj tenia vida propia, solo luego de la salida volvía a su tic tac normal.
Llego la crisis económica al país, durante la cual, muchos fueron victimas de reducción de personal, yo no fui excepción, por lo que decidí, escribir poesías en cuadros y vender en las plazas, si bien no era el mismo ingreso, daba para lucharla y matar el hastio y la incertidumbre de quedarse a esperar.
Una vez mas, mi tan preciado tesoro, mí tiempo en el reloj, emparejo su ritmo, pasaba en calma, no había apuros ni destiempo, una vez más inexplicablemente, sin arreglos ni relojeros.
Paso la crisis y volvió la oferta laboral, con ella mis metas de estudio entendiendo de a poco y con sacrificio, que el oficio no se valora de igual manera que el profesional y que triste y lamentablemente esas personas que sostienen el mundo, amasan el pan, educan el futuro, limpian las calles, las casas, que guardan tu alimento y tu surtido para que llegue a tu casa, esas personas que cortan y pesan el jamón, el queso, esas, que atrás de las eminencias doctorales llevan a cabo el proceso de cuidados de un enfermo, esas personas no son dignas de acceder a su tierra, a su casa, a su vida digna, a una vida…
Así fue que encamine el rumbo al estudio, sin dejar lógicamente, o ilógicamente dependiendo del calidoscopio por el que se mire, de trabajar para mi manutención y así fue que sumando experiencias, vivencias, amigos, conocidos, mi reloj se fue acelerando, acelerando y acelerando…
Yo en cambio, arraigada a un tiempo estático, cíclico y regular, continué sintiéndome esa niña, joven, poco adulta, de ojos grandes, dispuesta a seguir cuestionando, investigando, dudando y haciendo dudar.
Alrededor de los 30 obtuve algo perecido a un trabajo estable, pero bueno, se sabe que lo estable tampoco es suficiente, no cuando dicha remuneración te sigue coartando el alcance, el avance, los sueños y las metas.
No he bajado los brazos en los siguientes seis años, pero los rasguños del pasado, los esfuerzos, las madrugadas de frio en bicicleta por el transito, la burbuja familiar que te protege y te persigue, por no poder llegar a una independencia, las oportunidad de pareja que se pierden al confundir roles viviendo con los suegros, hacen que pese en cierto modo, el viaje de ruta.
Tengo un cuerpo joven, pero un alma vieja, un reloj que aun sin cuerda, 7 horas al día, acelera.
Sigo corriendo tras los sueños, por si un día despiertan, ocultando mis hobis, y mi don de poeta.
Los camuflo si puedo, entre alguna novela, o un cuento por concursos, para que alguien los lea,
Y podría decirte, o inventar cosas buenas, que me ha dado el trabajo, mas no encuentro una letra,
Que declare injusticias, sobre quienes gobiernan, olvidando que viven, por un pueblo que enferma,
bajo el doble trabajo, doce horas afuera, dejando lo mas lindo, sus hijos en la escuela,
quisiera ver el mundo, del color que me enseñan, aquellos comerciales, la tele que envenena,
mas no, mis ojos grandes, abarcan mas esquemas, y mis alas me suben, aunque sean pequeñas,
El trabajo señores, para quien lo vivencia, el que aguanta el sistema, es virus que te enferma,
que se mete en tu cuerpo casi sin darte cuenta, y acelera el reloj de tu propia existencia.
El trabajo te roba, la vida y la inocencia, las ganas de pelearla, lo tuyo por herencia,
quizás en otro entorno, sin la triste opulencia, contemplando al conjunto del que habita esta tierra,
si mirar al costado, si mirar al de afuera, si mirar al de abajo, valiera lo que cuesta.
Quizás en otro entorno, el trabajo valiera, el esfuerzo de todos la ganancia pareja.
Más hoy que más decirte, desde esta, mi experiencia, que el trabajo es la matrix, conectada a mis venas…
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