Me llamo Manuel, tengo 48 años. He trabajado durante buena parte de mi vida como Director Financiero en Multinacionales y en 2004…se me cayó el mundo encima.
Siempre en mis diferentes destinos fui el hombre de confianza de mis superiores. Autorizado para la firma en sus cuentas, negociaciones delicadas, problemas con bancos, incluso me confiaban la famosa caja B. “¡Ja…!” esto me produce una molesta media sonrisa. Saber ahora que mi testimonio podría dar el último empujón a algunos de los que hoy día están bajo la lupa de Hacienda, no sé si me produce recelo o quemazón. Hoy me doy cuenta de lo habitual que era esa lamentable práctica en los 90… O pagabas, o no contabas.
Orgulloso de mi trabajo, apasionado de las finanzas, fiel, incansable e implicado al 200%, siempre estaba “open 7/7”
Tal era la admiración por mi Jerarquía inmediatamente superior, que el velo del compromiso, no me dejaba darme cuenta de que, otros, de eso, se podían aprovechar y abusar. Pero no podía imaginar hasta qué punto.
2004, Director Financiero de una filial multinacional inglesa en España. Comienza la crisis, comienzan los problemas.
En cada Consejo de Dirección no me cansaba de repetir que debíamos tomar medidas urgentes respecto a inversiones, personal laboral, proyectos activos…
Mientras yo siempre estaba seguro y confiado de ser escuchado, ese al que yo admiraba, se ocupaba de firmar por mí, de forma fraudulenta, actas en las que yo supuestamente “aconsejaba” continuar con todo los proyectos iniciados, para de esa forma y, una vez reventará el tema, dar a entender que ellos sólo hicieron lo que yo indicaba.
Me traicionaron. Necesitaban un cabeza de turco y, claro, quien mejor que el fiel Manuel que nada podía sospechar.
Consecuencias: Penales, Administrativas, mi credibilidad profesional…esa por la que tanto había luchado, dejándome la piel…
Dicen que la confianza no se gana, se pierde. ¡Cuánta razón!
Cuando el administrador concursal me comunicó que yo debía compensar las pérdidas de la empresa con mi patrimonio personal… me hundieron. Pero fue peor el que nadie quisiera abrirme de nuevo su puerta para ofrecerme un nuevo empleo…Eso, ¡me enterraba vivo!
Depués de tocar fondo, ¿qué te queda? Pero al contrario de agachar la cabeza, dado que yo no era culpable de nada y jamás me rindo, decidí abrir mi propia Consultora Financiera. Eso sí, tuve que irme al extranjero y empezar de cero desde Londres.
Siempre tenaz buscador de la mejora y optimización de mi función, mi larga experiencia me demostró que los programas informáticos que usaban las Multinacionales a nivel financiero, no estaban al alcance de los más pequeños. Esto me parecía muy injusto y me llevó a inventar mis propias herramientas para el Control Financiero.
Mi primer cliente sólo podía pagarme 1.000€ al mes. Aún después de haber ganado gruesos sueldos de directivo, esto, ¡me supo a gloria!
¿Os imagináis un director financiero de experiencia internacional, que ahora se ocupe de gestionar y dirigir tu pequeño negocio? Mi cliente estaba encantado, no es para menos. Por fin tenía hecha una correcta planificación y alguien se ocupaba de su negocio, mientras él lo desarrollaba. Hasta tal punto de que poco tiempo después, pudo abrir un segundo negocio, y otro…y luego vinieron más.
Tal era su grado de satisfacción, que era él mismo quien me recomendaba a otros clientes. Poco a poco esos iniciales 1.000€ se fueron multiplicando. ¡Esto marchaba!
Las herramientas que desarrollé cada vez eran más completas y, como todos mis clientes ya hablaban de ello, llegó quien me propuso comercializarlo para así poder ayudar a todas esas pequeñas empresas que lo necesitaran.
¡Me dejó sin palabras!… mi programa, ¿comercializado?
Enero de 2007, comenzamos las reuniones con los informáticos. Me constatan que nos existía algo así en el Mercado y que “lo vamos a petar” (palabras textuales)
A finales de año mi programa ya estaba en la calle. No sabéis lo orgulloso que me sentía. ¡Lo había creado yo!
Abrimos filiales en Francia, España y Portugal. Nunca pude imaginar alcanzar ese éxito. Yo, que siempre admiré a los demás, ahora era yo el admirado. El elegido como “sherpa” financiero.
Dicen que la felicidad nunca es completa y, ciertamente, era en esos momentos cuando inevitablemente, mi mente volaba hacia aquella mano traidora, hacia aquella herida en mi espalda que aún estaba sin cicatrizar.
Creo que el día que he tenido la sonrisa más grande que se me pudiera dibujar, fue cuando uno de mis socios me dijo que el Director General de mi antigua empresa (…si, esa) estaba interesado en verme. Sentí un latigazo frío por la espalda. ¿Eso será lo que significa lo de “arrieritos somos…”?
Debo retroceder a 2005 y deciros que, confiado fui, pero tonto no. Tuve la precaución de guardar todas las actas originales que en aquellos consejos de administración se firmaban, las reales, no las falsas que él “firmó por mí”. Actas que por supuesto entregué a la Justicia en su momento y, por lo que finalmente, no tuve que perder mi casa…pero si todo lo demás a nivel profesional.
“Que venga a verme” le dije.
Se cerraba el círculo. No sólo venía a felicitarme por mi éxito. Venía a decirme que estaba en “búsqueda activa de trabajo”, ¡búsqueda activa de trabajo! Palabras celestiales.
Cuándo la gente es mala, mala por naturaleza y se rinden así ante ti, te suplican, se arrastran, se humillan y dejan ver su sucio fondo… ¿qué haces? ¿Más leña del árbol caído? ¿O le echas una cuerda a la que agarrarse? (aunque al cuello daban ganas la verdad…)
Sinceramente, mi necesidad de cerrar el círculo, no era el de la venganza, era el de completar mi felicidad y tranquilidad personal y profesional. Además, él ya había saldado su cuenta con la Justicia.
Por tanto, SÍ, le di la oportunidad de empezar también desde cero, bajo mi estricta supervisión, eso sí.
Además, su lado malo ya lo conocí, era una ventaja, ¿no?
Ahora, el bueno, le tocaba mostrarlo a él. ¿No creéis?
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