JUZGADO DE GUARDIA

JUZGADO DE GUARDIA

Karmele Ruiz

29/05/2016

JUZGADO DE GUARDIA

Jueves. Entramos de guardia. Nos queda por delante toda una semana estresante y loca, solamente de pensarlo entran ganas de echar a correr y no volver, pero es lo que toca. No nos quejemos, que cuantos quisieran tener trabajo fijo.

Divago pensando que si, por algún milagro, alguien del público que ya se amontona en el mostrador a las 9.05 de la mañana, tuviera poderes para leer mis pensamientos, diría “la clásica funcionaria que no quiere trabajar”. Pero nada más lejos de la realidad. Como dice mi amiga Esmeralda con mucha sorna:

-¡Eres la vergüenza del funcionariado!

Sé que vamos a tener una semana enajenante porque entramos de guardia después de las fiestas del pueblo. Y eso significa que la cantidad de atestados que van a venir por robos de cartera, peleas, insultos, altercados, lesiones…etc., van a ser numerosos. Afortunadamente, que sepamos, no ha habido ninguna agresión sexual. Reconozco que eso sí se me hace duro, emocionalmente es como una losa que me cayera encima, que no consigo olvidar nunca.

 Efectivamente al de poco tiempo llega la policía con una pila de atestados.

-Buenos días, menudo día para entrar de guardia – comenta el agente que trae los atestados – después de las fiestas – Tenemos montones de atestados, se han puesto morados a robos, a peleas, a altercados por alcohol.

¡Empieza la semana de guardia!

En el mostrador hay un señor que quiere poner una denuncia. El grupo de guardia nos miramos y sonreímos. Eso significa que empieza “nuestro concurso a la denuncia más tonta de la semana”. Porque, a veces, denuncian las cosas más tontas del mundo mundial, nimiedades o minucias, y ahí está nuestro grupito de guardia para escuchar y transcribir textualmente esas denuncias. Siguiendo instrucciones de el Secretario Judicial, aunque alguien afirme que es Manolo Escobar y le han robado su carro, debemos recoger la denuncia, eso sí, sin insistir demasiado. Todos suponemos que se refiere a no preguntarse dónde estará el carro del denunciante.

Es Carmen la que recoge la primera denuncia. Acompaña al señor a una sala, y tras recogerle los datos personales, domicilio, número de teléfono y persona que quiere denunciar, le pregunta el objeto de su denuncia.

-Mire usted, yo quiero denunciar a mi mujer, que se llama Dolores Ortiz Valle. Y el motivo principal es que me pone lentejas para comer al menos tres veces a la semana. Sabe que yo las odio.

Mi compañera Carmen no da crédito a lo que acaba de oír, sabe que no hay delito o falta alguna en el hecho denunciado, no es delito recogido en el Código Penal el cocinar al marido lentejas, aunque las mismas estén mal hechas y sepan a rayos, pero recuerda las instrucciones de el Secretario Judicial y transcribe la denuncia, intentando terminar cuanto antes. Pero el señor parece que tiene más cosas que achacar a su mujer.

-También quiero denunciar que me obliga a subir la bombona de butano hasta casa, y vivimos en un tercer piso, sin ascensor. Eso tiene que ser maltrato. Y pone la radio, siempre está con la música alta, le gustan las rancheras, y yo no las soporto.

Vaya, parece también hay diferencias musicales.

A media mañana, otra denuncia que recoge mi compañera Rosa. Es una señora de mediana edad, parece algo nerviosa.

-Mire señorita, me llamo Remedios López, y vengo a denunciar que los vecinos de mi escalera están todos en mi contra. Últimamente noto que me vigilan, que escuchan por las puertas y por las paredes, me siguen por la calle. También la gente que va por la calle me mira raro y se me acercan demasiado. Me hablan con diferentes voces. Y estoy asustada. Tanto, que voy con un cuchillo en el bolso a todos los sitios.

Remedios entreabre un poco el bolso, lo suficiente como para que mi compañera pueda ver un pequeño cuchillo de cocina.

Uyyy, esto es diferente. La maquinaria se pone en marcha. Afortunadamente, ya ha llegado el Juez, y tras leer la denuncia, decide hablar con el Médico Forense, acordándose en ese momento un reconocimiento por parte del Médico Forense a Remedios, que ha venido voluntariamente, en presencia del mismo Juez.

Remedios empieza a inquietarse, nos pregunta por qué estamos tardando tanto, ella solamente ha venido a poner una denuncia contra sus vecinos. No entiende por qué le ha entrevistado el Médico, y sigue teniendo el cuchillo. Y nosotras no sabemos qué excusas poner, salvo ser lo más amables que podemos con ella, y tranquilizarle lo máximo posible, sabiendo lo que irremediablemente va a ocurrir.

En diez minutos el Forense ya ha emitido su informe y, según su entender, Remedios sufre de algún episodio paranoico, pudiendo suponer un peligro para otros o para sí misma, aconseja internamiento involuntario en centro psiquiátrico, según evolución, a lo que el Juez accede, dictando orden inmediata.

Cuando Remedios ve a los policías, percibe inmediatamente la situación y reacciona violentamente, intentando evitar lo inevitable. No hay Juez, ni Secretario, ni Forense. Solamente nosotras tres llorando.

Dos policías de tamaño más grande que un armario no pueden con una señora de mediana edad, totalmente alterada porque sabe que le llevan a un psiquiátrico. Remedios grita y se revuelve, nos pide ayuda. Y nosotras tres no dejamos de llorar.

 

Pero la Guardia sigue, otra denuncia.

Esta vez atiendo yo, aún tocada emocionalmente por el asunto de Remedios.

-Mire doctora, quiero denunciar a Ronaldo María Salgado, y el motivo es que quiere robarme a mi mujer. Le dice que está linda, que está bella, y como que, parece que ella le hace caso. Se está entrometiendo en mi matrimonio. Y una vez no quiso llevarme en su coche.

Esa semana “gana” el concurso el señor de las lentejas.

Quince días después, una Remedios distinta, mejorada y guapa viene con su hija, quiere darnos las gracias, había dejado de tomar su medicación. Recuerda lo amable que fuimos con ella y cómo llorábamos cuándo la policía se la llevaba. “Llorabais por mí” .juzgado_paz1.jpgexpedientes_acumulan_juzgado1.jpg

 

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