Allí esta incrustado a la pared como una araña anidando en su telar a la espera de su primera víctima.  Aquella cosa llena de ojos pequeños con sus diferentes signos de interpretación. Una cejilla resplandeciente resalta sobre el borde superior de una de sus costillas. De su interior deja salir una voz femenina y sensual; sus víctimas hacen filas a la espera de su turno para introducir su dedo en aquella abertura palpitante que implacable engulle cada dedo que le ofrecen sus víctimas; desesperados aquellos infortunados que no oyen gemir la voz sensual de aquella cosa, humedecen su dedo para volver a introducirlo, no encontrando respuesta favorable a su acción repiten y repiten desalmadamente con un dedo, con dos dedos, con tres de dos… y así, prueban con cada dedo, de uno en uno, del índice, del anular, del medio, del meñique y del pulgar; exhausta aquella cosa, alcanza su clímax al máximo, dejando salir esa voz femenina y sensual. Sus víctimas una vez logrado su fin, dejan el lugar tal y como llegaron, somnolientos del sexo correcto. Cada víctima se aleja repitiendo: sexo correcto, sexo correcto…Así cada noche, cada día, la historia se repite al sonar la voz femenina ACCESO CORRECTO de aquel checador pegado en la pared. Uno en uno cada trabajador posa su dedo para salir o entrar a sus labores de cada día o cada noche. Acceso correcto, acceso correcto.

Checador

Autor: Carlos Mario reyes Vázquez.

I Concurso de Historias del trabajo 

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