Yo, señor, no soy malo siempre hice caso de mis responsabilidades laborales, pero si me vuelven a poner un jefe como ese que no respeta a nadie lo mato porque lo mato, qué ¿por qué? Le contaré lo que sucedió esa mañana, llegué tranquilamente a la oficina, si, era temprano, no, él no había llegado, normalmente llega tarde. Si, al pasar unas horas mi tranquilidad se esfumó. No, no tomo pastillas. ¿Qué por qué entonces me alteré tanto? Porque él salió de su oficina echando lumbre, pensé que era el mismo diablo, no, no creo en el diablo, pero veces ocurre que pienso que a la gente se le mete el diablo. Si, sigo, ¡Usted es el que interrumpe con sus preguntas, caramba! Salió como diablo y empezó a vociferar  como si estuviera poseído, yo no hice otra cosa más que verlo perplejo, él seguía echándome la culpa de todo, casi  hasta del que hubieran aventado la bomba en Hiroshima, ¡Si yo todavía ni nacía! Si, me empecé a enojar porque él no quería   leer sus correos electrónicos, así de sencillo, quería que yo contestara un cuestionario que era individual, que le diera así  porque si  mis respuestas, eso no es justo para mi ni para nadie, ¿Cómo dice?  ¿Qué, por qué no le di mis respuestas? Porque no, es  cuestión de principios, ¿Cómo ayudarlo después de tanto insulto? No se merece ayuda alguna, todo tiene un límite y mi jefe lo rebasó por eso lo maté, aparte ante todo están  mis principios. ¡Faltaba más! Y no! Yo, señor, no soy malo.

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