Luis es voluntario en Cruz Roja. En este caso la preposición “en” está puesta con toda intención en detrimento de la opción “de” que podría dar lugar a una interpretación de pertenencia errónea puesto que, entre Luis y Cruz Roja no existe relación de pertenencia y, caso de que hubiese alguna sería a la inversa, es decir, Cruz Roja sería de Luis. En cierto modo recuerda un poco al mejor Fraga de sus tiempos de ministro del interior, cuando gritaba aquello de “la calle es mía”.

La verdad es que cuando pienso en Luis me vienen a la mente, de forma involuntaria, faltaría más, retazos y detalles del antiguo régimen, del de antes de la Constitución. Y no, no vayan a pensar que él, en algún momento, pueda inocular nostálgicos virus de tiempos pretéritos con sus comentarios o actitudes; nada más lejos de la realidad ya que ignoro, además de no importarme, el color de sus ideas, en el hipotético caso de las ideas tuvieran algún color, que lo dudo.

Tampoco se trata, con el comentario del antiguo régimen, de hacer hincapié, o meter el dedo en el ojo, en lo avanzado de su edad; y no porque no sea mayor, que lo es, y mucho, sino porque es de esas personas que, cuando las conoces un poco, te reafirmas en cuanta verdad tiene el dicho de que la edad es tan solo un dato del carnet de identidad.

A lo que me refiero, con esta problemática comparación, es a aquella frase que nos enseñaban de pequeños en la escuela, y más tarde en los primeros pasos de una asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, en la que trataban de imbuirnos de “joseantonismo” con aquello de que “el hombre es portador de valores eternos, una unidad de destino en lo universal”.

Es cierto. Luis es un hombre que lleva debajo de su sempiterno sombrero, o gorra según el caso, o la estación del año, una serie de valores que arrastran a los demás. No hay por qué individualizarlos, no viene al caso hablar de su imperturbable sentido del humor, siempre perenne, de su jovialidad a la que ya me referí anteriormente, de sus ganas de trabajar cada vez más y mejor, de su capacidad para encontrar soluciones donde el resto tan solo encontramos barreras, en fin, de su constante presencia que hace que el día a día se convierta en un hora a hora.

Luis está asignado al servicio de ayudas técnicas, pero eso, valga la redundancia, no deja de ser un tecnicismo informático que nos quiere convertir a todos en una simple celda de una hoja Excel. Él se sale de la celda cuando y como le apetece, para andar por un sitio u otro, siempre con el ojo vivaz que todo lo ve, todo lo sabe, de todo entiende y, por supuesto, de todo opina.

Siempre nos dice, y le tomamos a broma, que él es el heredero de la Cruz Roja, que no nos hagamos ilusiones, que lo tiene todo “atado y bien atado”, (vaya, otra vez me he remontado al siglo pasado) incluso documentado notarialmente. No sé si esa transmisión patrimonial llegará algún día a ser realidad, pero lo que sí es notorio, el tiempo nos lo dirá, o nos lo documentará, es la riqueza del patrimonio que nos transmite por el mero hecho de ser Luis.

¡Y que dure!

CRUZ ROJA – PAMPLONA

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LUIS

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