UN PINCHURRIENTO CHANGARRO.
En aquella bodega de lámina, pobremente adaptada como “oficina” tuvieron a bien instalar, para que todos pudiéramos admirarla, una estatua de yeso con la figura de Jr., el egocéntrico, vanidoso, y creo que homosexual hijo del dueño de ese changarro pomposamente llamado “Productos Petroleros, S.A. El calor era insoportable pues el sol pegaba a plomo sobre las acanaladas láminas metálicas y acrílicas de su techo. Me levanté para sacar una copia fotostática de una factura y archivarla antes de entregarle al cobrador el original a fin de que la metiera a revisión en la Nueva Fábrica Binacional de Vidrio, S.A. DE C.V. Yo ostentaba el cargo de “Gerente de Comercialización” pese a que bajo mi mando solo estaban dos activas secretarias y el chofer repartidor. También era el responsable de indicarle a la planta los requerimientos diarios, semanales y mensuales para poder atender a nuestros trecientos clientes repartidos, no muy equitativamente, en la mayor parte de la República Mexicana, aunque eran tres, los que concentraban el sesenta y cinco por ciento de las ventas: Mobil Toiil de México, S.A. DE C.V. , PEXACO, S.A. DE C.V. Y REACCSA con sus veintitrés tiendas repartidas por doquier y sede un Guadalajara Jalisco. Pese a ello mi sueldo era verdaderamente raquítico, tanto así, tanto que el repartidor, aún estando bajo mis órdenes directas, con estudios de secundaria inconclusos y con el lenguaje y roce social propios de un carretonero, ganaba a la semana unas tres o cuatro veces más de lo que yo al mes pese a mi licenciatura en administración de empresas y mis responsabilidades. El caso es que los dueños del changarrito ese, padre e hijo, disfrutaban en grande del dinero fácil y rápido ya que por aquella época, 1983, en México estaba absolutamente prohibido importar productos derivados del petróleo ya terminados, así lo que hacía esta “empresa” era traer producto ya terminado de Canadá pero facturado y pasado por aduanas como “básico”, almacenarlo en tanques verticales para luego darle una calentadita a 300 grados centígrados en un gran boiler y pasarlo por un filtro horizontal para taparle el ojo al macho y luego envasarlo pegando etiquetas propias o bien del cliente que lo hubiese solicitado.
MEDIOCRIDAD Y DESHONESTIDAD ALTAMENTE RENTABLES A CORTO PLAZO.
Los “ingenieros” Prestillo se estaban atiborrando los bolsillos de lo lindo pues además tenían aproximadamente un 20% de ventas por debajo del agua, es decir, sin facturar y por tanto libres de impuestos y de reparto de utilidades para los trabajadores. El negocio era redondo, y aparentemente no había por donde perder pero lejos estaban de suponer que aquella jauja sería efímera y que en realidad estaban cavando su propia tumba. Lo que fueron absolutamente incapaces de prever es que muy pronto se vendría la liberación de la frontera con los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá, primero con el NAFTA y luego con el TLC . En eso estábamos de acuerdo Rosa y yo. Ella podía presumir el no menos artificioso cargo de “Gerente de Contabilidad” a pesar de que bajo su mando había exclusivamente un sencillo, aunque eso sí, muy amable y eficiente auxiliar y que de vez en vez, cuando había que presentar declaraciones de impuestos, tenía que echar mano de una de mis secretarias para conseguir sacar el trabajo. De eso charlábamos a veces cuando al medio día íbamos a comer a la casa de la señora Pratz.
INOCENTES Y TIERNAS ESCAPADITAS.
Luego comenzamos a salir, intercambiar besos, arrumacos y a pasear por algunos alrededores de la Ciudad de México, Cuernavaca, Cuautla, Oaxtepec, Toluca, Pachuca, El Chico y otros más, nunca tuvimos sexo pero la pasamos muy bien, maravillosamente bien, de hecho, pero un buen día yo renuncié, me costaba trabajo lidiar con la torpe y muy ambiciosa forma de “trabajar” de aquellos mediocres “empresarios” cortoplacistas y además nunca me ha gustado ser empleado ni trabajar para otro. Ya estaba poniendo mi propio negocio, así que Rosa y yo nos dejamos de ver. Perdimos contacto unos seis meses hasta que una buena tarde, el 19 de julio de 1984 para ser exactos, a eso de las tres y cuarto de la tarde, cuando llegué a comer a la casa, noté que Víctor mi hermano me aguardaba muy nervioso en la puerta, él es seis años menor que yo pero por aquellos ayeres me tenía mucha confianza y cariño por lo que sin darme tiempo casi de entrar, me espetó a bocajarro
¿EMBARAZASTE A UNA MUCHACHA?
¡De ninguna Manera! Espeté bastante turbado y exsaltado.
¿Qué mosquito te picó ó qué diablos te traes tú?
.- Te llamó una señora, dice que es la mamá de Rosa Cortines Cortines y que es urgente que te presentes en el Hospital SigloXX. Salí corriendo a tomar un taxi frente a la Cruz Verde “Rubén Leñero”. Apenas bajé del vehículo me abordó una señora algo regordeta, mi Rosa era flaca como un palillo de dientes . – Rápido no hay tiempo que perder, lo está esperando, segundo piso, cubículo diez. ¡Corra, luego hablamos si quiere!
No servía el elevador y tuve que subir corriendo, las enfermeras habían sido previamente avisadas y me señalaron el cubículo, yo les mostraba el tarjetón verde que recién me había sido entregado. La vi a través de una mica transparente, estaba casi inconsciente, entré sin llamar, abrió sus enormes ojos negros
.- Dame un beso, grandísimo ingrato amor mío, me dijo con una sonrisa.
Yo estaba impactado, jamás en mi vida había visto una persona tan amarilla y temí que fuera hepatitis pero no dudé en darle un prolongado beso en la boca que me supo a gloria, en eso estaba cuando ella dejó de respirar, el aparato que registraba los latidos de su débil corazón ya mostraba una línea horizontal continua. Con su mano fuertemente aferrada a la mía, Rosa se había ido de este mundo, cerré sus ojos. No llamé a nadie, me quedé llorando en voz baja y luego le recé un rosario.
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