AMADO MÍO EN EL RECUERDO

AMADO MÍO EN EL RECUERDO

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Ahora ya es muy mayor, pero sigue teniendo las mismas ocurrencias que han formado parte de su carácter siempre.

Su hija no le ha dado nunca importancia a su forma de ser.  A Eloísa le ha parecido todo tan normal…  Pero el paso del tiempo le ha hecho captar detalles que le habían pasado inadvertidos. Ahora admite que sus consejos han sido siempre sabios. Siente que debe quererla más,  demostrárselo y compensarla de tantos días en que se olvidaba de ella.

No fue nunca una madre de dar besos ni abrazos, pero recuerda, que siempre estaba cuando se la necesitaba. Su presencia, sin decir nada, cuando estaban enfermas. Su mano sobre la frente, o aquel pañuelo anudado al cuello en tiempos de anginas. Era su receta particular, ese pañuelo quitaba el dolor de garganta…

¡Sabía tantas cosas¡ Cosas sencillas que hacían la vida agradable.

¿Cómo no ser feliz con aquel vestido que les  confeccionó ella? Todas las hermanas con el mismo  modelo… No es posible olvidar aquella mariposa de grandes alas superpuesta en el hombro derecho… y otras mariposas que se movían al compás de los vuelos de la falda del vestido.

-Eloísa, ¡ponte derecha!  Mete esa barriga …  ¡A ver que os vea! … ¡Estáis preciosas¡

Desaparecía por completo la sensación de que aquella mariposa, con las alas desplegadas, presta a salir volando desde el hombro, era ridícula.

A ella, que no tuvo grandes estudios,  sabe que le debe el amor a la lectura y a la música. Han tenido que pasar años para que ese agradecimiento aflorara.  ¡Que ilusa ¡ había creído que todo se le había dado por añadidura. Ahora,  su hija, sabe que todo es

producto de oírle a ella contar tantas y tantas cosas salidas de sus propias lecturas. Ésas que hicieron que ella también llegara a sentir curiosidad por leer.

Lo maravilloso del tiempo es que siempre está ahí. Quieto para que nosotros lo recorramos arriba y abajo. Bajando por él, Eloísa se ve sentada junto a la madre joven, que al mismo tiempo que realiza una labor escucha música. Esos sonidos entraron en ella, los hizo suyos hasta llegar a amarlos  y sentir luego la necesidad de emprender los estudios musicales.

Recuerda, ahora, un nombre.  Ninón Alberighi.  Ese nombre era el que elegía cuando jugaba a ser mayor. Le sonaba a misterio. A una mujer de gran elegancia y belleza. Melena larga y ondulada.  Vestido años cincuenta. Zapatos topolino y un sombrerito de fieltro sobre su cabeza. El personaje oculto, pero siempre presente en “El tiempo vuelve”.

Aquella hermosa mujer tuvo una vida desgraciada. Un novelón de amores tormentosos. La madre, entonces joven, contaba a sus hijas, creyéndose un poco la protagonista, las penas y desdichas de Ninón.

Eloísa,  no olvidará nunca como una mañana, mientras le peinaba sus trenzas para salir camino del colegio, le oyó decir:

-Que maravillosa película vimos papá y yo anoche.  La protagonista era una mujer,  parecida a Ninón Alberighi, cantaba en un club de noche, y se movía lentamente mientras miraba al público con una mirada que parecía ser especial para cada uno de ellos. La canción decía…Amado mío…te quiero tanto… no sabes cuánto…Su voz era profunda, pero te hacía creer que sentía lo que cantaba…Se llamaba Gilda…

Personajes literarios y cinematográficos oídos de boca de su madre que entonces era joven,  que la han acompañado a través de su infancia y adolescencia, jugando a ser ellos, imaginando hermosas historias de amor.

Ahora es muy mayor, pero las pasadas Navidades, tuvo la satisfacción de ver a toda la familia reunida y cocinar montones de comida para pequeños y mayores.

Recordaba el plato preferido de cada uno  y para gran sorpresa la mesa parecía estar puesta tal y como Eloísa la recordaba de siempre.

Se fijó bien en ella. Los mismos cubiertos. La misma cristalería y la misma vajilla. Pero algo llamó su atención, había una cosa que no era igual. El mantel…

Sin el mantel de siempre, la mesa, se salía de la foto fija que tenía en su mente. Un mantel, del cual,  contaba cada Navidad su historia.

Había sido de su bisabuela y había viajado desde Cuba a España junto a ella. Venía a casarse con el hombre de quien se había enamorado a través de cartas. Era un matrimonio arreglado entre familias, primos segundos, y había sido necesario pedir una licencia al Vaticano. Fueron muy felices y aquel mantel siempre vestía la mesa de las comidas y cenas importantes de la familia.

-Mamá, ¿Dónde está el mantel de la bisabuela? Quiero verlo todo igual que siempre. Mi vida está vacía y necesito que mis recuerdos me ayuden a llenarla. ¡Mamá, mírame…! Seguro que ves en mis ojos la inseguridad…

Eloísa, no recordaba nunca una conversación con su madre a corazón abierto. Quizás por no preocuparla. Quizás por pudor. Pero la madre, sabía leer en las miradas de sus hijas. Éstas le decían si todo iba bien o sus vidas iban a la deriva.

Nos sentamos todos a la mesa aquella Navidad. La alegría de los niños, no era suficiente para no pensar en todos los que ya no estaban allí.

La hija miró a la madre que estaba escuchando  atentamente las alabanzas sobre el jamón que estaban comiendo. Se levantó a coger algo. Pasó por detrás de ella y puso una mano sobre su hombro. Estuvo un largo rato así.

-Este año no solo he cambiado el mantel. Tampoco habrá pavo. Es hora de renovarse. Los recuerdos los llevaremos siempre dentro de nuestro corazón, pero la seguridad en nosotros mismos, ésa,  dependerá de nosotros y solo de nosotros…no de un mantel…

FIN

Teresa Sánchez Hernández

( Año 2015 )

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