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Hay tristeza  en el rostro de la  mujer, mira hacia la nada, sabe  que el final está cerca. Hacía tan poco tiempo ¡el futuro era tan prometedor! Un matrimonio con el hombre del que estaba profundamente enamorada. Era oír su voz, intuir su mano y algo por dentro se derretía. ¿Eso era la felicidad? Por lo menos, se le acercaba. Y luego los hijos, tres chicos, sanos, guapos y por fin la niña, todo era perfecto. La belleza, el lujo, el amor, lo tenía a raudales. ¿Cuándo empezó a estropearse todo? No lo sabía. El hombre dejó de mirarla, de acariciarla. ¿Qué había pasado? Su mundo se vino abajo, poco a poco la tristeza entraba en su vida, tímidamente, como una gota de agua que busca su camino y se convierte en río.  Casi sin darse cuenta, su mirada y su sonrisa se apagaban.

Uno de los hombres mira a la mujer, no es su marido.  La soledad se adueñará de su corazón, él lo sabe, por eso la mira, adelantándose a su futuro que ahora es pasado.

La niña intuye, lo demuestra su cara que no es de niña. Está buscando su sitio, no entiende porque no es el que ella quiere, el mundo de los hombres, sus risas y su complicidad, de todo eso está excluida; la maldición de su familia, de todas las mujeres la lleva dentro.  Su cuerpo se inclina hacia delante, se quiere acercar, pero sus pies están inmóviles, el lugar destinado a ella está a su izquierda, junto a su madre,  ella no quiere mirar.

¿ Dónde estábamos ese día? Era el aeropuerto de Cerrillos, en Santiago de Chile.  Lo recuerdo bien. En ese lugar, en ese momento, la vida tomó otro rumbo para mí, inesperado, el que yo no quería.Ya no existes, mujer pero tu tristeza, tu soledad, tu sufrimiento han acompañando cada minuto de mi existencia.

Desde mi sillón, casi ya sin poder moverme, miro la foto.

Ya no estás tampoco tú, padre y yo estoy sentada, sin otra cosa que hacer que recordar.  Quisiera volver atrás y parar ese instante.

No te vayas, no nos dejes. Yo no lo sabía entonces. Ahora lo se. Te los llevabas a ellos. Tu mirada oscura se dirige hacia mí, yo no lo sabía entonces, me decías adiós. Nunca más te volví a ver, nunca más volví a ver a mis hermanos. Mi destino se unió irremediablemente al de mi madre.

Quién me iba a decir que la vida tenía tantas idas y vueltas? ¿Qué pasaba por mi cabeza en ese momento? Se con certeza que en ese mundo de hombres yo no tenía cabida.

Los recuerdos se agolpan en mis ojos y salen con mi llanto. Sabía que mi mundo estaba al lado de mi madre, solas, pero yo no quería….

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