-Cariño, ¿vais a tardar mucho? -me preguntó mientras ella se secaba el pelo en el baño.

Yo mientras terminaba de recoger los juguetes con mis dos hijos, después de una épica batalla entre caballeros de la orden del dragón y de la orden del halcón.

Los nervios y las prisas de mi mujer tenían un motivo de mucho peso, hoy era un día importante, hoy nuestra hija mayor se licenciaba en bellas artes, concretamente en interpretación. Nada podía salir mal.

Ya estábamos listos, a punto de meternos en el coche, cuando el pequeño de la casa levantó su mano y nos preguntó:

-¿Por qué hermana (que es como él la llamaba) ha estudiado esto en vez de medicina o derecho?.

Los tres nos miramos, sonreímos, y mientras entrabamos en el coche le contestamos:

-Mira pequeñajo, en esta vida es importante que, hagas lo que hagas, lo realices con ilusión y mucha pasión, porque de esta forma es el único camino en el que, tengas éxito o no, vas a conseguir ser lo más feliz posible.

-Entonces…¿puedo ser futbolista? -contestó él inmediatamente.

-Claro que puedes, lo único que pasa es que, con 16 años y sin haber jugado aún en ningún equipo, creo que vas un poco tarde, ¿no crees? -le contestó la madre.

-Es verdad, debería de ponerme las pilas y empezar a entrenar -replicó inmediatamente.

Los cuatros comenzamos a reírnos, y, mientras duró el viaje hasta la facultad, continuamos barajando todas las posibilidades que tenia el muchacho de convertirse en el futuro balón de oro.

Ya dentro de la facultad, en el salón de actos, ocupamos los asientos que teníamos designados. 15 minutos después, comenzó el acto.

Llegó su turno. Nuestra hija subió al atril, estiró su discurso, y comenzó a leer.

Tras seis minutos de discurso cargado de sentimiento y lleno de anécdotas que provocaron más de unas risas, levantó la cabeza, se nos quedó mirando fijamente, y continuó diciendo:

-No he estado sola en esto, nunca. Así que os agradezco vuestra confianza y vuestro apoyo. Muchos de mis compañeros han estado solos en esta aventura porque sus padres no entendían que, en estos tiempos que corren, quisieran estudiar interpretación. No os podéis hacer una idea de lo mucho que os quiero. Muchísimas gracias.

En ese momento, saltándonos cualquier protocolo, nos pusimos en pie y empezamos a aplaudirle. Estábamos emocionadísimos. No por sus agradecimientos, que también, sino porque ahí estaba nuestra hija, orgullosa y feliz de haber estudiado lo que más deseaba, y no estaba sola.

Cuando acabó toda la ceremonia, y mientras esperábamos a que nuestra hija terminase de hacerse las fotos con todos sus compañeros y compañeras, el pequeño nos cogió a su madre y a mi por los hombros, y nos dijo:

-Ya se que quiero ser de mayor, quiero ser profesor. Pero no porque pueda tener trabajo fijo, sino porque quiero contagiar al máximo número posible de niños y niñas todo el ejemplo que vosotros nos habéis dado siempre. Yo aún no soy licenciado, pero…muchísimas gracias.

No puedo negar que tras el abrazo que siguió a estas palabras, unos pequeños riachuelos corrían por nuestra cara, pero, que esperar, es que estábamos más que orgullosos de nuestros dos hijos.

Por fin los cuatro juntos de nuevo, nos acercábamos al coche, cuando de pronto…

-Rafa, Rafa…despierta, que hay que merendar. -decía mi madre muy dulcemente.

Yo me esperecé. Tras recoger mi burrito del suelo me senté en el sofá y empecé a disfrutar de mi maravilloso «migote», mientras miraba a mi madre y le sonreía estando aún adormilado.

Rafael Tocón - Relato: Y de mayor...

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