(A mi padre D.E.P. 10.08.2006)
…No era una mañana especialmente soleada, más bien los nimbos y algunos cirros a lo lejos se tornaban de un color grisáceo oscuro, por mucho que la rojiza luz del alba se esforzase en pintarlos de un precioso color, entre anaranjado y rosa, e intentase proferirles trazos de un cuadro pintoresco, pero él ya se había despertado y sabía que no volvería a recuperar el sueño; de todos modos casi era la hora de levantarse, servirse el café y ducharse, mientras aquella taza llena de elixir negro tomaba una temperatura tolerable por el organismo.
Sería un día colmado de atenciones, mensajes, llamadas y palmadas de congratulación que incluso llegarían de las personas más inesperadas, pero había que asumirlo, era un día “especial”. Mientras apuraba los últimos tragos amargos de su taza, decidió sentarse en la vieja mecedora, junto al ventanal del espacioso salón, y aprovechar para revisar la hora que marcaba su maltrecho móvil.
Ya era momento de salir y comenzar la rutina diaria, había preferido no contestar aún a los cuarenta y dos mensajes que había observado al mirar la hora. Cómo había cambiado la vida, antes enviaba una carta a un ser querido prácticamente con tres semanas de antelación a la fecha deseada y ahora, a golpe de “clic”, podía recibir en segundos cientos de notificaciones, accesar a información de cualquier parte del planeta o realizar transacciones bancarias, sí, sólo un clic y toda una vida podía cambiar. Apagó las luces que daban calidez al salón a esas horas de la mañana y, tras encharcar su pituitaria de los agradables olores del hogar, abrió la puerta para afrontar la jornada.
Al bajar el frio pomo y separar la puerta del marco, un fino cordel rojo se deslizó desde la parte superior y dejó al descubierto, frente a su nariz, un sobre con un texto escrito a mano donde se leía “Abrir antes de salir”.
“A nuestro querido Esposo, Padre, Amigo, Compañero…
Son muchos los años que hemos compartido, por lo que no podemos hablar de ti sin hacerlo en plural, pues gracias a tu persona somos uno por mucho que seamos varios en casa. Tú amaste a nuestra madre, aunque sabemos que te lo puso difícil, persististe, como no, y terminaste uniéndote a ella. Pasasteis un dichoso período de vuestra vida disfrutando de lo más bonito y puro del amor, “vosotros”, todo esto con las ganas propias de un matrimonio joven; compartisteis sueños conjuntos, aprendisteis desde la inexperiencia lo que significa ser marido y mujer y esas fantasías, que soñabais al unísono, decidisteis llevarlas a cabo, las hicísteis realidad.
Años más tarde llegamos nosotros, tus hijos, vuestros hijos, y aunque al principio no era lo que esperabais, porque eso de cambiar pañales y aguantar llantos no se sabe cuánto desagrada hasta que se vive, sabemos que os unió aún más y os hizo sentir henchidos de ilusión por los nuevos retos que se presentaban.
Sabes, tú eres un rayo de luz en nuestros días, haces que salga el Sol incluso en los más tristes y oscuros, no conocemos otra forma de animar un día complicado si esta no viene de tu persona. Nunca nos has fallado y si tenemos que contar con alguien estás el primero en nuestra lista, aunque a veces resultas gruñón, pero eso te hace ser más humano, pues tanta bondad como muestras no diríamos que tuviese cabida en un ser terrenal.
Contigo aprendidos todo, desde nuestros primeros pasos hasta nuestras últimas estratagemas, siempre has sabido apoyarnos y mostrarnos la forma correcta en la que encaminar las situaciones.
Por eso, hoy que cumples medio siglo de vida, queríamos hacerte ver todo lo que has significado y significas para nosotros, aunque a veces no sepamos hacértelo llegar; queremos que entiendas, que por mucho que el tiempo se empeñe en dibujarte arrugas en la cara o teñirte el pelo de gris blanquecino, los años que han pasado hasta llegar a este día te conformaron como un esposo ejemplar, un padre insustituible, un amigo inimaginable, el compañero más fiel y, por ende, una persona, en definitiva, excepcional.
Feliz Cumpleaños.
07/11/09”
Una mezcla de emociones le recorrió el alma, no sabía si con la saliva de gusto amargo que aún perduraba en su boca, sería suficiente para bajar aquel nudo contenido en su garganta. Sus ojos brillaban y apenas tardó un pestañeo en darse cuenta que sus mejillas estaban mojadas, unas lágrimas que comenzaron tímidamente ahora descendían por su rostro como si de una carretera sinuosa se tratase. Sentía alegría, orgullo, melancolía, había sentimientos indescifrables que conseguían que no reaccionase con normalidad, jamás se había sentido así y extrañamente resultaba muy agradable.
Respiró hondo, enjugó aquellas perlas de felicidad que aún brotaban de sus ojos y comenzó a tomar conciencia de lo que había conseguido aflorar aquel escrito. Habían pasado cincuenta años desde que la primera bocanada de aire llenó sus pulmones, aquel siete de Noviembre de mil novecientos cincuenta y nueve, cincuenta años desde que sintió por primera vez la calidez de los brazos de su madre y cada acción que había llevado a cabo, por insignificante que hubiese parecido, le había ayudado a conformar esa persona que le relataban, esa figura que los demás veían en él y del que ni él mismo había tomado conciencia hasta ese momento; años y años de vivencias, de andanzas, ídolos caídos, esfuerzos, alegrías, desventuras…Le habían llevado, casi sin darse cuenta, a convertirse en lo que él siempre admiró en muchos otros, ahora él se había convertido en un mundo para otras personas.
Esbozó una sonrisa reconfortante y, mientras cerraba la puerta y caminaba hacia el estrecho pasillo que le conducía a la blanca verja que resguardaba su hogar de la calle, una idea le afloró al pensamiento, la carta le había hecho darse cuenta de todo lo que tenía para dar y la cantidad de cosas que necesitaba aprender y compartir, se sentía muy vivo y, por suerte, aún estaba a media vida. Fin.
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