La mosca en la nata

Braceo, con la instintiva insolencia de un naufrago, en el océano calmo del eminente desastre. No sé si mi nado me lleva hacia la costa o rumbo a mar abierto Irremisiblemente la corriente me enlaza cada vez más a ella; se descubre densa al igual que el cielo plomizo y sombrío que conforma mi mundo. Escudriño la lejanía oscura pero ,de repente, el céfiro fresco suspira , a su vez sonríe una púrpura luna; él sopla pícaro e inhibe la aglutinada bruma mientras ella, coqueta, vierte su luz clara; ante este improvisado dialogo que entablan transitoriamente, aparece la visión diáfana de unos mortales apretujados en un cascarón. En sus iris veo reflejadas sus ansias de batallar, para si y por los que dejaron allá. Pieles húmedas que huelen a miedo; lo percibo. Se deslizan a mi lado, rozándome, sin darse cuenta de mi presencia ; van ofuscados oteado la deseada orilla europea, respuesta a sus rezos; les guía la ilusión de trabajo diario y digno a más de un euro la hora. Les grito — “No hay mana. No vayáis… Os han mentido.”— Es curioso no tienen orejas. Son los buscadores, compañeros enlazados en la utopía; navegan en una barca sin remos. De pronto, el gris azulado se revierte en negro tenebroso, peligroso. La tormenta restalla como un látigo, chocan gotas agrias en el entorno. La embarcación se corroe, se disuelve con pereza , entretanto los buscadores bailotean , en círculo. Sus rectos esqueletos de ojos agonizantes se activan en una danza ancestral; truenan sus lamentos, mientras la resonancia de las olas brama, en homenaje, como el rugido de un león. El espacio ,que me rodea, se llena con lanzas de puntas deslumbrantes, abalorios coloreados, un zapato rojo de alto tacón, un chupete azur y algunas plumas vistosas de avestruz. Lápidas con inscripciones me sitian. Tanishia, Mohamed, Moroni, Nazim, Abdul, Mundhir, Zina,Yanaba … Esas losas blancas se convierten en una enorme masa blancuzca y pegajosa que me engulle.

Me espanto y pataleo. Me oigo gritar en este lecho que se muda en un noctámbulo mar encrespado que me subyuga a su albedrío y me cede al remolino de unas sábanas enrolladas que me ciñen como viscosas olas de albo burbujeo. Retozonas y juguetonas, blancas como la nata, se transmutan en embozos de mis recelos. Me incorporo entre gritos. Busco la posición vertical. La respiración y la frecuencia cardíaca son vertiginosas. Una pesadilla. Otra más. Para ellos también. El cayuco se hundió en el mal sueño. En las aguas del destino, ellos y yo, somos unidades potenciales de fagocitar. Permanezco con los ojos abiertos y sudando en esta oscuridad turbadora. Es de noche aún.

Miro el reloj; son las seis. Me tumbo y me recubro. Dejo pasar el tiempo. No duermo cuando aparece el trabalenguas .Tamborilea, sin cesar.

La plaza, la casa, la casa, la mesa, la mesa, la taza, la taza, la leche, la leche, la nata, la nata, la mosca. La mosca en la nata…”

Aquí, dentro hay calor, asfixiante, denso, amorfo y resbaladizo. Allí, afuera hay frío, desangelado, opaco, inquietante e indiferente.

Las ocho, vocifera el reloj, aullando en sirena.

¿Por qué he puesto el despertador? Otro día, otro igual que ayer. Mi razón está sin peso; me anego entre pensamientos gravados, incapaz de alzarme. Primitivamente florece, en mí, la flojedad; después aparece ella… la náusea. El estómago protesta. El dolor ácido, aprensivo y expansivo, se confunde con la sensación de vómito. El amargo sabor, lo siembra todo y germina con la hinchazón abdominal que ensancha la piel.

Es nervioso, tengo que calmarme. No pienses. Tranquilo.- mis palabras brotan de mis labios, en inaudible resoplido para el mundo y en alarido para mí.

El doctor lo ha llamado estrés emocional. Bonito apelativo para abarcar lo que me ocurre ¡Y él muy gracioso cree que se soluciona con una buena pastilla bienhechora! Un ansiolítico .Lo que yo siento es asco….asco verdadero; si tuviera que ponerle un nombre lo llamaría amargura vital. Frustración.

Me ha costado pero he logrado levantarme. Deambulo por la casa sin rumbo, asimismo siento mis pies vacilantes caminando por el pasillo hasta que en un impulso resuelto, atravieso la jamba de la puerta y mis ojos se posan en ti.

Ahí, estás…Te estas convirtiendo en mi único amigo.

A mi mirada lánguida le provoca esa pantalla plana a la que empiezo a vincularme en una relación obsesiva. Me decido, te enciendo. Un sonido y un parpadeo. Tecleo, cadenciosamente; esperando el milagro. Ahora, al gruñido del estómago, se unen las palpitaciones.

Cariño, ¿me deparas, hoy, alguna sorpresa?

Ningún correo.

La plaza, la casa, la casa, la mesa, la mesa, la taza, la taza, la leche, la leche, la nata, la nata, la mosca. La mosca en la nata…”

El cenicero aflora como un paisaje lunar engalanado por rascacielos de filtros anaranjados. Un paisaje deslucido como mi vida actual. Diecisiete años de mi vida, los mejores, regalados a una empresa que se desprendió de mí, como una colilla… Todo atiborrado de escoria gris. Tengo que dejar de fumar… estoy fumando muchísimo.

Mi cabeza cabalga desbocada. Filosofando. Me siento en la butaca acompañado de la náusea. De pronto surge un impulso, necesito saber. En la estantería, apreso el diccionario y ávido paso paginas. Busco la letra P. Pobreza: “Necesidad, estrechez, carencia de lo necesario para el sustento de la vida”. Tengo que volver a sentarme. Recuerdo que una vez, me preguntaron que enumerara lujos materiales, sin dudar respondí, sólo uno que los engloba todos, no preocuparse por el dinero. El maldito dinero; poderoso caballero… ¿Ser pobre es no tener dinero? ¿Se circunscribe a eso?.

Mis ojos recorren los muebles y se paralizan en la mesilla auxiliar. Acabo mirando la foto, el grupo de los amigos. Mis dedos se deslizan por tu cara en un cálido agasajo. Tú estas ahí, con tu inesperada sonrisa. Me reconforta. Tus ojos, tus maravillosos ojos; de ese color miel. Después de mi matrimonio fracasado, tú representabas una nueva luz en el horizonte. Por vergüenza, quizás porque quería estar muy seguro; no te dije nada pero te aseguro que te lo iba a decir pero ahora…

¿Como me voy a poner a enamorarte en estas circunstancias? ¿En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza? No sabes nada de mis sentimientos, ni lo sabrás… Es lo más sensato. No sé, pero intuyo que por una larga temporada, me olvidaré, también, de tener pareja.

Estoy hablando solo.

Me rió a carcajadas amargas y me sorprende oír ese sonido en mi garganta. Mis ojos vagan, de nuevo, sobre la fotografía por los montículos picudos, por los campos oliva y por las nubes de guata, hasta que finalmente se depositan en Damián, Lourdes y Fabián.

No sé bien cómo ni cuándo han empezando a dejar de llamarme, o quizás es culpa mía; no les telefoneo o siempre tengo la excusa perfecta. Parece que no saben hacer planes que no cuesten dinero. No puedo ir a donde ellos van, ni quiero que tengan que invitarme continuamente. Están dejando de contar conmigo. No voy a su ritmo. Soy consciente que me he quedado atrás, en esta estación desvencijada, esperando subir a un reluciente vagón con un rótulo que ponga dirección al éxito. Los demás no se han apeado y siguen con su tren de vida. No tengo vida social. Estoy solo. La soledad empieza a gustarme, y eso me asusta.

El reloj estampa, con uniformidad, su sonido en la habitación; invariablemente, siempre, hacia adelante en su recorrido cíclico. Su latido se vuelve mi pulsación. El tiempo pasa veloz en mi lejanía, en cambio, lento para mí. Todo son contradicciones.

¡Qué tiempos aquéllos! – me oigo musitar.

Cuando trabajaba me quejaba. No tenia tiempo libre, ahora lo tengo y no puedo disfrutarlo. Me excluyo, me excluyen. Algo se ha roto. El sistema me destierra, me roba mis planes cotidianos.

Me estoy volviendo loco, hablo al ordenador, hablo a una foto, hablo al reloj…

Me levanto y mis pasos se dirigen al espejo, el cual cruelmente me refleja en negativo. No me veo mayor, sin embargo el tiempo transcurre inexorablemente. Para ellos, para los contratantes, empiezo a ser un “senior”. Otro bonito apelativo. Pero es que no se han dado cuenta que no voy a correr los 100 metros lisos…ni lo pretendo…. lo que busco es trabajo… Los días se suceden y no los puedo detener.

La plaza, la casa, la casa, la mesa, la mesa, la taza, la taza, la leche, la leche, la nata, la nata, la mosca. La mosca en la nata…”

Por lo menos en un trabalenguas cada elemento sigue al otro con aparente conexión, pero esto es una locura, mis ideas fluyen como un torrente desbocado. Irrumpe un pensamiento, enseguida, otro lo releva.

Sí por lo menos mi cabeza descansase pero la Naturaleza, me dotó de un fórmula uno por cerebro… ¡Cuanto me gustaría tener un utilitario como tienen muchos!

Mi trabalenguas particular es una melodía de preguntas emergentes encadenadas, sin ilación. No atiende a leyes o quizás sí ¿Todo tiene un punto de partida? ¿Qué pasará si sigo así? Es el último mes que tengo para pagar el alquiler y después… ¿Qué haré? ¿Acabare en la calle? ¿Por qué a mí? ¿Hacia dónde voy? ¿Y adónde? El otro día leí que dentro de diez años, dos de cada cinco españolitos podrán ser considerados pobres. ¡Vaya panorama!¿Seré, yo, uno de ellos? Rondo esa línea resbaladiza que me hace ir muy apretado frente a gastos muy básicos y cualquier extra me trastorna y me descoloca ¿Quién me puede decir cuál es el principio de ser pobre? Realmente creo que estoy lejos aún de serlo pero estoy, completamente, seguro que no tan infinitamente lejos para no temer que pronto no tenga todas mis necesidades cubiertas. En este momento, objetividad y subjetividad acortan distancias; asimismo lo absoluto se vuelve relativo y lo relativo en apremiante. Es todo tan sutil. Pensé, siempre, que le podía pasar a cualquiera, pero no pensé que me pasaría a mí. Vienen a mi mente, sin esperarlo, las imágenes de los esqueletos de mi pesadilla danzando a saltos, en círculos y con sus ojos desorbitados… ¿Es lo mismo ser pobre en África que aquí? Por supuesto que no. Desnutrición. Enfermedad. Guerra. Sed. Sida… ¿Que les espera cuando llegan aquí? sueños rotos, soledad, zapatos rojos en una esquina, invernaderos tórridos, internamiento, La Farola, falsificación en mantas anónimas , más pobreza…o quizás tengan un golpe de suerte; lo desearía.

La plaza, la casa, la casa, la mesa, la mesa, la taza, la taza, la leche, la leche, la nata, la nata, la mosca. La mosca en la nata…”

Las moscas, criaturas ubiquitarias que no resplandecen como las mariposas, ni labran como las abejas pero evocan tantas cosas, como escribía Machado.

¿Una mosca en la nata?… Sí, pero soy la mosca cojonera.

Rememoro y viene la evocación.

¡Vaya ocurrencias que tengo! Pero…espera…espera un momento …en el cuento había dos moscas ¿no?…

Oigo de nuevo mi risa , la cual rompe en añicos el silencio; mil pedazos de colores que se aúnan en un arco iris que satura la estancia de gozo. Vuelve la alegría.

Vale, ahora recuerdo…Erase que se era dos moscas despistadas… ¡Hay que ser despistadas!… pero volvamos al cuento; en fin que cayeron las moscas en un tazón de nata por lo que sus alas quedaron empapadas, casi, no las podían agitar .Aquella disolución jugosa les vencía, les impedía remontar el vuelo. Después de un tiempo, una de las moscas dejó de luchar y se hundió. La otra siguió lidiando en cruenta batalla contra el elemento malhechor, no progresaba hasta consideraba que su arrojo era infecundo pero continuo en su idea… Era tozuda, en eso se parece a mi…. Batió tanto y tantas veces sus miembros que obstinada importunó al líquido convirtiéndolo en una pócima, de forma que empezó a sentir que había otra textura, untuosa y amarillenta; pasmada comprobaba que se solidificaba su entorno. La mosca dio un bote y arrastrándose, como pudo, alcanzó el borde del recipiente. Pudo salir. La nata se había convertido en mantequilla.

Voy a redactar de nuevo el currículum vitae, llamaré, de nuevo, a mi primo, él tiene muchos contactos… tal vez deba volver a mirar el ordenador…

Una repentina ola emerge en mi mar de entristecida meditación. Alta, poderosa, activa encadena en su retroceso fortuito un movimiento en la comisura de mis labios; parece que con mi sonrisa se abre un camino entre el mar y el cielo. Lo insalvable, lo trágico dejan de tener peso y se enciende la luz de un lejano faro. Nado hacia la orilla y contemplo que me siguen Tanishia , Mohamed , Moroni, Nazim, Abdul , Mundhir , Zina ,Yanaba….

Voy a seguir moviendo las alas. Lo conseguiré… Lo conseguirán

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