Un equipo de neurólogos y psiquiatras ha presentado un estudio científico en el que delimitan las zonas del cerebro donde se alojan los nodos que generan la codicia.
Además han comprobado como malformaciones en esas zonas pueden generar codicia patológica.
Todo empezó hace 5 años cuando el dictador Al Lismine, dueño y señor de Sairesim (uno de los países más pobres) sorprendió al mundo dando un giro radical a su política devolviendo a su país miles de millones de dólares que tenía ocultos en paraísos fiscales, para destinarlos a la construcción de hospitales, escuelas e infraestructuras. Después legalizó los partidos políticos y convocó elecciones democráticas supervisadas por instituciones internacionales.
En aquél momento creímos que semejante cambio de comportamiento se debió a que sus médicos le habían comunicado que le quedaban pocos meses de vida debido a los tumores cerebrales que padecía.
El diagnóstico se cumplió y el exdictador falleció, no sin antes acceder a la petición de sus oncólogos de que donara su cerebro a la ciencia por si algún científico quisiera estudiarlo.
Dichos oncólogos ya habían observado que el paciente tenía malformaciones previas en las zonas donde estaban alojados los tumores, y al comparar las imágenes anteriores a la extirpación de dichos tumores con las posteriores vieron que también se habían extirpado dichas malformaciones.
Los oncólogos revisaron las fechas y observaron que el cambio de comportamiento empezó tras esas extirpaciones, por lo que comunicaron su hallazgo a los neurólogos.
Los neurólogos afirman que esas malformaciones comprimían las zonas del cerebro colindantes impidiendo que éstas funcionaran correctamente, provocando así la codicia sin límites del paciente.
Ahora investigan otros casos con codicia patológica para ver si tienen las mismas malformaciones.
El campo de investigación que se ha abierto es enorme y plantea un sinfín de interrogantes, no sólo científicos sino también éticos y morales, por ejemplo:
¿Se podría erradicar la codicia al igual que enfermedades como la viruela?
¿Quién marcará la frontera donde termina la ambición sana y empieza la codicia?
Por ello solicitan a la Organización Mundial de la Salud que expertos de otras disciplinas participen en esta investigación.
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