Madrid, 11 de septiembre de 2010.

¡Hoy te he vuelto a ver!

Algo más envejecido pero extraordinariamente físico. Warhol genera expectación pero una exigente audiencia se aburre rápido. Pronto, tus palabras resuenan como un eco sordo dando paso a mi creatividad que despierta observándote, imaginándote…

Termino de leer “mujeres” de Bukowski y me atrevo a escribirte. Por curiosidad, ¿cuántas lo han hecho por ser quien eres? Me atrae de ti tu expresionismo, tu dentadura escondida y audaz, tu mirada directa, tu cuerpo íntimamente atlético…

¡Siento cómo follaríamos! Sin preámbulos ni ensimismamientos. No hay ternura. No hay una gota de alcohol. Mi cuerpo se pega al tuyo como los dragones de Komodo. Más bien, tu cuerpo somete el mío. Te hago entrega de él segura de no desear que ames mi alma. El sudor recarga el ambiente, la luz se desvanece y como los dragones, la pelea continúa, continúa…

No quiero conocerte (o sí) y sin embargo hoy he estado a punto de acercarme a ti y regalarte sin miedo mi esencia. ¡Estábamos tan cerca!

Sí. Nos miramos y no me he atrevido. He retrocedido un paso y respirado profundo. Tú te lanzas calle abajo y jugando con tu chaqueta de piel, te dispones a hacer una llamada. Te alejas y yo también me alejo. Inmediatamente paro y me digo: ¡no! ¡Él estaba frente a ti y has huido! ¡Estúpida! Casi siempre es lo mismo. Empequeñezco y desaparezco. Se llama falta de ambición.

No siempre tengo estos encuentros que atacan agudamente mi instinto más primario. Es ridículo no aprovecharlos pero es más sencillo para una mujer como yo imaginarse las historias. El riesgo es mínimo.

¡Y el dragón continúa en mi pensamiento! Y te volveré a ver. ¿Quién sabe dónde?

Mara.

Rmte: marab@gmail.com

De: Claudio

Fecha: 20 de septiembre de 2010, 10:03

Para: Mara

Asunto: ¿quién eres?

Y sabes quién soy aunque me camufle.

¿Cuando me has visto antes del pasado Viernes? ¿Nos conocemos?

Esta es la carta más explícita que he recibido nunca. Por eso me intriga saber si nos hemos visto antes y dónde.

De: Mara

Fecha: 21 de  septiembre de 2010, 21:40

Para: Claudio

Asunto: ¿un juego?

No nos conocemos. No hemos hablado nunca y tú no sabes quién soy pero la primera vez que te conocí fue en una mesa redonda en la Universidad de Roma. Yo acababa mis estudios, hace unos años y, gracias a mi expediente, conseguí una beca de seis meses para estudiar allí. Fue la primera vez que te vi.

Tu modo de mirar impenetrable me cautivó.

En los siguientes encuentros, tu inquietante presencia solo aumentó la curiosidad que sentía hacia ti. Y el pasado viernes, en la galería tuve suerte. Yo estaba sentada en segunda fila y me miraste. Acabó el debate y ya en la noche blanca lo hiciste de nuevo. Esta vez, el tiempo suficiente para hacer crujir algo en mi interior.

No intentes acordarte. Puedo comprender que esa mirada que atrae, que te envuelve y desnuda a la vez, sea tu innato modo de mirar,… pero despierta en mí el ansia de descubrirte.

Si has contestado a mi primera carta, tal vez lo hagas de nuevo. Y si te provocan mis palabras tan solo escribe otra vez. Concíbelo, si quieres, como un juego. Quizás no llegue a nada o quizás sí.

Mara.

De: Claudio

Fecha: 25 septiembre de 2010, 11:55

Para: Mara

Asunto: ¿un juego?

En mi situación actual no puede ser más que un juego que no puede llegar a nada.

A pesar de todo, tus palabras me provocan y me intrigan. Estoy intentando acordarme de quién eras. ¿Cómo ibas vestida? ¿Eres rubia o morena? ¿Española?  

De: Mara

Fecha: 25 septiembre de 2010, 21:40

Para: Claudio

Asunto: ¿un juego?

MARA_EN_LA_NEW_GALLERY2.jpg

Me perdí tu exposición de hace dos años en la new gallery de Berlín por los pelos…

De: Claudio

Fecha: 27 septiembre de 2010, 09:58

Para: Mara

Asunto: algo más de mí

Aunque es poco explicito, al menos puedo asociar una fisionomía aproximada al correo. Antes, la comunicación era demasiado asimétrica. Pareces joven y vivaz. Tienes estilo.

Me pregunto por los motivos de tu carta. ¿Eres una espía?, ¿una coleccionista? ¿Realmente la apreciación profesional desencadena en ti puro deseo sexual?

 Tal como escribías en la primera carta «no quiero que ames mi alma», «que tu cuerpo someta el mío»… ¿Cuántas lo han hecho por ser quien soy? Si te soy sincero, no lo sé realmente.
Quizás no debería seguir esta correspondencia pero me intriga tu
persona, aunque no puedo recordarte de la segunda fila. Y me excita tu propuesta.

A mí también me interesa el sexo como experiencia aunque entre los hombres no es tan infrecuente.  Pero, realmente, ¿cuál es tu propuesta? ¿Una correspondencia explicita como juego erótico? ¿Un encuentro puntual que podría o no, conducir a una noche de sexo sin límites, sin alcohol? Estaré en tu ciudad la noche del siete de octubre. Si quieres quedamos para tomar algo. Desgraciadamente tengo una cena de negocios y me voy al día
siguiente. Si quieres cenar, tendrías que venir tú a mi ciudad. Este
fin de semana estoy aquí. 

De: Mara

Fecha: 28 septiembre de 2010, 18:46

Para: Claudio

Asunto: conocernos

Ni  espía ni coleccionista. Osada.

Nos vemos, nos conocemos,… Y si no hay juego, no sabrás más  de mí.
El lunes después de tu cena.

¿Qué tal Chicote a las once? Improviso algo por la zona. Estaré pendiente.

De: Claudio

Fecha: 29 septiembre de 2010, 08:01

Para: Mara

Asunto: conocernos

Perfecto.

De: Mara

Fecha: 8 de octubre de 2010, 13:00

Para: Claudio

Asunto: huelo a ti

¿Has visto sobre el escritorio el libro de Bukowski que dejé al irme?

Para mí es un pequeño símbolo de nuestro encuentro.

Lo puedes dejar olvidado sin más.

Huelo a ti y deseo seguir oliendo a ti mañana…

De: Claudio

Fecha: 8 de octubre de 2010, 14:12

Para: Mara

Asunto: huelo a ti

No pensaba que te irías de incógnito.

Ha sido un encuentro muy excitante. Más de lo que imaginaba…

Tan segura de tu hermosura y tentando al deseo, apareciste  con ese vestido vaporoso de color naranja mirando a tu alrededor con arrogante confianza; los rasgos finos sin tensión y la curva de los labios perfecta.

Te paraste frente a mí y dijiste — Hola.

Creerás que exagero pero enseguida sentí un deseo que ahogó mis palabras. Nos miramos callados durante al menos ¿tres minutos? Me observabas sonriente, con descaro, sin vergüenza, sin pestañear. Sentí cómo te empapabas de mí intentando averiguar quién era  para saber si tu intuición no había fallado. Estoy convencido de que si no te hubiera gustado, te habrías largado en  poco tiempo excusándote sin vacilar. No te gusta perder el tiempo ¿verdad?

Yo no podía dejar de mirar esos ojos marrones enormes, literalmente, inundados de vida.

Un camarero mayor atravesado por una cicatriz diagonal en el mentón nos inquirió  con mucha educación:Caballero, ¿qué desean tomar?

— ¿Whisky? —te pregunté sin saber qué te gusta.  — Solo —contestaste.

El hombre de aspecto sufrido colocó sobre la barra oscura dos vasos redondos de cristal. A continuación echó un hielo en cada uno de ellos y se adelantó sirviendo un Macallan de dieciocho años. Era de los que saben lo que el cliente necesita. Dimos el primer sorbo y,… ¿Cuánto tiempo más pasó hasta que te metí la mano por debajo del vestido sin importarme quién pudiera vernos?

Te confieso que soy tímido pero, quizás, lo atípico de las circunstancias en las que nos hemos conocido me hizo actuar con soltura.

Voy en un avión hacia Johannesburgo escribiéndote desde el ipad. Aún quedan seis horas de viaje y pienso en lo que pasó ayer, y me pierdo entre palabras que no sé cuando llegarás a leer. En otras ocasiones aprovecharía para terminar ese artículo que espera o dibujar las pautas de lo que será mi siguiente proyecto pero, tengo mucho tiempo por delante y este viaje te lo voy a dedicar recreándome en nuestro brutal encuentro.

¿Tú lo sientes así también?

Mara, al tocarte, cuando sentí esos ligueros pegados a tus muslos mi deseo se aceleró. Subí despacio por tus piernas largas hasta alcanzar directamente el pubis.

¡No llevabas bragas!

¡Dios!, ¡solo de pensarlo me pongo cachondo de nuevo!  

Cualquiera de las putas azafatas que pasan por el pasillo puede sentir el entusiasmo de mis manos sobre el teclado escribiéndote.

Recuerdo que el bar estaba vacío. Claramente había desaparecido ese aire de júbilo del más distinguido referente de la cultura y el ocio de los cuarenta y cincuenta en Madrid. Cuando era apenas  un adolescente mi hoy anciana tía, bellísima miss del momento, me contaba historias de las estrellas del cine y de la vanguardia artística que se dejaban caer por allí todas las noches. Intelectuales, monarcas, algún vividor y noctámbulos de todos los rincones degustaban perfectos cocktailes como el yacaré o el más célebre “vasconcel”. Los conozco todos y los sé hacer, esos y muchos más (es una de mis pasiones escondidas). ¿Sabes? el mismísimo Onassis quiso comprar (¡ya me gustaría a mí poder comprar tu rubicundo coño para poseerlo siempre que necesite vaciarme!) sin éxito, la colección de Perico de más de doscientos whiskies que guardaba en el sótano del local, un auténtico mausoleo de destilados y, al parecer, también puterío. Si tú hubieras vivido en esa época hubieras prendado a todos con tu hirviente y cegadora luz.No tengo duda.

Mara, ¿a cuántos hombres has conquistado con tu sonrisa, con tus movimientos sexuales delirantes y desinhibidos? Me cabreo solo de imaginar que produces esa locura también en otros.

No tengo demasiados escarceos pero nunca había vivido una cita con una zorra como tú,.. ¡¡¡Joder, estabas tan húmeda!!!

Ufff. Voy a tener que ir al aseo… No me aguanto. Se me ha puesto muy dura…

Ahora vuelvo.

De: Mara

Fecha: 8 de octubre de 2010, 14:33

Para: Claudio

Asunto: increíble

Creo que exageras…

Pero sigue, al parecer hay cobertura y me gusta leerte.

De: Claudio

Fecha: 8 de octubre de 2010, 14:56

Para: Mara

Asunto: increíble

¡Qué bien!

Me acabo de dar cuenta de que tienes la misma boca que mi tía cuando era joven, las mismas caderas marcadas y el mismo pecho fatalmente abultado. Mmm…

Las pocas veces que la veo me cuenta alguna historia nueva y siempre termina enseñándome una foto en la que aparece junto a un torero que fue muy famoso en su momento. Ella estaba enamorada perdidamente de él pero la dejó por otra. Mi tía nunca se casó. Ahora, con ochenta años, me habla una y otra vez del torero, del ferviente Madrid de aquella época y de sus largos viajes. Es una gozada escucharla porque, pese a su vejez, aún rebosa pasión.

Ayer tan solo había un grupo de extranjeros con traje oscuro y que, con toda probabilidad, estaban allí porque un guía de viajes  astuto les habló de la historia que encerraba el Chicote y de que era visita obligada.

…Tú seguías observándome con esos ojos de gitana. Uff, ¡pero qué ojazos tienes!!!

Empecé a acariciarte el culo, subí por la cintura y toqué tus pechos sobre la ropa interior. Te erizaste y mientras yo seguía sobándote diste un sorbo a tu copa. Dejaste el whisky sobre la encimera y te pegaste un poco más a mí susurrándome al oído

— ¡Llévame a tu hotel!

¡Joder! ¿Siempre eres tan lanzada?

Sin pensar, dejé algo de dinero en la barra, te cogí de la mano, te dije — ¡vamos! —Y salimos del bar.

Subimos la Gran Vía abrazados como dos adolescentes hasta llegar al hotel. Apenas había gente, los locales estaban echando el cierre, y solo el cielo azul intenso que tantos maestros han plasmado nos acompañaba.

Pero mi genio favorito ahora eres tú, tu sexo, tu coño, tus sabrosas y grandes tetas, tu contagiosa risa…,  tu aroma, tu melena negra, brillante, lisa y espesa, tu boca, tu nariz chata y perfilada, tu mirada, tu culo redondo y duro… mmm… Me lo comería a fastidiosos mordisquitos hasta irritarlo…

Recuerdo cuando llegamos al hotel,  un cuatro estrellas sin reformar. La decoración era antigua, solemne y refinada pero algo decadente. Cruzamos recepción a pasos largos sin girarnos ni siquiera a saludar a la mujer de detrás del mostrador que, al vernos, se puso en pié de un respingo. Era la misma señora gorda que saludé por la tarde después de dejar la maleta. Aceleramos más el paso hasta el ascensor y una vez dentro, con las puertas cerradas, quedamos uno frente al otro. La cabina era amplia. Cabrían holgadamente al menos ocho personas. El botones, joven y con aire depresivo nos preguntó a qué piso íbamos. —Quinta planta —contesté sin dejar de observarte.

Apoyaste  la espalda sobre el paramento de estuco verde, adelantaste un poco las caderas y, cruzando las piernas despacio con una mirada seria, te metiste un dedo bajo las telas del vestido dirigiéndolo hacia el coño. El chico no podía vernos porque estaba algo adelantado. Seguidamente y con gran parsimonia recorriste tu cuerpo con el dedo ahora húmedo hasta introducirlo en tu boca. Con la otra mano levantabas las telas del vestido dejando entrever los ligueros negros de encaje. Quedé inmóvil contemplándote. Guau…A continuación, sacaste el dedito de la boca poco a poco rozándote el labio inferior hasta que finalmente me señalaste con él haciéndome ver que fuera hacia ti. ¡Joder Mara!, te hubiera roto el vestido delante de ese tío en la puta cabina del ascensor. Solo tuve que dar un  paso hasta alcanzarte y empecé a besar esa boca carnosa, salobre y húmeda.

Enseguida se abrieron las puertas y nos separamos en un acto de vergüenza. Saqué del bolsillo la llave de mi habitación y mientras caminábamos por el pasillo tú te recolocabas el cabello, el vestido, sacaste la barra de labios de tu pequeño bolso metálico y con un espejito te los pintaste de nuevo.

Qué puta sensualidad…

Deseaba en ese mismo momento follarte.

Y lo que pasó en la habitación…

Abrí la puerta; te dejé pasar primero. Mientras caminabas despacio descubriendo el espacio a tu alrededor. Te retiré el abrigo dejándolo caer al suelo.

— ¡Me gusta esta habitación! Es amplia y acogedora, tiene un aire distinguido —dijiste acercándote al escritorio y dejando el bolso encima.

Sacaste el móvil e hiciste algo con él. Mientras tanto, yo me deshice del tirante del vestido que rodeaba tu cuello. Cayó resbalando deliciosamente por tu cuerpo. En un momento estabas prácticamente desnuda, con las medias negras, los ligueros y el sujetador de encaje. ¡Bella, bellísima! Tengo esa imagen grabada en mi cabeza y espero que se mantenga así siempre. Me preguntaste si me gustaba tu cuerpo y recuerdo decirte que dieras una vuelta para contemplarte entera. Di un paso hacia atrás y, sin pestañear, te fuiste girando despacio como si fueras un maniquí. Me encantó ver que tuvieras un buen pelaje en el pubis porque odio a esas zorras que van depiladas como si fueran niñas. Te paraste y soltaste una tímida carcajada. No pude contenerme más y me acerqué a ti. Empecé a sobarte. Quise quitarte el sostén pero me dijiste con cierta candidez — No. Espera, prefiero quedarme con él.

Realmente, no me importó pero, ¿acaso, estar desnuda completamente te intimida?

Te acomodé suavemente sobre la cama. Estaba cubierta por grandes almohadones. Te besé el cuello, con la mano retiré parte de la tela del sujetador y empecé a lamer tus pechos grandes y turgentes. Tus pezones se endurecieron y comenzaste a gemir. Mientras seguía chupando tu carne, bajé la mano hasta tu vagina e introduje un dedo. Lo saqué y te lo metí en la boca. Te pregunté si te gustaba el sabor de tus entrañas y me dijiste con cierta calma que sí, que continuará, que comiera tu coño, que esta noche eras mi puta, que te hiciera cuanto deseara. Francamente, me sorprendió muchísimo esa forma tan desinhibida de hablarme en nuestro primer encuentro.

En realidad, pese a tu lenguaje, te diré que me sentí cómodo. Aunque te acababa de conocer, me dabas confianza. Entonces, bajé hasta tu vagina. Abriste las piernas instintivamente diciéndome ¡cómeme el coño! Disfrútalo, bébelo, sáciate de él y haz que me corra. Abrí los labios externos de tu vagina. Primero quería explorar con la mirada tu sexo.

¡Ah! ¡Es aún tan joven y fresco!

¿Qué tienes? ¿Treinta años? ¿Treinta y dos?

Yo acabo de cumplir cincuenta y esto es un lujo de dioses. Pensé.  

Abrí con delicadeza tus labios mayores, luego los menores. Eran lábiles y carnosos mmm…. muy muy apetitosos. Declaraban ya la humedad propia de la excitación en una mujer y poco a poco iban cobrando brillo. Rozaba con mis dedos el labio izquierdo, luego el derecho, con movimientos lentos y continuos, sin prisa y poco a poco pude observar cómo tu vagina cobraba vida independientemente del resto de tu cuerpo con contracciones rítmicas y limpias, como buscando alimento, abriéndose y cerrándose una y otra vez. El lienzo de la curvatura de las partes escondidas de tu cuerpo era hermoso, vibrante, no asomaba una mínima expresión de rubor, tan solo dejaba ver alegría cuando iba cambiando de color en el resplandor verdoso de la noche. La piel de tu coño se fue transformando en una viva carta de colores, como las que usan los arquitectos, e iba cambiando de un pueril rosa a un rojo fresco baconiano hasta convertirse en un rubí intenso, sazonado, adulto y con apresto respeto.

Me atreví a husmear dentro de ti. Pasé la lengua, lentamente por tu clítoris, esa arzolla redonda cada vez más dura, oscura e hinchada, tu legítimo y conspicuo corazón, que manda y dirige a la acción al siempre fútil macho.

Levanté la vista para mirarte. Quería saber cómo sentiste esa primera aproximación a tus tripas. Tu cara se movía de lado a lado. Podía sentir el placer que te estaba provocando el primer paseo por tu fondo preciado. Sin titubear, te dije que ibas a saber lo que es una buena comida de coño.

Te reíste contestando que en tus fantasías conmigo así es como lo imaginabas y que estabas segura de que te iba a hacer disfrutar. Saqué de nuevo  la lengua, me acerqué más a tu rajita y empecé a lamerte de abajo hacia arriba. El olor de tu coño era limpio, sagrado, como el  arco iris de la gravedad. Me embriagué de tu sabor. No tenía prisa. Exhalaba tus carnes frotando la lengua contra tu pubis cada vez con más fervor. Quería quedarme con el aroma de tus jugos que se dispararon conquistando mi virilidad. Mi boca se llenó de una humedad insolente, espesa y copiosa. Gemías, cada vez más continuadamente, gemidos cortos y contenidos y tu cuerpo se deslizaba entre las sábanas con suaves movimientos.

Mara, tu coño es per-fec-to y ¡cómo cobraba intensidad!

Me decías — ¡sigue así! —, mientras levantabas las caderas para que bebiera de tu coño más y más. Sentía cómo ibas transformándote en una hembra caliente.

Abriste más las piernas y posaste tus zapatos negros de tacones infinitos sobre mi espalda para agarrarme fuerte. Yo seguía sorbiendo el líquido copioso que brotaba de tu hambriento coño corriendo ahora caprichosamente por las telas de la cama mientras intentaba observar esa cara a veces angelical, a veces diablesca. Levantabas la cabeza buscándome y me espetabas, —más, másss, continúa. No pares, cabrón, me voy a correr en tu boca…—Y yo me sumergía cada vez más acelerado en tu cuerpo. Me encantaba oírte hablar, gemir, que me dijeras esas cosas, que me chillaras y sabía que no aguantarías mucho más. Entonces te levantaste y me dijiste

— ¡Fóllame!

Yo aún tenía la ropa puesta, me quitaste el cinturón del pantalón con rapidez diciéndome que te penetrara ya, que te follara.

—Dios, ¡no aguanto mássss!—me decías.

Desabroché rápidamente los botones de mi camisa y comenzaste a lamer mi torso sacando la lengua entera, dándome lametones amplios y rotundos. Te torcías como una culebra ansiosa. De vez en cuando, mordías suavemente mi cuerpo. Te salían risas cortas desde la garganta y tus ojos negros me retaban maliciosamente. Eso me desbocó. Te iba a joder inmediatamente. Te agarré por la cintura con sequedad y te tumbé de nuevo en la cama. Tu larga melena revoloteó entre los almohadones tapando parte del rostro y tus ojos quedaron iluminados por la tenue luz de la única lamparilla encendida en el cabecero de piel. Con una mano te así los cabellos para retirarlos y, de ese modo, poder observar tu cara de zorra y con la otra me ayudé para penetrarte. Lo conseguí a la primera. Te introduje la polla de una vez. Entera. Tu espalda se arqueó y soltaste un largo gemido.

Recuerdo que te dije, apoyando ambas manos en la cama con los brazos estirados y mirándote fijamente: — ¿esto es lo que quieres, pequeña puta?

—Sí, sí, joder… SÍÍÍ —gritabas.

Y te follé con golpes directos mientras te morreaba, nos morreábamos, sin parar.

La noche dio paso a la lujuria.

¡Qué bien besas Mara! Qué pasión, qué entrega, me vuelves loco. Se me está poniendo dura otra vez y deseo tu boca ahora mismo. ¡Qué putada no tenerte!

Recuerdo cómo te corriste.

Me decías, —no te cortes, ¡más fuerte, cabrón!— Tus palabras me envalentonaban, me excitaban violentamente. Hay pocas mujeres que sean tan explícitas verbalmente durante el sexo y escucharte era embrutecer. Tu lenguaje sucio me invitó a destrozar esa cueva, convertida ahora en una bestia oscura y continué empujando y empujando, como nunca lo había hecho antes, cada vez más rápido. Tú bramabas poseída. —Dame más…quiero más. Más, joderrrrrr.

— ¿Así, puta?— te espeté queriendo romper tu asqueroso coño de perra.

—Oh, joder, sí. Sí, SÍIIII! Si, cabrónnnn. Me voy a correrrrr yaaaaaa!!!!! Ahoraaaaa!!!! No pares…sí, joder, siiiii,,,Diooooosssss. 

— ¿Así que te gusta que te jodan duro?— te pregunté embistiéndote con todas mis jodidas fuerzas.

—Síii, SÍIIII, joder, SÍIII, me corro, me corro, cabrón —. Me agarraste las nalgas para sentirme más y seguías gritando,  —me corrroooo, sigueeee.

— ¿Así, maldita zorra?

—Oh síiii, síii, me corro, ahora, ahora, ahoraaaaaaaa, me voy a correrrrrr, Diosssss, me corroooooo…….

¡Joder! ¡Qué orgasmo tuviste!, ¿verdad? ¡Qué pasada!

Cuando acabaste, te fuiste tranquilizando pidiendo mis brazos y mis caricias y diciéndome — no  pares ahora, ¡Sigue tocando mi coño pero,… con cuidado!

Yo me tumbé a tu lado examinando tu cuerpo aunque aún tenía una erección considerable. ¡Qué hermosa estabas!

Al poco rato me pediste un cigarro y algo de beber. Me levanté y me dirigí al mini bar. En esos hoteles tienen de todo. — ¿Algo más de whisky?—te pregunté.

—No, prefiero algo fresco. ¿Qué tal un poco de agua?

Me pareció buena idea. Había bebido demasiado vino en la cena. Cogí dos copas,  un botellín y el paquete de tabaco. Encendí dos cigarros. Me tumbé junto a ti de lado apoyando el codo entre los cojines y te puse el pitillo en los labios. Exhalaste profundamente.

Luego te giraste hacia mí y me dijiste sonriente —Ha sido increíble— y diste otra calada.

Espero que no te hayas aburrido todavía pero quiero seguir  deleitándome. Aún quedan horas de vuelo y no puedo parar de escribir fascinado con el regalo que me hiciste.

Comenzamos a charlar un rato. Las palabras fluían. Empecé a tener la sensación de que ya nos conocíamos por la tranquilidad de nuestros actos. Comentabas que te gustaban los cuadros de paisajes simbólicos que colgaban de las paredes al estilo Julio Romero de Torres. Los describías como escenarios oscuros y artificiosos con luces extrañas donde la perfilada figura humana miraba directamente al espectador intentando que adivináramos quiénes eran. Hablabas lentamente, algo ensimismada, casi como si leyeras parte de una novela. Decías que todas esas personas ya estarían muertas. Te preguntabas cómo habrían sido sus vidas, si conocieron el amor, si alguna vez  fueron abandonadas, si probaron las drogas, si sufrieron o si, por el contrario, habrían sido felices. — ¿Habrán existido realmente? o ¿son tan solo producto de la imaginación del pintor? —me preguntabas.

— ¡Fíjate en ese! —señalaste un lienzo mal iluminado que estaba entre los dos ventanales corridos por espesas cortinas de terciopelo negro.

—Obsérvalo detenidamente —me dijiste.

—Fíjate en su mirada. ¿Qué crees que piensa? —me preguntaste.

Yo te dije —pues,… no sé. Dime qué ves tú.

— ¡Vale!

—Está claro que es una gitana. Hermosa y elegante. Nos mira segura de sí misma.  Su pendiente en forma de perla y el pelo recogido en un moño bajo nos dice que está casada. Probablemente tenga treinta y cinco años pero aunque su expresión muestra serenidad está como,… enjaulada. ¿Qué le habrá pasado?

Yo te observaba mientras seguías hablando de ella. Contabas las cosas como si fueran un cuento o un relato, igual que Carmen mi tía. A veces era extraño escucharte. No sabía bien si tus opiniones eran reales porque muchas veces terminabas con un interrogante las frases, como si vacilaras de todo. Pero aunque no supiera qué era real y qué inventado, me gustaba oírte, me daba tranquilidad.

—Diría que esconde algún secreto y nos reta a que, al menos, percibamos su desazón porque necesita liberarlo. Pero ella está atrapada en el lienzo de su vida y solo un desconocido como nosotros puede convertirse en su cómplice—dijiste con cierto pesar.

Tu rostro se mimetizó con la mujer del cuadro y pude ver la tristeza en tus ojos que brillaban como si estuvieras a punto de llorar. Me acerqué y besé con delicadeza uno de tus párpados.

—Mara, ¿estás bien? —te pregunté.

—Sé que esa mujer no es feliz —dijiste sin responder a mi pregunta. De repente, estabas ausente. Te levantaste sin mirarme rodeando tu cuerpo con la colcha y te escondiste en  el baño durante un largo rato.

Un poco después volviste con una sonrisa chispeante como si nada hubiera pasado. Te acercaste a mí haciéndote un moño alto, me diste un beso y empezaste a tocar mi órgano con suavidad. Me susurraste — ¡Qué dura la tienes!

Esa mezcla de ternura e invulnerabilidad me ponía muy cachondo, la verdad, y me entraron unas ganas terribles de joderte.

Te contesté que estaba esperando el momento perfecto para follarte y comenzaste a masturbarme.

— ¡Vaya! si la tienes grande —dijiste mientras cogías los huevos con la otra mano.

Te pregunté si iba en serio que esta noche serías mi puta y tú me dijiste con cierta provocación que estabas a mi disposición.

— ¿Ah sí? —te expresé.

— ¿Qué es lo que quieres que haga cabrón? —reíste.

Tu insolencia y atrevimiento me encendió más. —Tú no vas a hacer nada —te dije mientras me incorporaba sobre la cama.

Entonces te giré tendiéndote boca abajo.

—Me encanta follarme los culos, ¿sabes? —te expresé.

Ta abrí un poco las piernas y te metí un dedo en el ano. Soltaste un pequeño grito y cogí mi polla para introducirla en tu trasero. Estaba muy caliente. Cuando empecé a penetrarte te zafaste suavemente de mí diciendo que eso era demasiado para un primer encuentro.

Cogiste el mando y me dijiste con cierta burla — ¡Vicioso reventador de culos! Para eso tendrás que esperar, pero te voy a hacer una mamada con esta herramienta que poseo como ninguna otra zorra lo ha hecho antes —te metiste en la boca la mano cerrada mordiendo algunos nudillos de tus dedos. ¡No lo pude creer! ¡Qué sexualidad! ¡Maldita zorra! ¡Qué frescura! Entonces me tumbaste sobre las sábanas y te acercaste a mi polla y empezaste a comértela. Poco a poco hasta conseguir introducirla entera en tu boca. Yo pensaba que sería difícil que lograras que me corriera con una mamada porque nunca, o casi nunca, ninguna otra lo había conseguido. Pero, ¡tu manera de hacerlo! ¡Cómo sentía que disfrutabas lamiéndome! ¡No tenías prisa alguna! Es como si sintieras que mi polla te pertenece. Me recordó a cómo se para el tiempo para una niña cuando disfruta lamiendo su piruleta. Esa misma sensación la notaba en ti. Empecé a ponerme enfermo de ardor, de calor, de excitación. Te cogí la cabeza para  empujarte más y más. Te decía — ¡ay puta! ¿Cómo haces eso? ¿Quién te ha enseñado? Si sigues así me voy a correr en tu boca—. Tú seguías saboreando tu piruleta y el semen empezó a subir por mi verga.

—Me corro, Diossss, me corro…. Mara, me voy a correr ya en tu maldita boca de ramera —. Y el semen salió entrando en tu paladar, hasta tu garganta. ¡Qué fantástica y nueva sensación! ¡Nunca antes! de verdad, nunca. Eres una PUTA y admirable diosa.

Mara… Te tragaste mi líquido por completo. Yo quedé exhausto mirando el artesonado del techo y tú te fuiste acomodando junto a mi cómo una discreta serpiente diciendo en un tono suave que mi semen estaba delicioso. Te besé suavemente y te pregunté de dónde habías salido. Tú simplemente sonreíste y nos quedamos abrazados mirándonos hasta que me quedé dormido.

Mara, te tengo que decir que, aunque mi situación actual es de compromiso, acabo de descubrir una nueva fuente de placer. TÚ. Y quiero más. No voy a Madrid mucho pero si vuelvo, te lo haré saber.

Muchas gracias por el libro y hasta pronto. Voy a intentar dormir un poco.

De: Mara

Fecha: 9  de octubre de 2010, 09:00

Para: Claudio

Asunto: increíble

¡Vaya! El otro día tuve la sensación de que la única que hablaba era yo pero ya veo lo que dan de sí los vuelos largos.

Yo solo te diré que nuestro encuentro también ha superado mis expectativas…

¿Sabes que todavía sigo oliendo a ti?

De: Claudio

Fecha: 9 de octubre de 2010, 12:22

Para: Mara 

Asunto: increíble

Mmm, Mara. Lo más sorprendente para mí fue la consistencia de nuestros deseos.

Creo que nunca había encajado sexualmente con alguien tan rápidamente en la primera cita y nunca había conocido a ninguna mujer que disfrutara tanto del sexo. Lo mojada que estabas desde el principio, las cosas que me decías, la ropa interior que llevabas… Me hubiera gustado seguir pero me quedé dormido y desapareciste. Estaba cansado y bebí demasiado. Tenías razón sobre lo de no alcohol… Podríamos haber seguido…, como los dragones de Komodo.

No tengo ninguna visita prevista a Madrid pero espero tener otra oportunidad de experimentar más a fondo durante una noche entera, escuchar tus historias y,… conocerte mejor.

Un beso.

De: Mara

Fecha: 10  de Octubre de 2010, 09:00

Para: Claudio

Asunto: increíble

¿Sabes cómo se aparean los dragones de komodo?

Durante el periodo de celo, los machos combaten por las hembras hasta que uno queda sometido en el suelo. Sus cuerpos están cubiertos de ásperas escamas. Luchan entre ellos levantándose sobre las patas traseras. Es sórdido pero antes de la lucha pueden llegar a vomitar, incluso defecar. El victorioso finalmente se acercará a la hembra y le restregará su larga lengua para saber si está receptiva. Ésta se intentará zafar con duros zarpazos e incluso mordiscos, pero el macho conseguirá inmovilizarla antes de la penetración. Durante el cortejo, el dragón lame a la hembra y le provoca fuertes arañazos hasta que consigue copular con ella insertando uno de los dos penes que posee. (¡Dos penes! ¡Increíble! ¿Verdad?). La tendrá sometida durante todo el acto para evitar ser herido. Al finalizar, se quedará varios días junto a ella con la intención de que otros machos no se apareen con ella.

Así funciona la especie…

Y mi cuerpo aún se retuerce y,… no estás aquí y enfermo de sexo…

De: Claudio

Fecha: 11 de octubre de 2010, 11:02

Para: Mara 

Asunto: increíble

Pues no sabes cómo me gustaría penetrarte en todos los orificios de tu cuerpo, vaciarme dentro de ti, cortejarte como los dragones, usarte para mi placer…

De: Claudio

Fecha: 16 de octubre de 2010, 11:02

Para: Mara 

Asunto: increíble

El próximo viernes y sábado voy a estar en un hotel en Barajas, de ida y vuelta a Burgos. Todo muy milimetrado  pero,… ¿cómo lo tienes para continuar la experimentación?

De: Mara

Fecha: 18  de octubre de 2010, 17:48

Para: Claudio

Asunto: el hotel.

Mmm. Me encantaría jugar en esa agenda apretada  pero en un sitio más atractivo.
¿Qué tal el hotel Puerta América?

De: Claudio

Fecha: 20 de octubre de 2010, 14:05

Para: Mara 

Asunto: hotel.

Estoy de acuerdo. Ese hotel no tiene pinta de ser demasiado atmosférico pero es donde me ha puesto el cliente. Si el ambiente te pone mucho puedo intentar reservar en PA aunque no me gusta mucho dejar rastros y es un sitio donde te puedes encontrar a mucha gente. Correré ese riesgo pero a cambio, debes prometerme llevar varios juegos de lencería e irte cambiando entre las sesiones. 

¡He fantaseado tanto con tus telitas!

De: Mara

Fecha: 20  de Octubre de 2010, 21:00

Para: Claudio

Asunto: hotel.

También me gustan otros hoteles en el centro como el Urban. Los prefiero porque son actuales y no huelen a viejo. Tú verás.

El viernes a partir de las doce estaré libre. 

¿Vestido, tacón, bota, mini, camisa?

De: Mara

Fecha: 20 de octubre de 2010, 21:10

Para: Claudio 

Asunto: hotel.

Ya veo que conoces muchos hoteles en Madrid…

Vestido o minifalda, aunque con ligueros o ligas no se si no será muy descarado.

Tacón, please! Pero seguro que tú sabes mejor que yo cómo ser sexy…

De: Mara

Fecha: 23  de octubre de 2010, 00:05

Para: Claudio

Asunto: hotel

Estoy en el bar y he pedido una margarita.

De: Claudio

Fecha: 23 de octubre de 2010, 08:45

Para: Mara 

Asunto: hotel

Buenos días.

¡Vaya noche!

Me ha encantado lo que llevabas puesto. Y lo que hacías… Me excito solo de pensar en que esta noche seguimos. El único problema es que el madrugón mañana será mucho peor y no puedo perder el avión. A ver si me puedo escapar  pronto de éstos.

Hasta luego Mara.

De: Mara

Fecha: 23  de octubre de 2010, 11:06

Para: Claudio

Asunto: te espero

Si te encantó lo que llevaba puesto no viste lo que tenía en el bolso
para cambiarme… Esta noche lo descubrirás.

Te deseo.

Ven pronto.

De: Claudio

Fecha: 23 de octubre de 2010, 18:55

Para: Mara 

Asunto: te espero

Acabo de salir. Si quieres, nos da tiempo a cenar por ahí aunque, como estés en el hotel no voy a poder resistir la tentación de echarte un polvo antes. 
¿Estás ya húmeda?

De: Mara

Fecha: 23  de octubre de 2010, 19:03

Para: Claudio

Asunto: mmm

Te espero en la habitación.

De: Claudio

Fecha: 24 de octubre de 2010, 10:05

Para: Mara 

Asunto: mmm

¡Han sido dos noches increíbles!

Me han servido para saber algo más de ti. Como te he dicho, eres todo un carácter Mara. Se veía en  tu carta y ahora empiezo a entenderlo… ¿Me vas a dejar conocerte más? Algo me dice que eres muy reservada, aunque en el sexo está claro que no.

Estaré en contacto. Cuídate mucho.

De: Claudio

Fecha: 8 de noviembre de 2010, 19:05

Para: Mara 

Asunto: mmm

Hola Mara.

Como no me has dicho nada tras mi último correo no te he escrito. Pensé que quizá querías mantener la distancia, lo cual es entendible y… bastante impresionante después de aquellas dos noches.

Sé que a lo mejor es difícil mejorarlas pero no esperaba que desaparecieras. Tuve la sensación de que para ti también fueron excepcionales pero quizás me equivoco…

En todo caso te diré si paso por Madrid de nuevo…, sin compromiso.

Tengo un gran recuerdo de ti. Obviamente como amante, pero también como persona.

De: Mara

Fecha: 9 de noviembre de 2010, 18:13

Para: Claudio

Asunto: hola

Aún pienso en lo extraordinario de habernos conocido, en la despedida y en tu delicioso correo…

Y tengo claro que no me gustaría perder el contacto contigo. No he desaparecido pero…,  no tenía nada qué decir.

Además, el juego no nos conducirá a nada y algo me dice que no funcionaría. Tú tienes un compromiso y para mí la época de los chats calientes, de la expectativa que genera el desconocido a través de una pantalla de ordenador, se acabó. Me espanta.

Si empezáramos a escribirnos, lo que hay ahora cambiará con toda seguridad porque siempre tendemos a idealizar al otro, porque estamos ávidos de nuevas experiencias, de encontrar a alguien especial, a ese imaginario que nos hará sentirnos mejor. La timidez al otro lado de la pantalla se camufla, nos envalentonamos y es entonces cuando te crees ingenioso e incluso interesante. Al final, cuando conoces a tu loco ensalzado te das cuenta de que lleva calcetines blancos, tiene miedo a subir a un avión, pasa seis horas diarias jugando a la Xbox y en su estantería no hay más que libros de ciencia ficción.

Me inclino por las cosas reales…y,…te espero cuando seas simplemente real; y  real fue lo que pasó en el Puerta América.

Después de esas dos noches increíbles, como bien dices, cada día tengo por lo menos un momento en el que me deleito recordándolo. Siento la misma sensación que, a veces,  a uno le produce una buena película días después de haberla visto en el cine. Vas recreándote en las escenas, en algunos diálogos, y vas sintiendo cómo coge sustancia en tu cabecita el film entero. Es como si todavía siguiera vivo y va entrando cada vez más hondo en tu interior para reposar con lentitud y conquistarte definitivamente. Las dos noches del PA siguen muy vivas, se están formando todavía y pensar en ellas me produce un placer, si cabe mayor al que obtuvimos estando juntos…

De: Claudio

Fecha: 9 de noviembre de 2010, 18:35

Para: Mara 

Asunto: hola

Me alegra leer que no quieres perder el contacto. Por un momento lo pensé.

Al fin y al cabo, no sé nada de tu vida aunque leyéndote, veo que tienes las cosas claras. Lo entiendo pero ¿siempre eres así de directa? Te confieso que asusta un poco…

Y te confieso también que me gustaría tenerte más para atrapar de nuevo tu cuerpo firme dejándose llevar por la cámara…mmm,… como la segunda noche.

Te espero.

Claudio.

De: Mara

Fecha: 9 de noviembre de 2010, 23:13

Para: Claudio

Asunto: hola

¿Qué te parece si me invitas a cenar un día que puedas? Reservo un billete y nos vemos en Londres.

De momento, disfruta con estas líneas que rememoran esa “segunda noche”.

 

…Recuerdo cuando apareciste en la habitación.

Yo estaba de pie caminando de un lado a otro, esperándote con un poco de ansiedad. Llevaba puesta mi prenda favorita. Un abrigo rojo de franela de cuello alto, largo hasta los tobillos. Mis zapatos de charol con pasador metálico en color azul añil y un recogido alto en el pelo. Sentía un tremendo hormigueo en el cuerpo. Te deseaba ya desde el momento en que te marchaste por la mañana a  Burgos. El día se me hizo largo. Además, tenía una sorpresa preparada para ti y me ponía muy nerviosa no saber cómo reaccionarías. Ya me había tomado dos copas de champagne y si tardabas mucho más acabaría con la botella.

¡Dios! ¡Qué cara pusiste cuando empezaste a descubrir en qué consistía el juego!

¿Qué debiste pensar antes de cruzar la puerta al ver la polaroid colgando del tirador? Enseguida me preguntaste qué hacia eso allí. Yo simplemente contesté que estaba esperando a un atractivo fotógrafo porque esa noche me habían citado para hacer una sesión de fotos muy…

Te miré maliciosamente tomando un  sorbo de mi copa.

—Así que ¿hoy seré tu fotógrafo, Mara? —me preguntaste con cara de expectación.

Me acerqué a ti y haciéndote beber un trago de mi copa, te contesté que sí.  

—Mmm. ¿Qué estarás tramando? —me dijiste cogiéndome de la cintura.

Me decías que habías estado todo el día muy desconcentrado durante la reunión con  el galerista. Que se te iba la cabeza continuamente pensando en lo vivido la noche anterior y que no veías el momento de verme de nuevo. Me diste un beso, dos, cien. Intentaste desabrocharme el abrigo pero no te dejé. Te dije que antes debías ducharte y relajarte un poco porque la noche iba a ser intensa. Entonces te dirigiste hacia el sillón. Te fuiste quitando la ropa. Quedaste desnudo y pasando junto a mí, camino hacia el baño, preguntaste que por qué no me quitaba el abrigo. Yo simplemente te contesté que la sorpresa estaba en el interior y que en un rato la descubrirías.

Después de diez minutos apareciste guapísimo con un albornoz blanco de algodón. Limpio y relajado. Tu silueta destacaba notablemente entre los paramentos negros y curvos de la habitación de Zaha Hadid que escogimos esa noche.

Entonces te dije que ahora era el momento de empezar a trabajar, que debías coger la cámara y disparar. Puse una música algo subida de tono, un poco de Leonard Cohen, que siempre es tan sensual.

Tú estabas de pie en el pasillo junto a la zona del baño y yo me acerqué hacia el enorme ventanal que vuelca a la Avenida de América. Comencé a desabrocharme el abrigo despacio,  moviendo mi cuerpo levemente, como a ti te gusta. Empezaste a hacerme fotos y te reías. Parabas, me mirabas, volvías a disparar. Te acercabas un poco, al principio con cierta timidez. Me di la vuelta y dejé caer el abrigo resbalando por mi espalda. Cuando me lo quité del todo tu cara cambió. Repentinamente apareció en tu rostro el deseo y tan solo dijiste — ¡Guauuuuuu!

Claudio. Estuve toda la tarde en casa preparándolo. Me arreglé concienzudamente para la ocasión. Primero, me di un buen baño con sales de lavanda que nunca me faltan. Busqué un vestido que hacía tiempo que no lucía. Preparé las medias, los ligueros, la lencería. Me puse la crema hidratante con parsimonia y finalmente busqué un cinturón ancho de piel color berenjena muy especial que compré hace años en un mercadillo en Praga. Cuando abrí el cajón de los cinturones, éste cedió. Se debió romper alguna de las guías laterales dejando caer prácticamente toda la colección de cinturones que estaban perfectamente enroscados. Entonces se me ocurrió la idea. Recogí todos los cinturones del suelo y saqué también los pocos que quedaron en la cajonera. Los puse sobre la cama  y fui colocándolos uno a uno alrededor de mi cuerpo, atándolos horizontalmente dibujando un vestido corto de rayas.  La cadera la cubrí con un cinturón ancho de piel negra y pequeñas tachuelas de plata. Se cerraba con una hebilla lateral metálica tapando el pubis. Otros cinturones de piedras y bolas más estrechos recorrían toda la cintura. El pecho lo cubría otro cinturón formado por tres tiras cosidas entre sí de piel blanda. Mis tetas quedaron comprimidas por el nudo delantero que asía el cinturón. Los pezones quedaron escondidos por la tela pero parte de la carne salía por los lados. Algunos de los cinturones, los más pequeños, rodeaban mis brazos a modo de brazaletes y pulseras. Me divirtió mucho la situación. Cuando estuve lista me maquillé, me peiné, me puse las medias despacio, los zapatos, el abrigo y me fui de casa, sin vestido…Llamé a un taxi y llegué al hotel.  

Y allí estábamos los dos.

Tú con tu cara de sorpresa y yo lista para la sesión fotográfica más ácida que iba a tener nunca. Por un momento, creí que me había dedicado a eso toda mi vida. ¿Cuántas niñas en su pubertad no han querido ser modelos? En realidad, yo nunca fantaseé con la idea. Más bien quería ser bióloga, al menos científica y descubrir una nueva cura contra el cáncer pero esa noche saqué mi lado exhibicionista. ¿No lo tenemos todos?

Empecé a dar vueltas sobre mí misma. Por detrás podía adivinarse  parte de mi culito como si llevara una mini muy muy corta.

Seguía girando, riéndome y haciéndote muecas cómplices hasta que me dijiste —Mara, para. —Mirándome con gran deseo seguiste hablando — ¡Eres una puta diosa hermosa! Te voy a fotografiar cada centímetro de tu piel. Estás jodidamente erótica—. Y tomaste el mando. En ese momento afloró el fotógrafo sagaz que escondes.

—Quiero que me hagas un estriptís —dijiste.

—Mmm. —contesté. —Vas a quitarte, uno a uno, cada cinturón mientras yo te retrato.

Entonces, la modelo empezó a trabajar. Me movía de un lado a otro. Cambiaba de cara. Ahora seria, ahora enfadada. Ahora con una sonrisa histriónica enorme como las que ponen las maniquís del Vogue. Me dejé llevar. Me acerqué hasta la mesa ondulada de corian del escritorio y me apoyé de espaldas colocando las manos en el borde. Fui dando vueltas sobre mi misma sin apenas despegarme, acercándome cada vez más a ti. A cada paso iba desabrochando alguno de los cinturones y los iba tirando al suelo, a la cama e incluso, a veces,  te los lanzaba a ti.

De vez en cuando, en las posiciones más excesivas, me decías —Mara, para. Estate quieta. Sonríe. Lánzame un beso, tócate un pecho. Gírate, desabrocha la hebilla—.Ya no podías parar. El ritmo de la noche crecía. Los dos estábamos pletóricos, entregados, felices. Disfrutamos como dos adolescentes. Yo me movía por toda la habitación y tú me seguías. Te acercabas a mí. Te agachabas para disparar desde abajo. Fotografiaste mi culo, mis tetas enormes que ya quedaban al descubierto, mi rostro…

Me acuerdo cuando me pediste que me pusiera en el ventanal de espaldas a ti mirando hacia la calle. Solo quedaba despojarme del último cinturón que cubría mi cadera.

Abre las piernas. Levanta los brazos y estíralos en diagonal hacia arriba, me pedías.

— ¿Como el “hombre” de Vitruvio? —te pregunté yo.

—Exacto. Así…así,… ¡fantástico! Quiero ver las proporciones perfectas de tu cuerpo —. Yo te obedecía. —Y ahora gira la cara y mírame —. Shoot. Un disparo. —Ahora seduce al cristal. Baila con él—. Yo me movía sinuosamente como una culebra dejando la baba de mi cuerpo por la superficie. —Gira la cara y mírame—. Shoot, shoot shoot. Tu cámara estaba a cien. Tú seguías pidiéndome distintas posiciones. —Ahora gírate. Así. Abre más las piernas. Bien. Resbala hacia abajo doblando las rodillas. Ahora, métete un dedo en la boca. Muérdete el labio. Mírame otra vez. Shoot, shoot, shoot, shoot, shoot…. Tócate. Tócate los pechos, el pelo, shoot, shoot, el pubis. Shootttt— Y finalmente me rogaste que me despojara del último cinturón. Seguías fotografiándome mientras yo iba desatando las tres horquillas de la hebilla hasta que, shoot, mi pubis quedó al descubierto. En ese momento me dijiste —abre más las piernas y no te muevas—. Te tumbaste en el suelo. Yo me reía y te decía — ¿qué pretendes hacer?—

Te vi tumbado en la alfombra negra  que cubría el suelo y te deslizaste hasta que tu cabeza quedó directamente debajo de mi coño.

 —Ahora tócate el coño. Así, más. Retuércete, que bailen tus piernas alrededor de mí —me dijiste—. Yo te obedecía con entusiasmo e iba cambiando de posición pasando las piernas alrededor tuyo. Estaba entregada al objetivo. Al calor de la noche. Me sentía exultante, libre,  y  tú seguías pidiéndome movimientos, Shoot. —Abre tus labios—. Shoot, shooottt. —Más. Quiero ver el agujero de tu jodida vulva dentada. Baja hasta mi boca,  Quiero chupar tu coño. Ahora, pásate este cinturón por tu rajita. Ponme cachondo, pequeña zorra… más cachondo ¡¡¡Joder!!! Ven, dame tu coño, quiero chuparlo. Quiero absorber tus fluidos —. Me agarraste las piernas y yo doblé las rodillas. Cuando tu lengua alcanzó mi vulva, sentí un ardor indescriptible. Algo vibró en mi interior. Shoot. Dejé resbalar el último cinturón por mis labios exteriores. —Ábrelos más, MÁSSS. Mara. ¡Oh! ¡Mara!, ¡jodida puta! —. Shooot. Otro disparo. Yo oía el clic de la cámara continuamente. Clic, clic, clic, shoot. —Quiero ver como tu clítoris se hincha. Tócate porque voy a fotografiar tu órgano agrandado, putita sabrosa. Sigue así, no vaciles —. Yo estaba tan excitada que solté el puto cinturón y empecé a masturbarme. Apoyé mi espalda en el frío cristal del ventanal y lo hice frenéticamente. ¡Guauuu! Tu cámara estaba a punto de romperse. Yo, a punto de alcanzar el orgasmo. Solo podía oír shoot, shoot. —Dame tu entraña Mara. Todo. Quiero bebérmelo todo. Córrete que después te voy a follar hasta hacerte reventar—. Guauuuuuu. ¡Qué pedazo orgasmo tuve, cabrón!

Me quedé sentada en el suelo apoyando la espalda en el vidrio exhausta, con las manos cubriendo mi vulva para apaciguarla. Me hiciste la última foto antes de soltar la cámara y te levantaste. Fuiste hasta el escritorio, apoyaste una mano en él y me dijiste —Mara, ven aquí.

Me encanta tu voz cuando dices mi nombre. Yo me había quedado completamente desnuda. Solo me quedaban los tacones y las medias. Me incorporé despacio y me acerqué a ti quitándome los zapatos. Estabas de pie con el albornoz atado guapísimo.  Me sentaste en el escritorio ligeramente. Deshiciste el nudo de tu cinturón. Apoyé mis manos en tu torso abriendo el albornoz un poco. Me levantaste una pierna asiéndola con tu brazo y me follaste.

Mmm.

De: Claudio

Fecha: 9 de noviembre de 2010, 23:25

Para: Mara 

Asunto: hola

Joder Mara. ¡Cómo me he puesto de nuevo!

¡Qué pena que borraras las fotos que te hice cuando dejamos el hotel! Al menos ahora podría contemplarte así de sugerente cada vez que ansiara tu cuerpo. Y no estás aquí…

Por otro lado y respecto a lo que dices de venir aquí, me encantaría invitarte pero ya sabes que mi situación doméstica es complicada y tendría que encontrar el momento apropiado. Es casi más fácil verte cuando viajo a España.

De hecho, el lunes 15 de este mes he de dormir en Barcelona. Mi agenda quizás permita una cena antes.  

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010 01:15

Para: Claudio

Asunto: Heidi

Está bien. Entiendo lo que dices. 

Por cierto, el otro día me escribió “Heidi”. Me decía que te conoció en una fiesta en Londres. No sé a qué vino porque hace al menos diez años que perdimos el contacto y me sorprende recibir un correo suyo después de tanto tiempo. De repente, sin más, me habla de ti. ¿Le has contado algo de <<lo nuestro>>?

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 01:55

Para: Mara 

Asunto: Heidi

¡Heidi! ¡Joooder! ¡Vaya chica!

Pues sí. La conocí y Mara, respondiendo a tu pregunta, no, no le conté nada de lo nuestro pero,… ¿te preocupa que alguien sepa lo que tenemos? Si tenemos algo, claro…

 De: Mara

Fecha; 10 de noviembre de 2010, 02:03

Para: Claudio

Asunto: Heidi

No es por nada, pero el conocido eres tú, no yo. ¿Por qué me iba a preocupar?

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 02:03

Para: Mara 

Asunto: Heidi

¿Eso es todo? ¿No quieres saber lo que sucedió?

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 02:07

Para: Claudio

Asunto: Heidi

No. Ten cuidado con ella.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 02:08

Para: Mara 

Asunto: Heidi

Quizás debería tener cuidado contigo… Heidi es una presa,… ¿cómo lo diría? ¿Demasiado fácil?

Perdona mi honestidad pero contó cosas de ti muy suculentas. Diría que habló en exceso y gracias a su indiscreción, ahora sé un poquito más de tu “acalorada” vida.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 02:09

Para: Claudio

Asunto: Heidi

Supongo que no quedé en buen lugar pero francamente, a estas alturas no me interesa mucho lo que pueda decir.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 03:50

Para: Mara 

Asunto: Heidi

Exactamente, no diría que hablara mal de ti aunque está claro que vuestra amistad le provocó un impacto enorme. Tú saliste en la conversación accidentalmente tras un buen rato aguantando su borrachera. Te lo voy a contar. ¿Por qué no? Y para no perder la costumbre,… a modo de historia.

Después de una presentación de un libro de arte a la que tuve que asistir, me escondí en el patio trasero de la galería para evitar saludar a  babosos estúpidos que intentan mostrarse ingeniosos para que les caigas bien porque saben quién eres…

Llevaba un rato solo, tranquilo y me encendí un cigarrillo.

No había dado más de dos caladas cuando alguien irrumpió ruidosamente en el patio. Me giré. Por un momento pensé que eras tú porque el parecido resultaba inquietante y no exagero. Sus ojos oscuros y chispeantes miraban como lo haces tú. Su pelo negro cortado a lo garçon le daba personalidad y tenía los mismos rasgos de tu cara. Tan solo su nariz, demasiado prominente, rompía la armonía del rostro. Llevaba un top azul eléctrico y una falda corta brillante en tonos dorados. Además iba descalza y reía sin parar. Se acercó zigzagueante hacia mí.

—Hy, I’m Heidi. Do you invite me to smoke? —dijo soltando una carcajada tosca.

Sorprendido por su actitud alocada, le pregunté (en español, su acento era inconfundible)  qué era lo que le parecía tan gracioso. Me contestó que todavía se estaba riendo de un chiste que le acababan de contar.

—Oye, ¿quieres que te lo cuente? Es bueno.

—No gracias. No quiero juerga —, y le tendí la cajetilla de tabaco.

—Perdona. No es que quiera molestar. ¿Ok? —dijo.

Me pidió disculpas pero seguía riendo y no estaba quieta. Se movía de un lado a otro al ritmo de la música plástica que venía de dentro. Juraría que había tomado alguna pastilla y, claramente, había bebido de más. De hecho, llevaba una botella de vinoy bebía compulsivamente de ella. Tenía más o menos tu edad. Me contó que era española y que llevaba unos años viviendo aquí, que le fascinaba Londres y, especialmente, sus fiestas. En realidad, ya la había visto en alguna ocasión aunque nunca había cruzado palabra con ella.

— ¿Ah? Yo te conozco,… te conozco de algo —expresó.

—Ah sí, tú eres,… ¡coño! Claudio la Torre. O de la Torre. ¿Cómo es? Guauuu, admiro tu trabajo, me encanta, me encanta, ¡¡¡me ennnnnncanta!!!

Así siguió un buen rato, halagándome sin disimulo alguno. Me estaba cabreando esa chiquilla chirriante pero de repente se calló, se sentó frente a mí y acercó su rostro poniendo el cigarrillo en la boca con desvergüenza. Encendí el mechero y se lo acerqué. Me miró y exhaló dando una calada larga.

— ¡Dios! ¡Qué ganas tenía de fumar! ¡Putas leyes que lo prohíben todo! Jaja —y siguió riendo.

No sé qué le hacía tanta gracia pero su enorme atractivo se esfumaba con esa verborrea vulgar.

—Vale, vale, para un poco. ¿A qué te dedicas? —le pregunté para ver si paraba su risa boba.

—A lo mismo que tú. ¡Al aaaaarte! —contestó haciendo aspavientos con sus brazos con cierta sorna y como queriendo ponerse trascendental.

— ¿Al arte? Exactamente ¿a qué? —le pedí más información.

—Bueno, en realidad, mis padres tienen galerías aquí y allá. Compran, venden, buscan new talents y yo de vez en cuando paso por el West End para fichar.

— ¿Para fichar? pero ¿qué es lo que haces exactamente? —le volví a preguntar.

—Bueno, no mucho. Hablo con Emma, la encargada de la galería central. Es una tía estirada y bastante antipática. No le gusto. Sé que me considera una niña mimada que no hace nada interesante. Y en realidad, ¿sabes qué? Tiene razón. ¿Para qué te voy a engañar? —. Me hablaba como si ya nos conociéramos. Dio un trago más a la botella y empezó a reírse de nuevo. Seguía diciendo que se decidió  a estudiar arts and design más bien inducida por sus padres pero que si fuera por ella, en realidad seguiría en la facultad porque trabajar era un rollo. Tenía unos treinta años pero se comportaba como una cría. Continuó hablando de su etapa en la universidad explicando cosas banales. Me contaba que nunca entregaba los trabajos a tiempo; citaba algún ligue pasajero y a sus amigas,… sus amiguísimas íntimas con las que, en situaciones de ferviente impulsividad, había pasado ciertos límites… Esta chica no se cortaba un pelo. Me miró con un forzado misterio en su rostro buscando una reacción en mí y yo (no sé bien por qué) decidí entrar al trapo.  (En realidad, soy tan soso que su frescura me despertaba por momentos un no sé qué).

— ¿Qué quieres decir? —le pregunté.

—Bueno, ya sabes, cuando eres joven quieres…, te dejas llevar sin más. Pasas los putos límites ¿no?  —preguntó buscando mi aprobación.

—Sí, claro pero ¿de qué límites hablas exactamente? —le volví a preguntar mostrando interés.

—Bueno pues eso, lo normal…

— ¿Lo normal?

—Joder, sí, lo normal. Me refiero al sexo entre tías ¡joder!, entonces era una prueba de modernidad.

— ¡Ah! No sabía que ibas por ahí —dije con sinceridad.

Pues claro, tío. Ya sabes. Te acuestas con tus colegas aunque te vayan más los tíos. A eso me refiero ¡coño! Entre las chicas es muy NOR-MAL  —. Me miró como si yo fuera tonto y continuó citando  varios nombres. —Ana —decía que era una rubia muy alta y tetona a la que le encantaba embadurnarse con aceites el cuerpo cada vez que se masturbaba,… hablaba de otra bastante callada y enigmática pero contaba de ella que cuando alcanzaba el orgasmo se transformaba citando frases de la biblia a borbotones. —Jaja —.Reía y reía.

Yo no le prestaba demasiada atención. Reconozco que, a veces, tenía chispa pero me ponía  nervioso su voz gritona y no sabía cómo hacerle callar. Continuó hablando de otras cuantas amigas más y de las tórridas noches donde acompañadas de las botellas de vino que robaba ella misma del restaurante del campus despertaba sexualmente.

— ¿Sabes dónde lo hacíamos? —me preguntó.

— ¿Dónde? —le pregunté sin mucho entusiasmo volviendo a encenderme un cigarro. Aproveché el momento para  pedirle que bajara el tono de  voz.

Me miró frunciendo el ceño pero por fin, su expresión se templó.

Se levantó y dio unos pasos hacia la esquina del patial del jardín de donde colgaba una buganvilla algo seca. Arrancó una flor y se la acercó a la nariz para olerla profundamente.

— ¿Has conocido alguna vez a alguien que te haya marcado en la vida a lo bestia? —me preguntó volviendo hacia la mesa.

—No —le contesté.

—Pues has tenido suerte, tío. Yo sí.

—Ya, pero, un momento,  me estabas contando dónde os reuníais tus amigas y tú.

—Ah, sí perdona, perdona —contestó. —Pues,…pues en el mismísimo despacho del chancellor. —musitó como si creyera que alguien pudiera oírnos. —Así de desafiante era Sophia,…

— ¿Sophia? —pregunté.

—Sí. ¡La perversa de SO-PHIIIIA! Aunque yo no iba a  los putos encuentros que organizaba si no iba,… Mara.

Sin poder controlar mi impulso, di un respingo sobre la silla. Estaba algo aburrido con esa historia frivolona pero cuando oí tu nombre tuve el convencimiento de que se trataba de ti. Te confieso que me pues muy nervioso.

— ¿Quién has dicho? —pregunté tratando de disimular mi súbito interés por la historia.

— Sophia, la doña perfecta más insaciable que jamás he conocido.

— ¿Sophia y,…Mara? —le pregunté despacio sosteniendo la conversación.

—Sí, mira. “Wait!” —dijo sacando el móvil que escondía bajo el top, y con un tono que no correspondía ya a su edad, me acercó la pantalla diciendo —Mira. Esta es Mara. ¿A que es guapa la tía?

¡Ahí estabas tú!

Te tengo que confesar que mi cuerpo se torció al verte.

Os encontrabais las dos mirando al objetivo con las caras apretujadas mostrando una  sonrisa perfecta. Era una de esas fotos hechas con el móvil donde se quiere dejar constancia de un momento importante aunque uno no salga favorecido por la cercanía del disparo. Sin embargo, aún así, tú estabas alegre y risueña, jodidamente hermosa. Las maneras de Heidi son algo vulgares y le falta ese toque sexual tan natural que tienes y que utilizas conscientemente para sacarme de quicio.

Desde ese instante, moría de curiosidad por saber más de la historia, empecé a creérmela y le pregunté si erais amigas. Al ver que ahora le prestaba de verdad atención continuó hablando con más énfasis.

—Sí. Al principio éramos solo compañeras de cuarto pero terminamos siendo muy amigas. Lo hacíamos todo juntas. Comer, estudiar, salir, hasta que,… ¡BOOM! Un día todo se rompió —. Su gesto, ahora adusto, no podía esconder una devoción, quizás exagerada hacia ti.

—Y ¿qué pasó? Intuyo que ya no sois amigas —expresé.

—No —contestó metálicamente acercándose a la silla y cuando se sentó, comenzó a hablarme de ti.

La escuchaba atentamente. Entre otras <<sabrosas>> cosas, me contó que siempre destacabas en todo, que tu expediente académico era sobresaliente, que salías con hombres que te doblaban la edad, (me nombró un professor por el que perdiste el “culo” éstas fueron sus palabras textuales”),… que eras muy entusiasta en todo lo que emprendías (de eso no me cabe la menor duda), que eras vanidosa y algo caprichosa; cercana pero a la vez impenetrable (de esto último ya he percibido alguna ráfaga), que  tenías secretos que solo ella sabía (lo contaba como si fuera una privilegiada por conocerlos). Debo reconocer que me dejó intrigado. Necesitaba saber más.

—Heidi ¿hace cuanto no os veis? —La volví a preguntar mostrando una confianza fingida para que no se bloqueara.

—Exactamente doce años —contestó perdiéndose en sus recuerdos.

— ¿No me contarás qué pasó entre vosotras? —le dije ofreciéndole otro cigarro.

—Mmm. —balbuceó mirándome con fijeza como queriendo atravesar mi cerebro para averiguar por qué mostraba tanto interés. Esta chica no era tan tonta como pensé al principio.

— ¡Ya veo que te va el morbo! Ok. Pero,… ¿Qué me darías a cambio? —contestó meneando la cadera sin moverse de la silla al ritmo de la música y dando otro sorbo de la botella. Desapareció en ella esa mirada perdida de unos segundos atrás.

— ¿Un cigarro? —le pregunté.

— ¿Crees que me voy a conformar con un cigarro de Claudio de la Torre? ¡Ja! —rió secamente —. ¡No seas pringao!

— ¿Entonces?

—Mmm,… por ejemplo,…joderrrrr, ¡¡¡ya lo sé!!! Llévame a  tu estudio. Me encantaría ver cómo trabajas.

—De acuerdo —le dije mostrándole una escueta sonrisa.

— ¡Genial! ¡Genial! ¡Guauuuu! ¡Qué pasada!

—Vale, vale, para quieta —le corté riéndome yo también. (Reconozco que tenía gracia su espontaneidad).

— ¡Ups!, perdona, es que a veces me pierdo y estoy “a little drunk”

—Me ibas a contar lo que pasó entre tu amiga y tú —la empujé a que siguiera.

— ¡Ah! Sí, sí, bueno,… pues,… en un momento dado pasó de mí —expresó encogiendo los hombros —. ¡Ya ves!… El segundo año entró Sophia, la tía que te comenté antes.

— ¿Me sigues no?

—Sí.

—Bueno, en realidad era su prima y Mara…no sé… cambió. Joder. Cuando me presentó a Sophia sentí un rechazo brutal. En realidad, fue mutuo. ¿Sabes lo que quiero decir? Seguro que te ha pasado alguna vez.

—Claro. Muchas —contesté.

—Sophia era muy déspota con quien no le caía bien pero todo el mundo  la adoraba. Claro, era, ni más ni menos, que la hija del minister for Education. Conozco bien a ese tipo de gente y están,…PO-DRI-DOS. Lo vi en su mirada nada más conocerla. Sophia sabía per-fec-ta-men-te cómo engatusar a las otras chicas; estaba pasada de vueltas, y eso que solo era dos años mayor; pero como las dos estábamos tan unidas a Mara tuve que aguantar noches enteras estudiando con ellas, yendo al cine las tres juntas, bla, bla bla y poco a poco Mara o Little Kous (“primita”), buajjj, odiaba cuando Sophia le llamaba así,… Little kous, Little kous, LI-TTLE KOUS, ¡joder!, qué cursi era esa tía cuando se lo proponía…. Bueno, pues li-ttle kous se fue transformando en alguien que yo no conocía. Estaba obnubilada con su puta prima. Se reía de cualquier cosa que Sophia dijera. Yo sentía cómo se iba distanciando de mí aunque se forzara por hacerme ver que todo era igual que el primer año pero ¡qué va!, ya no pasaba tanto tiempo conmigo. ¿Sabes lo que quiero decir no?

—Creo que sí —contesté con curiosidad.

—Joder,…Mara y yo teníamos una relación tan especial,… Aunque,… tenía algo que me desconcertaba,… Por ejemplo: a veces cuando estábamos juntas disfrutando a lo bestia de algo, se callaba sin más, te miraba duramente como si te dijera,…I mean, mm,…, como si te dijera,… es que era como si te negara su amistad,…, como si quisiera expulsarte de su vida de un zarpazo. ¡Joder! Te quedabas tan cortada,…y claro, con Sophia,…

—Perdona que te diga esto Heidi pero, tal vez sentías celos de Sophia —. Me atreví a cortarle.

— ¡Ja!… eso es lo que piensas, ¿verdad? Demasiado obvio, claaaaaaaaaaaro.

—Y ¿qué pensarías si te digo que Mara siempre estuvo radicalmente en contra de las drogas? Coño, si no se fumaba ni un puto cigarro. ¡Joder! ¡Su único hermano murió de sobredosis con solo veintidós tacos! Adivina…sí,…heroína.

—Y… ¿cómo iba a saberlo?

—Pues entonces no hagas jodidos juicios, tío. Primero escucha y luego sacas tus conclusiones. ¿Vale? —dijo levantándose.

—Vale, lo siento —. No pude decir otra cosa. (Vaya palo Mara, lo siento mucho).

— ¿Sigo o me largo? —me preguntó enfadada.

—Venga, tranquila, sigue contándome —le contesté.

—Ok. Dame otro piti.

—Pues,… a los pocos meses, una noche Mara me dijo que tenía algo preparado en la habitación con su PRI-MI-TA y que, por supuesto,  contaban conmigo. Cuando entré  lo flipé. La vi fumando  hierba, estaba colocada y no paraba de reír. Le pregunté que desde cuando hacía eso y la zorra de Sophia se adelantó contestando algo así como que no fuera niñata, que tenían tequila y que si no me gustaba, simplemente, me largara. Yo miré a Mara muy seria pero ella solo supo poner cara de bobalicona.

— ¿Qué coño haces ahí en la puerta? ¡O entras o te vas! —. Me ordenó Sophia con una mirada que, uff, podía atravesar estos muros…

— ¿Sabes? Esa tía nunca me mandó a la mierda cuando nos conocimos porque era jodidamente lista, sabía lo unidas que estábamos Mara y yo y no podía ser tan evidente…

—Y entonces, ¿qué hiciste? —le pregunte.

—Pues, joder, entrar. Al final terminé yo también fumando y bebiendo tequila con ellas en la terraza de la habitación. El pedo que nos cogimos fue jodidamente bestial. No sé muy bien lo que pasó pero de lo que estoy segura es que en algún momento de la noche vi cómo se daban un morreo con  la escusa de pasarse humo del porro. Tuve la sensación de que no era la primera vez que lo hacían. Cuando se estaban besando, Sophia me pasó la mano por las tetas sin que Mara se diera cuenta. Al principio no supe reaccionar y me quedé quieta. Luego, siguió metiéndome la mano por debajo de la falda. Mientras me tocaba, me miraba con una sonrisa desafiante como diciendo: ¡Este es MI jodido juego y te vas a estar quie-te-ci-ta!

Menos mal que empezó a sonar sorry I’m a lady. ¿Sabes cuál es? —me preguntó.

— ¿Baccara?

—Of course! Rió. A Mara le volvía loca esa canción y se levantó para bailar. Entonces, Sophia se apartó y me dejó en paz. Al poco rato me largué.

— ¿Eso es todo? —le pregunté.

— ¡Ja!, ¿qué coño dices? ¡Eso fue el principio de TO-DO! A veces separaba las sílabas para dar más fuerza a lo que quería decir.

— ¡Ah! Está bien —expresé.

—Veo que lo estás pasando MUY bien. Me vas a tener que hacer un video de esos  que haces tan  raros…Bueno, no me malinterpretes, they are so fucking pure! Y,…, no es por nada, pero creo que te estás aprovechando “un peu” del colocón que llevo. ¿Tú  no bebes o qué?

—Tengo aquí el gin-tonic y no te preocupes más —le dije sonriéndole —. Si es lo que quieres, lo haré. Te haré un vídeo.

—Noooooooo. WHAT? Is that true? ¡Claudio de la Torre me va a hacer un vídeo! —expresó con un saludo de bailarina bajando la cabeza y cruzando las piernas coquetamente.

—Venga Heidi, continua…

—Ah, sí, sí, sí,… Pues nada, primero fue la marihuana, luego las pastis y las fiestas, una tras otra. Lo peor es que a mí me arrastró también. Yo no era tan inteligente como Mara y me estaba pasando factura tanta juerga y…  aquí viene lo bueno. Esto te va a flipar tío.

Una tarde, Sophia nos propuso hacer un encuentro de “tupper sex”. A Mara, ¡cómo no!, le pareció suuuper cool. La inmoral de ella propuso el office del chancellor. Sólo ella sabía cómo acceder y no seríamos tres. El primer día aparecieron otras amigas que conocíamos; no mucho pero alguna vez montábamos a caballo juntas. En aquella época era lo más y todo el mundo tenía curiosidad.

— ¿Sabes lo que hacíamos allí? —No esperaba respuesta por mi parte porque siguió sin detenerse—. El primer día trajo revistas porno y algunos juguetes. Los colocó ordenadamente en la alfombra central, que debía tener un valor incalculable, y nos enseñó las distintas posturas que debíamos aprender para poder excitar a los “babosos” de los tíos.

— ¿Babosos? —pregunté.

—Sí. BA- BO- SOS, ¡joder!, ¿acaso estás sordo? —dijoalgo irritada.

—Calm down Heidi! Sólo es  una pregunta.

— ¿Sabes? En el fondo siempre he creído que Sophia odiaba a los tíos. ¡Bah! en realidad, yo que sé…La verdad es que ese día fue super! Nos reímos muchísimo con esos trastos. Ojalá todo se hubiera quedado en eso pero no. ¡Qué va! Al poco tiempo todo cambió. Sophia puso reglas. Uff, tío, a mi no me gustaba nada aquello.

Se quedó callada recolocándose la falda dando un sorbo a la botella sin darse cuenta de que ya estaba vacía.

—Pero,… ¿qué tipo de juegos sexuales hacíais exactamente?, ¿cuántas erais? ¿Por qué no te gustaba? —pregunté abiertamente sin poder disimular mi curiosidad. (Mara, tienes que entender que quisiera saber más).

—Joder, ¡cuántas preguntas! —Expresó balanceándose con cierta provocación —.Te estás poniendo cachondo, ¿verdad? —espetó mientras hacia una “O” perfecta con el humo del cigarrillo.

Joder, Mara, te confieso que sí. Tenía un buen calentón.

— ¿Eso crees? —Le pregunté — ¿Por qué no me cuentas más detalles?

—Primero júrame que me harás ese video,… y,.. ya puestos mejor,… ligera de ropa —dijo pensando un poco antes de contestar  como queriendo imaginarse el escenario perfecto.

—Prometido —le contesté.

—Pues,… una vez, no sé si fue al tercer o cuarto encuentro, nos pidió que viniéramos con falda. Cuando te tocaba, tenías que ponerte de pie sobre la mesa principal, luego te quitabas las bragas y abrías las piernas. Entonces, las otras tías pasaban la mano por tu coño y tenían que explicarle a Sophia  lo que sentían. Alguna vez, ella misma te metía un dedo y te decía a qué olías, luego te lo ponía en los labios y tú misma tenías que explicarle qué sabor tenías. Diossss…Esto no te lo vas a creer pero a veces nos pedía cambiáramos la alimentación porque decía que ese sabor tan extraño no le haría repetir a un tío. Increíble ¿no? Más tarde nos obligó a vestir de tal o cual modo; incluso una vez nos hizo interpretar un papel como si se tratara de una peli porno, a veces eras un tío y a veces una puta. ¡Joder! ser puta era lo peor, Do you Know what I mean? Te hacían todo tipo de cosas,… es que se lo tomaba tan en serio la zorra…

De vez en cuando me miraba pero no paraba de hablar enlazando unas frases y otras con ímpetu. Realmente me estaba empezando a desconcertar lo que contaba.

—Al cabo de un tiempo, ¡imagínate en qué se convirtió esa mierda! Yo lo detestaba y más en aquel lugar pero entre el ácido y que Mara parecía tan entregada, yo no me atrevía a decir ni mú. Claro, ella era su aliada y a veces entre las dos nos daban órdenes. De verdad, Mara no era Mara en esas sesiones. Es más, parecía disfrutar mucho con  aquello, fundamentalmente cuando le tocaba abusar de mí.

—Un momento Heidi, ¿cómo que Mara abusaba de ti? —le corté algo escandalizado.

— ¿Qué? ¿Acaso no me crees? Ya veo… ¿Cómo no? ¿Ya te estás poniendo del lado de Ma-ri-ta? Joder, ¿cómo lo hará?… ¡Increíble!, pero, ¡si ni siquiera la conoces!… ¿Qué me importa? ¡Paso de tu comentario tío!

—Heidi, claro que,…

Pero solo pude empezar la frase.

—Mara enseguida tomó el mismo aire demandante de Sophia y juntas  crearon un ambiente vomitivo. Odié aquellas noches pero, no sé por qué ¡joder!, casi nunca  me atreví a quejarme… y si alguna vez lo hacía  ¿quién podía contradecir a la dulce Mara? Te intentaba tranquilizar con su ternura dándote confianza y al final siempre me convencía haciéndome creer que todo era un juego inofensivo.

Joder, pero no, tío, la verdad es que no lo era, esa mierda no era normal. Era un juego enfermizo y asqueroso. ¿Sabes? Sophia y Mara escondían algo. Estoy convencida.

— ¿A qué te refieres? Pregunté suavemente.

—No importa pero, es que,… ¿Es que te parece normal que ninguna de nosotras, NIN-GU-NA hablara de la mierda que allí sucedía cuando acababan los encuentros? Sophia  y Mara eran impunes. Nadie les tosía,… Una vez Mara, empujada por la zorra de Sophia, le metió un vibrador a Mary en el coño.

— ¿Cómo? —pregunté bastante alucinado. (Mara, ¿eso es cierto?).

—Si tío, lo que oyes —continuó Heidi —. Se habían enterado de que era virgen y Mara la convenció diciéndole que con esa edad, los tíos se reirían de ella si se enteraban de que no tenía ninguna experiencia. Mary era súper tímida y claro,… ¡Joder! ¡Lo recuerdo cómo si fuera ayer! La pobre Mary allí quieta, temblando… It was really dis-gus-ting! Todo acabó lleno de sangre. Mary lloraba intentando contenerse y nadie decía nada… Ninguna de nosotras las paró. ¡Nunca! ¡Hostia puta! Pero si había días que hasta salía con moratones…. Look at this! —. Se levantó la falda y me enseñó una pequeña cicatriz en el muslo.

— ¿A que no sabes de qué es esto?

—No. Contesté sin más.

—Una vez,… ¿Sabes qué? ¡Joder!, ¡fue horrible! —expresó Heidi reviviendo lo ocurrido. Era la primera vez en toda la noche que sentí en ella un poco de pudor. Parecía que hablaba para sí misma, como si yo no estuviera. Ni siquiera me miraba y tampoco buscaba mi reacción a lo que estaba contando. Solo me observó de reojo un momento mientras se bajaba la falda para esconder la cicatriz y cogió otro cigarro antes de continuar. Noté cómo al encender el mechero le temblaba la mano, como si recordar aquello le provocara angustia.

—No sigas si no quieres —le dije. Me salió sin querer porque tenía curiosidad, pero esa chica lo empezaba a pasar mal.

Ella me miró desconfiada pero con un brillo extraordinariamente puro en sus ojos y me preguntó casi en silencio —¡ah!… ¿realmente no quieres saber más?

Pero no me dio tiempo a contestar. Justo en ese momento entró un tío verdaderamente grotesco, alto, corpulento, bastante macarra, de unos cuarenta y tantos y cogiéndole del brazo le espetó — Oye. ¿Qué coño haces aquí? —Y me soltó a mí una mirada punzante.

Ella le contestó casi entre susurros y sin atreverse a mirarle a los ojos, que sólo estaba fumando un cigarro. Nada más. El descaro y la alegría de minutos antes se esfumaron.

—Y ¿qué haces con una botella en la mano, maldita borracha? ¿Y tus zapatos?

Ella balbuceaba que las tiras le hacían daño y que los había dejado en el guardarropa, que quería irse a casa ya.

—Cariño, vámonos a casa. Estoy cansada —pronunció.

—Tú lo que estás es borracha, maldita zorra. Joder. Siempre es lo mismo. Me haces pasar vergüenza. Claro que nos vamos de aquí —. Cogió la botella de su mano y la tiró al suelo con una violencia que me dejó perplejo. La puta botella se hizo añicos. Yo no sabía bien qué hacer. Nunca me había encontrado en esa situación. Aquel tío daba miedo. Podía haber intentado hacer algo pero no me inmuté.

Heidi estaba perdida pero era risueña y alegre y francamente,  me dio pena.

Se largaron. El patio quedó en calma y decidí encenderme el último cigarrillo antes de irme a casa. Me quedé con ganas de saber más de vuestros juegos tan subiditos de tono…

No imaginaba que tuvieras tanta capacidad de persuasión, Mara. Sorprendente.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 03:59

Para: Claudio 

Asunto: Heidi

Seguro que te has divertido con las fantasías de Heidi.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 04:00

Para: Mara 

Asunto: Heidi

¿No vas a decir nada más? Y ¿qué haces despierta a estas horas?

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 04:03

Para: Claudio 

Asunto: Heidi

¿Con qué derecho me escribes exponiendo con todo detalle las mentiras de Heidi? ¿Te divierte? ¿Te parece estimulante?

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 04:03

Para: Mara 

Asunto: Heidi

Te recuerdo que fuiste tú quién citó a Heidi, no yo.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:09

Para: Claudio 

Asunto: Heidi

Ok. Habrás creído todo lo que te ha contado esa niñata “inofensiva”. No me preocupa pero no voy a entrar en ese juego contigo y mucho menos con ella. Sólo te diré que me hizo mucho daño y, además, sabía el enorme interés que sentía por tu trabajo (no te lo voy a negar). Una vez viajamos juntas a Berlín para ver una expo tuya, por supuesto, corriendo ella con los gastos. Le sobraba el dinero, mejor dicho, a sus padres. Esa chica puede ser seductora e incluso puedes tener ganas de follártela. ¡Hazlo! pero ¿qué será lo siguiente?

Claudio, si te ha conocido y justo después de vuestro encuentro tiene el descaro de escribirme, esto no se quedará aquí. Algo busca.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:14

Para: Mara 

Asunto: Heidi

Mara, ¿Por qué os hicisteis tan amigas?, ¿qué tipo de relación tuvisteis exactamente? No quiero insistir pero quiero saber si simplemente jugaste con ella. Esa chica es deslenguada e indiscreta y diría incluso que algo simple pero también es vulnerable y tú eres demasiado atrevida y pareces fuerte.

Y es la primera vez que me nombras…

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:16

Para: Claudio 

Asunto: Heidi

“¿Simplemente jugaste con ella?” ¿Eso es lo que crees que hago contigo?

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:16

Para: Mara 

Asunto: Heidi

Dímelo tú.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:18

Para: Claudio 

Asunto: Heidi

No contestas a mi pregunta y, te repito,  piensa lo que quieras de mí. No tengo unos días buenos y acordarme de ella me enerva.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:19

Para: Mara 

Asunto: Heidi

Pero algo más debió de suceder para que te erices de ese modo.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:20

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

Pregúntaselo tú ya que la tienes en Londres porque seguro que en cualquier momento se presenta en tu estudio.

Déjalo ya.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 14:21

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

¿Y no te importaría que me la follara?

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 20:29

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

Fóllatela si quieres. Lo hace bien.

¿Crees que me voy a poner furiosa por ese algo que <<no tenemos>>?

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 20:35

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

Eres muy arrogante Mara pero eso también me pone “furiosamente” cachondo.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 21:00

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

¿Fría? ¿Arrogante?… Y si añadimos diez gramos de “indi-pendiente”, dos cucharadas de “seductora” y una copita de vino joven de “autosuficiente”, aquí tiene usted la receta para con-ver-tir-me en la mujer que cualquier hombre cree merecer y que siente estar obligado a hacerla suya para no lastimar su orgullo. Te preguntaré algo sin tratar de lastimar tu ego pero pidiendo tu permiso para hacerme brotar una sonrisa ¿Sabéis tratar a una mujer así o es tan solo un espejismo que os enciende el ego pero que se desvanece cuando la conseguís y, entonces, la necesidad de algo sólido, fácil y estable en el tiempo, lo hace incompatible? Y ¿si cambiamos frialdad por calidez, por dulzura y dependencia (a la emocional me refiero) y, sumamos al jarabe la preciada sumisión?

He aquí  la clave porque sin el control estáis perdidos ¿No es así Clau-dio?

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 21:03

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

Estás equivocada Mara. Siento leer lo que escribes pero no creo que sea así.

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 21:04

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

Ya…

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 21:08

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

En cualquier caso, no creo que tú seas así. ¿Lo eres?

Y solo una cosa más. ¿Tuvo algo que ver ese profesor en vuestro distanciamiento?

De: Mara

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 21:10

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

Recuerdo cuando me dijiste que lo nuestro no podría llegar a nada. Lo dejaste claro al  principio. Sigamos así. No quieras saber más porque entonces yo también tendré el derecho a preguntar.

De: Claudio

Fecha: 10 de noviembre de 2010, 21:10

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

Pregúntame lo que quieras pero contesta a mi pregunta. No es para tanto.

De: Mara

Fecha: 11 de noviembre de 2010, 01:23

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

De acuerdo. Aunque te estés divorciando entiendo que ahora tienes pareja.

De: Claudio

Fecha: 11 de noviembre de 2010, 01:36

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

…, no.

¿Algo más? Te toca.

De: Mara

Fecha: 11 de noviembre de 2010, 01:59

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

Si tuvo que ver un profesor en nuestra ruptura pero prefiero no contarte más porque entonces tendría que hablar mal de Heidi y no lo hago con nadie. Lo que pasó ya es pasado y además, ahora todo suena demasiado infantiloide. ¿No crees?

Te advierto sobre ella por última vez. Tiene un fuerte trastorno de personalidad pero el daño que me hizo fue imperdonable. Sólo te diré que por lo que hizo, al proffesor le abrieron un expediente y yo tuve que dejar Brighton antes de que acabara el curso. Y lo único que me salvó de la humillación pública perpetua fue una beca que, meses antes, conseguí para estudiar en Roma. Desde entonces no la he vuelto a ver. A veces, aún  me revuelvo recordando lo sucedido y, Claudio, aquí se acaba esta historia.

Espero que estés satisfecho.

De: Claudio

Fecha: 11 de noviembre de 2010, 02:00

Para: Mara 

Asunto: déjalo ya

Pero,…  ¿qué pasó entre el profesor y tú?

De: Mara

Fecha: 11 de noviembre de 2010, 02:02

Para: Claudio 

Asunto: déjalo ya

…Las tragedias de los otros son siempre de una banalidad exasperante… ¿Conoces esta frase de Wilde? Mi hermano la repetía siempre. 

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