Hace muchos años atrás mis hermanos y yo decidimos emprender un viaje, uno muy cortó hacia la hacienda de mi abuelo, yo tenía 10 años mi hermano Daniel 8 y mi hermano Davis solo 6, estábamos acompañados de nuestro perro Scooby.
Era un día como cualquier otro, salimos de la casa de Huancayo rumbo al paradero de los carros que nos transportarían al último pueblo que se llamaba Salcahuasi, de ese lugar a la casa de la haciendo estaba como a dos horas de camino a pie, preguntamos a un chófer si nos podía llevar y de inmediato no respondió – Si… alegres nosotros sin pensar más que en llegar a la casa subimos al carro abrazados a nuestro perro, luego, de casi tres horas de viaje llegamos a un pueblo denominado Loma, en ese lugar el chófer – dijo, ya bajen, pues no llego a Salcahuasi,- me voy a Surcubamba, entonces nosotros decidimos continuar con el viaje a pie, eran como las 12 del día, pensé es aun es temprano podremos llegar a casa para almorzar, empezamos a caminar por un camino sinuoso loma arriba, el lugar tenía ese nombre porque era una lomada, estaba casi a dos horas a pie de Salcahuasi, bueno solo estábamos los tres y nuestro perro, caminábamos dándonos ánimos entre nosotros y turnándonos para cargar a nuestro pequeño cachorro, era el perro más lindo del mundo, tenía el pelo de color negro sin raza alguna, pero lindo como todos los cachorros, a una hora de caminata nos encontramos con una mujer que nos preguntó a dónde íbamos, notros respondimos a Quiskapata a la hacienda de nuestro abuelo, ella un poco preocupada nos dijo apúrense ya es tarde estos caminos en las noches no son muy seguras, también nos advirtió que si nos encontramos con un hombre que cargaba a un niño en brazos no nos detengamos a conversar porque decían en las tardes casi de noche había un fantasma que cargaba a los niños y se los llevaba, bueno un poco asustados emprendimos la marcha y continuamos con nuestra caminata.
A lo lejos se divisaba un río, aquel río indicaba que ya estábamos muy cerca de Salcahuasi, al cruzar el río lo primero que se ve es el agua cristalina rodeada de piedras de mil formas de un pasto verde difuminado por el cielo azul, al terminar de cruzar nos distrajimos tratando de atrapar lindas mariposas que nos rodeaban como dándonos la bienvenida, jugueteamos con ellas. Enseguida continuamos con el viaje por caminos rodeados de árboles grandes que te hacen sentir pequeño , ya se divisan las primeras casas de la Salcahuasi, es una casa de adobe donde solo se asoma a la vista una ventana de madera muy vieja y el tejado lleno de plantas como si fuera parte de la siembra de maíz, continuamos caminando y mi hermano el más pequeño se quedó observando la plaza principal recordando que nuestra mama profesora del único colegio del pueblo tenía un cuarto muy cerca de aquella plaza mi hermano dijo, –estará mama en su cuarto, – no creo, le respondí, ya debe estar en la hacienda, continuamos y llegamos a una feria aquella que solo estaba activa los fines de semana como ese día , estaba lleno de gente todos nos saludaban habían personas que nosotros ni conocíamos , pero al ver que nos saludaban respondíamos de la misma forma, al centro de la feria había un señor que tenía una tienda bien surtida recuerdo que mi papa nos llevaba a ese lugar para vender el maíz de las cosechas y aquel señor vendía una gaseosa muy colorida pero rica, nos detuvimos un instante para comprar aquella gaseosa la compartimos entre los tres y de ese modo descansamos de la caminata, recobrando fuerzas para continuar, al darnos cuenta el sol ya está muy alto quería decir que el tiempo aún seguía pasando, cargamos a Scooby y empezamos a caminar, después de media hora divisamos la casa de una señora que se llamaba Emilia le decían mama Emilia, bueno recuerdo que cada vez que pasábamos por ese lugar aquella señora nos invitaba queso un queso salado que siempre tenía pelos de la vaca, pero rico, en el lugar la llamamos con una voz fuerte ella salió con una canasta de quesos, cogimos dos le agradecimos y continuamos con la caminata, el más pequeño de la caravana, Davis, tenía mucha sed al llegar al camino angosto recordamos que había un puquial donde podíamos sacar agua, fue así bajamos a la fuente por agua, ya estábamos muy cerca y lo sabíamos por que camino a la casa había un cementerio que nos aterrorizaba por lo que corrimos para cruzarlo, al pasar el cementerio en el posaban los restos de nuestros bisabuelos, había un cerro de tierra arcillosa y un horno para cocinar las tejas tradicionales. Era como un mirador de donde se podía ver la casa, continuamos bajando y empezamos a llamar con la voz muy alta ¡PAPA DANIEEEEL! ¡PAPA DANIEEEEL!.
En eso mi abuelo que estaba en el patio de la casa sentado en una silla, torciendo cabuya ( pitas de meguey) y luciendo su sombrero preferido uno negro de ala ancha, alzó la mirada y con la mano nos hizo un gesto, para bajar, al ver la señal bajamos corriendo tratando de no rodar , cortamos camino por las chacras y de un salto llegamos a la casa, al primero que vimos fue a nuestro abuelo, Papa Daniel, él nos abrazó y nos besó de repente de la cocina llena de hollín con un mandil percudido por el humo salió, mamá Zoila, nuestra abuela detrás de ella mis papas, todos nos regañaron por viajar solos, pero finalmente estábamos en la hacienda Quiskapata y lo mejor de todo estábamos juntos.
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