Acto I
Escena 1
Una habitación, luz del mediodía apaciguada por unas cortinas floreadas. Es un meublé de la Barcelona de los ’60, una mañana fría de Noviembre. En escena una mujer de unos 30 años, morena, pelo recogido, haciendo un remiendo a unas medias, se despereza, arregla cosas por la habitación y mira por la ventana.
Pican a la puerta en el mismo momento en que la abren, una mujer enjuta, muy arreglada, entra en la habitación, entona en una voz algo carajillera:
— Loli, carinyo, tens a un. Y este te va a gustar, va con sorpresa. —Dice con voz socarrona.
— ¿Pero bien o mal? Ay, no me asustes ya de buena mañana. No se que les pasa que ya bien prontito que quieren marcha, con el sueño que tengo yo.
— Nena, tiene una mandíbula como de actor, una percha, aunque no es mi tipo. ¿Pero sabes qué es lo bueno?
— ¿Quieres decirme ya qué pasa?
— ¿Te acuerdas las cosas que os enseñé a chapurrear cuando vinisteis aquí por primera vez?. Lo pesada que me decíais que me ponía. Que teníais que aprender a decir cuatro cosas en inglés, os decía yo siempre. Aun me acuerdo de los buques cargados de marineros vestidos de comunión, qué hombres, esos traseros como de mármol, madre. Pues aunque hace tiempo que ya no vienen tantos ha venido un americano, parece que es fotógrafo porque va con una cámara, me la ha enseñado. A este le cobras 50 pesetas, y haz el favor de arreglarte un poquito, anda. — Va diciendo nerviosamente mientras arregla las sábanas.
— Ay Vicentina ¿Enserio? ¿Americano? ¡Qué pereza! ¿Y qué le digo? ¿Y esos qué gritan en el catre? — Se ríen las dos.
— Pues ahora lo sabrás. Va, que lo entretengo.
La madame sale de la habitación a gritos de “¡Hello! ¡Hello! ¿Quieres un café cariño? ¡¿COFFEE?!”
Aunque malhumorada al principio ahora se le empieza a despertar la curiosidad, se pone un poco de carmín que vuelve a quitar prácticamente atrapando un pañuelo con los labios, se perfuma y en el momento en que iba a colocar un cojín entra la madame detrás del hombre, un poco sorprendido por los empujoncitos nerviosos que lo meten en la habitación a trompicones.
— Ale, te dejo con la Loli, verás que bien. GOOD! — Dice mientras hace la ‘O’ con el índice y el pulgar, que se transforma en un movimiento para fregar los mismos dedos y un guiño dirigido a lola.
Se quedan los dos parados un momento, en silencio.
— Pues vaya, no eres el típico americano rubio con ojos azules. Pero bueno, mejor que muchos que desfilan por aquí.
Se acerca a él para quitarle el abrigo y colgarlo mientras de pronto cambia el tono y las formas.
—Hello. Dice melosa
—Hi.
Subiendo un poco el tono. “Deme su abrigo, se lo cuelgo.” Y en voz algo más baja. “Pues no se pa que leches le hablo de usted si encima no se entera”.
Vuelve a subir el tono. “Ponte cómodo. Siéntate en la cama. ¿Es la primera vez que vienes a Barcelona? ¿Te gusta Barcelona?”
Él se la queda mirando y se acerca a la cama.
— Pues vaya que hablador el joío.
— Perdona, llegué ayer y no he podido dormir, llevaba unas horas caminando y me estaba muriendo de frío, estoy algo cansado. Dice con acento inglés.
— Anda coño, la Vicenta me podría haber dicho que hablas español.
— No me ha preguntado, y casi no me ha dejado hablar. — Se ríen un momento y se vuelven a quedar en silencio.
— Bueno pues que sepas que te puedes quedar todo lo que quieras y que no lo hago por detrás. Lo siento, es que no me gusta.
Él asiente mientras ella se pone delante de él, que está sentado en la cama. Ella sigue con las preguntas para romper el hielo.
— ¿Y de qué parte de Estados Unidos eres? Él se queda algo embobado y tarda en responder.
— New York. Nueva York.
— Oh, qué bonito. Empieza a canturrear mientras le va quitando la camisa. “Start spreading the news, I’m leaving today, tatarará. New York, New York.”
— Le sonríe y con la camisa medio quitada apoya las manos hacia atrás, en la cama, mientras ella va cantando.
— ¿Bueno qué, te voy a tener que dar instrucciones?
En ese momento ella se gira hacia la cómoda que tiene en la esquina opuesta a la cama y se levanta el batín para enseñar el trasero, pícara. Él se levanta la gira por la axila, la coge por el hombro y, encorvando la espalda, la acompaña hacia la cama, y al vuelo y con delicadeza, muy serio, la tumba y se pone encima de ella, cara a cara.
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