A MI ABUELA

Mi abuela se casó joven, en una época en la que la

mayoría de las mujeres se casaban vestidas de negro. Las

mujeres de los años cuarenta pasaban gran parte de su vida

ataviadas con esos ropajes oscuros por respeto a la muerte

de cualquier familiar cercano o no, la única diferencia

eran los años que debían llevar ese luto.

Mi abuela rompió los esquemas, no quiso que ese gran

día se viese oscurecido por un luto más por hipocresía que

por sentimientos. Sus padres pusieron el grito en el cielo,

incluso la amenazaron con no ir a la ceremonia ni al ágape

posterior. Sus hermanas sorprendidas admiraban su valor, su

rebeldía y su tenacidad ante su firme decisión.

Siempre fue una mujer fuerte. Mi abuela ha sobrevivido

a la muerte de dos de los seis hijos que tuvo. El primero

no supero una meningitis, o al menos, eso fue lo que

certificó el médico. Menos de dos años y menos de una hora

para fallecer en sus brazos. Fue un duro golpe para ella,

era su hijo mayor. La segunda de apenas unos meses fue su

refugio a partir de esos momentos. Cuatro hijos más

vinieron a formar parte de esa familia, aunque el hueco de

Manuel no lo tapó ninguno, ni aún Jesús, uno de sus

mellizos que a los seis meses le diagnosticaron una lesión

cerebral como consecuencia de un terrible parto.

Jesús fue el segundo en nacer ante la sorpresa de mi

madre, ignorante de que su barriga albergaban dos niños en

vez de uno. A él dedicó cuarenta y ocho años de su vida

hasta que una noche, en silencio se apagó para siempre. A

partir de ese día mi abuela no fue la misma.

A menudo nos contaba lo duro que había sido encontrar

un hueco en la sociedad para que su hijo tuviera unos

mínimos derechos. Hasta la ostia consagrada le negaba el

cura del barrio, según él no podía dar el “Cuerpo de

Cristo” a quien no supiera qué era lo que iban a recibir en

ese momento.

Al igual que ocurriera con el traje de novia mi madre

se empeño en que mi tío no fuese discriminado por su lesión

cerebral, que además no presentaba sintomatología alguna

salvo en algunas palabras que se le resistían, en sus

andares un poco más torpes que lo considerado normal o

cuando le daba alguno de sus ataques producto de su lesión

y que le dejaba inconsciente durante mucho tiempo.

Pese a la negativa del cura, a quien mi abuela agarró

por la solapa de la sotana, mis tíos hicieron la comunión

vestidos de marinero con mucha satisfacción por parte de mi

abuela.

Estos relatos contados a sus tres nietos han sido el

refugio y el consuelo de mi abuela, y para nosotros el

ejemplo y el mejor referente para mis historias.

FIN

Macarena

Mis abuelos

Mi tío Jesús

Mi hermano Carlos

Mi hermano César

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