Y ahí estaba él, sentadito viendo el show, su carita triste contrastaba con la alegría de sus compañeros , se notaba raro, ni mi andar torpe con esos enormes zapatos, ni mi saco de su color favorito, ni la nariz roja que lastimaba a la mía pudo robarle una sonrisa, Yo no comprendía que le pasaba, por ratos yo me odiaba al sentir impotencia por no poder robarle una sonrisa y cuando nuestras miradas se cruzaron, se me hizo un nudo en la garganta, al punto de querer romper en llanto, me lastimaba su mirada, era como si sus cinco años se hubiesen cuadriplicado, como si en ese momento hubiese dejado de ser un niño para convertirse en adulto. Pero había que hacer un esfuerzo, pues el show tenía que continuar.
Tres días antes la maestra del preescolar nos reunió a los padres del grupo de mi hijo menor ,quería voluntarios para dar una sorpresa a sus alumnos “el día del niño”, nunca dude, fui la primera en levantar la mano entre todas esas mamitas tan jóvenes al lado mío, se sumaron tres madres mas ,era para mi una maravillosa oportunidad y dar a Mario, mi pequeño el mejor regalo del “día del niño” que hubiese tenido jamás.
Ensayamos un show de payasos y la ropa que me prestaron tuve el cuidado de esconder.
Ese día 30 de Abril, lleve a Mario a la escuela y regrese a casa a disfrazarme, al entrar a la escuela nuevamente, pero ahora vestida de payaso, los niños corrieron a encontrarme gritando felices, busque a mi hijo entre todos ellos, quería ver su cara de felicidad, deseaba que no me reconociera para después darle la sorpresa y que presumiera que su mamá era un payaso, me intrigaba saber, ¿cual iba a ser su actitud al verme?.Fue el único que no corrió, se quedo sentado en su lugar, me reconoció enseguida, todo el tiempo que duro el festival su actitud fue la misma.
Cuando rompieron las piñatas él se animo un poco, pues le gustaba mucho quebrarlas.
Ya de regreso a casa subimos al coche, Mario se acomodo en la parte trasera para disfrutar de los dulces que habían obtenido, me subí y senté junto a él y bese su sonrosada mejilla,.
Pero yo no me sentía tranquila, necesitaba saber la razón de su desagrado, tal vez había sentido vergüenza de su madre o fueron simples celos por tener que compartirla con otros niños, con dulzura pregunte, ¿Te gusto la sorpresa que te di?, él voltio hacia mi, me observo de arriba a bajo, ¡Al fin!, una gran sonrisa se dibujo en su rostro, ¡Te ves bien chistosa! dijo riendo a carcajadas, me abrazo y como agradeciendo mi acción del día beso mi mejilla y agrego, ¡perdóname mami!, no me gusto que los niños se rieran de ti.
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