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Siempre fue un cobarde. Hasta para morir necesitó recordarnos a todos que lo único que sentía era miedo, Nada de pena ni tristeza por dejarnos, sólo miedo. Ya acabó todo. Su enfermedad ha sido una pesadilla para nosotros, su agonía un alivio y su muerte una liberación. Le odio, me alegro de que haya muerto. Me da igual que pienses que soy un monstruo, una hija hablando así de su padre que acaba de morir. Tú ya sabías cuanto le odiaba y no quiero dejar caer ni una lágrima por él. Nunca lloré cuando abría la puerta de mi cuarto por las noches. No quiero llorar como lo hacía mamá, esos sollozos tristes mientras él venía a mi cama. Ella no hacía otra cosa. Nunca decía nada, nunca lo impidió, sólo lloraba en su habitación.

Pero tú ya sabes de que te hablo. Te fuiste sin despedirte, nunca volviste a casa y nunca me dijiste porqué. Te eché de menos cada día de mi vida. Cuando te marchaste mi vida se llenó de silencio, perdí a la única persona con la que compartía algo. No me di cuenta cuándo empezaste a callar a huir de tu familia a esquivar a tu padre a mirarme con pena. No me dijiste nada y yo lo tuve que entender todo de golpe aquella noche de verano. La noche que se cayeron al suelo todas las muñecas de mi cama, esas con las que ya nunca volví a jugar.

Sólo fue la primera de muchas otras noches y desde esa primera vez soñaba con la última, con la noche de hoy. Todo ha acabado pero como te he dicho no quiero llorar. No lo hice cuando me dijo que tenía cáncer. Lo sabía, había deseado que se pudriera por dentro. El sí lloró, me abrazó, me besó y casi quise creerle. Tenía tanto miedo.

Muchos días, cuando ya no estabas, recordaba nuestras tardes de domingo en la playa blanca, haciendo los tres castillos en la arena, parecía un príncipe, el de los cuentos que mamá nos leía antes de dormir. No puedo dejar de mirar la foto de nosotras tres la tarde del  único picnic que hicimos en nuestra vida. Yo todavía era feliz pero mirando dentro de la foto me doy cuenta que tú ya no lo eras, que ya estabas pensando en desaparecer. Quise irme contigo dónde fuera que estuvieras pero tampoco lloré.

Hoy mamá me ha hecho besar su frente para despedirme. Vestido con el traje gris y la corbata burdeos. Pálido pero sonriente, estaba guapo otra vez, acostado dentro de esa caja.. Pensé  mientras todos hablaban de él y de lo maravilloso que era, qué nadie le conocía bien. Sólo mamá tú y yo.

 

 

FIN

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