Hace poco estuve escaneando viejos álbumes para compartirlos por internet. Mientras lo hacía, me percaté de algo… Casi cosa de magia, pero allí estaba, deambulando por el maremágnum de fotos playeras, de capitales europeas, de fiestas navideñas…, allí estaba esa chica, una y otra vez. Una total desconocida, pero su desconcertante e insistente aparición en mis álbumes la llegó a hacer muy familiar. Esa mirada fugaz, esa cara esquiva, su paso al filo de la fotografía,… Me obsesioné. Amplié las fotos, contrasté cada una en que aparecía. Tras descartar que no fuera la misma persona o fruto de la casualidad, mi primer impulso fue pensar ¿por qué me perseguía? Yo no guardo secretos de la CIA, ni estoy en el ‘ojo público’. Pregunté a mi familia, pero tampoco la conocían y también quedaron extrañados.
Me dispuse a hacer lo que cualquiera con conexión a internet, tiempo libre y un comienzo intrigante haría, busqué su rostro por redes sociales, pregunté en foros su nombre… Durante meses la búsqueda fue infructuosa, incluso pedí opinión a varios detectives, ninguno daba crédito y todos, de un modo u otro, me dijeron que era imposible.
Imposible… ¡Eureka! ¡Sólo tenía que irme de vacaciones y hacer fotos al azar!
Llené mi mochila, cogí mi cámara y fui a la estación de trenes, subí sin más al primero que salía.
Hice fotos en sitios turísticos, plazas, catedrales, monumentos,…, y cada noche las repasaba minuciosamente, en busca de mi querida desconocida. Pero nada. Seguí por días, semanas,…, el presupuesto se acababa, y la ilusión se tornaba en un sueño fallido, pues llegué a soñar con ella, despierto y dormido, le puse un nombre, aficiones, un círculo de amigos, una forma especial de ondular su pelo al caminar…
Una noche ojeando fotografías me di cuenta no de la misteriosa chica, sino de algo más trivial, que yo no salía en ninguna. Mañana haría alguna en la que saliera. Con ese ánimo desperté y tomé algunas fotos más. Empaqueté, y poco antes de coger mi tren, busqué mi cámara para una última foto, me acerqué a la primera persona que pasaba… ¡Era ella! La chica de mis sueños, digo de mis fotos… Para no asustarla, no le conté toda la historia, simplemente, después de que me hiciera la foto, la pedí si nos hacíamos una juntos, accedió. Le dije de dónde era, le pregunté a ella, la invité a tomar algo… Prolongué mi estancia unos días… Actualmente estamos casados… pero eso no es lo más sorprendente, lo más sorprendente es que en sus fotos antiguas también salgo yo.
¿Cómo se explica?… bueno, yo tampoco lo sé, el destino, que nos repetimos o que nos parecemos, bilocación, o que todos tenemos una media naranja, ángeles guardianes, o un doble o incluso un quíntuple, o un pariente lejano que apenas conocemos… He de reconocer que no lo sé, sólo sé que los sueños, si se persiguen, pueden hacerse realidad. Aunque es verdad que no siempre, sólo a veces, quedan en fotografías.
FIN
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