LOS MUÑOZ
Pasa que los Muñoz nos volvemos fantasmas. No sería nada sino fuese porque quedamos tal cual, a la vista. Paraditos como entonces y en la misma suerte.
La muerte nos ocurre en un parpadeo, de un modo cualquiera y sin motivo aparente. Pasamos a la eternidad viendo una película, un auto que pasa, una nube o esperando el semáforo. Lo que llamamos “toda la vida” no es más que ese último chispazo antes del fin.
El tío Fernando se nos fue hace una hora. Sentados en un café de Barracas cuenta que se levantó como todos los días. Que la vio ocupada, de espaldas lavando los platos. Se quedó mirando aquella tarea como por primera vez, cuando de pronto se detuvo en un pequeño detalle, algo inconfesable que le hizo cerrar los ojos comprendiendo. Fue entonces cuando supo que acababa de morir.
Permanecimos así, callados hasta volver. Él con la vista perdida en un pliegue del mantel, jugando con la cuchara. Yo mirando sin ver por la ventana. Dos fantasmas, como dos personas.
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