-Ve allí, siguelo. Tienes que ir.

Obedecí. Tenía que coger una caja de un color azul muy llamativo. No veía nada más, todo estaba muy oscuro. Me levanté y fui. Algo me retenía, no me dejaba ir. Podía oír sus gritos diciéndome que parara, que me dejaran en paz.

-Solo quieren hacerte daño, vete de ahí. No le escuches.

Volví a obedecer, quería coger la caja azul. Cuanto más me acercaba a la caja, más fuertes eran los gritos diciéndome que parara, pero yo no podía. Quería la caja azul. Me cogen, pero consigo liberarme.

-Ya casi has llegado. Hazlo.

Iba a hacerlo pero no podía seguir, algo me sostenía. Los gritos cada vez eran más intensos. Noto golpes en mi cuerpo y me zarandean fuertemente. No puedo escaparme. 

-No dejes que te cojan. Hazlo. Tienes que coger la caja. 

De repente abro los ojos. Hay luz, aunque no demasiada. Estoy en el borde de la ventana, sentada. Miro hacia atrás y veo a mi padre, me está abrazando. Empieza a llorar y veo que tiene sangre por todo el cuerpo. 

-¿Ha pasado algo, papá? ¿Qué hacemos aquí?

Y hoy, después de tanto tiempo, aún puedo ver sus lágrimas cayendo, sus piernas sin fuerza y esa sonrisa… Diciéndomelo todo sin mover sus labios.

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