La primera vez que me cortó la cabeza yo ni siquiera había abierto los ojos al mundo. Ya entonces era un reputado “rebanacocos”. Con el tiempo iría profesionalizándose, adquiriendo la pericia de un maestro fotógrafo guillotinador. Los que no le conocían erraban al tacharle de hombre adusto. No es de extrañar, siempre tuvo vocación de mando. Tomó su primera comunión uniformado de capitán y en un círculo perfecto, un mándala evocador del retorno al origen, abandonó esta vida del mismo modo, con idénticos galones. Capitán para el mundo, marido y padre de puertas para dentro. Os diré que en el universo familiar ningún nombre estaba a salvo, puesto que cada día, a cada rato, nos imponía otros nuevos más meritorios y adornados: Melania Albufereña, Dorotea levanta la pata y…aletea, la Chatita Logroñesa, Reina del Chantecler… “Fumar mata” rotulan las cajetillas de tabaco. A él solo le gustaba hacerlo en pipa, tenía predilección por la Apple, la Billiard y la Brandyglass y por supuesto la de boquilla de espuma de mar que le traje de Salou, contaminando la casa con sus OOOooos. Cuantas veces saldría al balcón saludando: ¡Buenas tardes¡ Sí, aquí está, y al asomarme intrigada se tronchaba en mi cara apuntándose un tanto. Debéis saber que arreglaba lavadoras, desmontaba radios, vídeos, diseccionaba teles y siempre le sobraban piezas. Pero sentía que el visor de una cámara deformaba la realidad, la empequeñecía, la recortaba, y él no era hombre de nostalgias sino de afectos presentes, de caras cotidianas. Un desmayo sin causa aparente en el autobús de línea circular puede ser síntoma de una bajada de azúcar, un golpe de calor o un tumor canceroso. Lo mismo te cantaba un tango de Gardel que un rock de los Blues Brothers. En ningún sitio se comía mejor que en casa. ¡Estas gambas en un bar¡ Me lo zampaba todo, por no hacerles un feo a los niños de Biafra. Amaba los coches de tal manera que los bautizó como a sus hijos. Rayo Perolo cumplió su mayoría de edad a la vez que servidora. Nada original quedaba de él aparte del chasis, restaurado con los recambios de un cementerio al por menor. En el ámbito médico se denomina infección intrahospitalaria a la infección contraída por pacientes ingresados en recintos de atención sanitaria. Le recuerdo bailando paso dobles, peleando de mentirijillas, asustando a mi madre por la espalda, poniendo a punto mi vespino, recogiéndome a la salida de la disco, clausurando otra por tráfico de drogas. Le recuerdo en mi boda, tan adusto, para el que no le conociera. Os contaré una verdad, era insufrible con las matemáticas, la única nota de importancia. Recuerdo que no me soltaba nunca de su pierna, y le recuerdo entonando suave y entre cosquillas aquel recurrente telegrama a mi tocaya la Perón: “Evita, besos y abrazos”. Si mi padre hubiese fotografiado la temida bacteria de quirófano, la hubiese decapitado sin duda, y yo no tendría que escribir sobre lo mucho que le echo de menos.
FIN
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