Transcurría apaciblemente el 9 de abril de 1948 en la ciudad de Bogotá. Desde la ventana del fotógrafo se observaba el reloj de la Catedral Primada que marcaba la 1:00 P.M., hacía sol…; allí estaba mi padre frente al fotógrafo, un hombre impecablemente vestido de negro, quien lo miró de pies a cabeza y le dijo:
-No se vaya a mover durante 10 segundos, mientras tomo la fotografía.
Entonces levantó la tela de la cámara sobre su cabeza.
-¿listo…? 1…2… (…) Bien, terminamos. ¡Si ve…, no dolió!
Mi padre sonrió, dio las gracias y salió; tenía 17 años, era su última fotografía con “los pantalones cortos”, la próxima sería a los 18 con “los pantalones largos”. En aquellos años esta fotografía con “los pantalones largos” era muy esperada porque significaba conocer “chicas” en un bar de adultos, tomar cerveza y fumar cigarrillo; era el final de la niñez. Pero lo que no sabía mi padre era que… ¡ese día!, no solamente iba a dejar “los pantalones cortos”, sino también su inocencia y junto con él, un país, Colombia.
Bajó por la escalera de madera que rechinaba a cada paso suyo, atravesó la puerta, se dirigió hacia el sur por la carrera 7° en pleno centro de la ciudad; por casualidad, se encontró frente a frente con el abogado y candidato liberal a la presidencia “Jorge Eliécer Gaitán”, quien iba dialogando con un amigo. En esa época “Gaitán” era una verdadera celebridad entre los más pobres y desposeídos del país por sus discursos contra “la injusticia social”, “la violencia” y “la corrupción política”. Según las encuestas sería el próximo presidente de Colombia y en honor a la verdad su discurso era “incendiario”; además… “movía las masas”. Mi padre lo observó brevemente; de pronto “Gaitán” giró la cabeza…, alguien lo llamaba…; se escucharon tres disparos. La gente se arremolinó alrededor del agonizante cuerpo de “Gaitán” y empezaron a gritar:
-¡Mataron a Gaitán!
El asesino corrió hacía una droguería pero la muchedumbre lo sacó de allí; sin mediar palabra lo desnudaron y lo mataron a garrotazos; los ánimos estaban caldeados. Llevaron el cuerpo del asesino arrastrándolo hasta el “Palacio Presidencial”, allí la turba para tomarse el poder “a la fuerza”, trataba de vulnerar las puertas y quebrar los cristales. Súbitamente apareció un tanque de guerra que aparentemente apoyaba la revuelta…, pero giró y empezó a disparar para dispersar la asonada. Entones la muchedumbre enardecida reaccionó incendiando edificios, saqueando almacenes y joyerías; se mataban unos con otros por quedarse con el botín mientras la ciudad ardía en llamas.
Hubo miles de muertos, en lo que históricamente se conoce como el “Bogotazo”. Mi padre regresó a casa… Para no morir de hambre, durante cuatro días las familias intercambiaban alimentos por los tejados de las casas.
Aquí, se dividió la historia de Colombia en dos, la violencia se extendió por todo el país hasta nuestros días; y claro… se acabaron “los pantalones cortos”, pero no la esperanza de “todos” los colombianos por encontrar la paz.
FIN
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus