Hace ya muchos años que te marchaste.Tantos, que solo puedo evocar tu imagen en la fotografía que ha presidido nuestras vidas desde entonces.
Es un pequeño retrato ampliado con los medios de entonces, en el que apareces triste y borroso, cosa que en aquel momento, me pareció lo mas adecuado a nuestros sentimientos. Cuando faltaste, se dieron cuenta de que no habías previsto inmortalizar tu rostro, tu siempre tras la cámara, muy propio de esa época paternalista.Y ahora que el tiempo va desvaneciendo tu imagen, registro ansiosa en los cajones del recuerdo, otras más alegres.
Hoy quiero hacerte saber, que esta, ha estado en las distintas mesillas de noche que han velado mis sueños. Desde, la  de niña, en casa de mamá, la que fue testigo de mi inocencia, así como de su perdida, de mi lento despertar, de mis primeras ilusiones o amores y también de mis erróneas decisiones.
Luego, se vino conmigo en la maleta, en el traslado o traspaso hacia mi vida de adulta, para convertirse en el convidado de piedra de una relación que dudo hubieras aceptado. En cambio estoy segura, de que si hubieras aprobado y con nota a los  frutos de esta. No me cuesta nada imaginarte orgulloso en sus partidos de fútbol, enseñándoles tus inestimables tácticas para pescar, presumiendo de tu maestría con el billar o exagerando tus batallitas de la mili y quien sabe, tal vez los hubieras convencido, para que te acompañaran como nazarenos de Nuestra Señora de la Esperanza.
Mas tarde toco hacer de nuevo las maletas y te viniste a la
 nueva casa, la de las raíces de mis hijos y donde después de cruzar la línea de fuego y atravesar el desierto, me he encontrado a mi misma, aprendiendo a andar sola y a dejar volar a mis chicos.


Sabrás lo de mama.Y la vida ha seguido irremediablemente, no se para por nadie, como decía ella al recordarte a ti. Entre sus cosas he encontrado algunos recuerdos tuyos, sus tesoros imagino. Unas  imágenes en blanco y negro, con algunos objetos de escaso valor material, pero aún impresos de ti, que ella guardaba ocultos a sus ojos, para no entristecerse al revivir el dolor de tu ausencia.
Aquí y ahora sigues en mi mesilla y a pesar de las décadas transcurridas sin ti, continuas presente en mi vida. Han sido años de lucha y esfuerzo, plagados de grandes momentos, en los que he echado de menos compartir los buenos y he llorado por tus brazos en los malos.
Ahora toca despedirse de nuevo, con el dolor seco de la larga ausencia que mella el recuerdo, aunque no sin antes decirte, que a menudo me halaga, encontrar en mis hijos rasgos de su abuelo y que uno no muere mientras su recuerdo esta  presente.

Carmen Prohens Gil

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