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 Haciendo historia

A mis cuarenta y tantos años me volví sentimental. Si se quiere cursi.

Los veo y no puedo evitar sentir una gran admiración por ellos: mi madre, incondicional, conservadora como la que más, luchadora incansable…inquebrantable,  aunque su vida no es lo que hubiese querido ni soñado. Mi suegro, quien a sus casi ochenta años y un ACV que lo dejó con minusvalía en una pierna y un brazo,  no se deja vencer… camina a diario, visita a toda su gente, amigos, familia, cada semana; tiene presente cumpleaños,  no se pierde reunión alguna…Ganas de vivir.

Ellos hicieron, con su existencia, que nos encontráramos.

Aníbal vivía en Santa Fe y por circunstancias de la vida que no tiene sentido contar en esta oportunidad, vino a mi ciudad con sus tres hijos, entre ellos  Marcelo.

Nelly entrerriana de nacimiento y corazón, a muy corta edad se fue a trabajar a Buenos Aires y conoció a mi papá, que con su especial temperamento no le dejó opción  y se la trajo a mi Córdoba querida donde luego de unos años nací yo.……………………………………………………

Mi vida se había tornado sin sentido, vacía, monótona, luego de experiencias que solo dejaron malos recuerdos. Ni hablar de querer dejar herederos a este mundo… ¿para qué…? Si la vida es un sin fin de desilusiones, de desamores, tristeza y más tristeza. ¿Engendrar? Nooo…eso es para los irresponsables que desconocen la magnitud de tal hecho.

Una noche lo vi…mirándome como creí lo hacen todos. Se acercó con un vaso en la mano…palabreó  cuánta tontería se le ocurría… (Más tarde comprobé que no lo eran…que hablaba desde el corazón).

No quise darme cuenta que tenía frente a mi lo que siempre había soñado: El gran amor, ese que sueña tus sueños y sufre tus derrotas…

Intentó conquistarme mostrándose tal cual era, transparente como una gota de lluvia, íntegro como pocos…ningún otro conozco yo.

Mi coraza duró lo que un cristal golpeando una roca…

Llevamos diecisiete años juntos.

Sufriendo las penurias de la vida.

Viviendo los avatares de la crianza de cuatro  hijos que son nuestra razón de ser. Yo, la que no quería ni esperaba nada de la vida, él, el  que deseaba cinco hijos en la suya…

Hemos decidido ir en contra de todo pronóstico y formar una gran familia, una gran historia de amor de esas que ya parecen no existir.

Disfrutando domingos en una mesa grande…con bullicios, gritos, risas, enojos, sermones, de relatos de interminables anécdotas.

Salidas al supermercado, al parque, a correr juntos, al cine, sentadas en la mesa con lápiz y papel enredados en un sin fin de números y cuentas, mientras los mates y bizcochuelos nos acompañan.

Es la vida. Común para muchos.

Especial y única para nosotros.

              

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