LA LLAMADA DE LA SANGRE

LA LLAMADA DE LA SANGRE

user_11150

23/04/2014

Detesto los cambios.

Ciudad nueva, destino laboral nuevo y todo por alejarme de ella. Este es mi único deseo ahora. Una larga historia de mentiras zanjada con un adiós lleno de rencor en el que ambos hemos vomitado todo lo que nos ha ahogado durante treinta años. Pensarlo me revuelve el estómago. Al menos no hemos tenido hijos y supongo que así será más fácil.

Lo peor de esto es tener que adaptarme a una nueva vida. Y la soledad. Nunca he tenido facilidad para relacionarme y ahora me encuentro afrontando esta etapa de madurez tardía solo y sin ganas de realizar el esfuerzo para conocer gente nueva. Al menos Regina me resolvía esa cuestión. De compañeros en la Facultad a compañeros en la vida con la ventaja de que ella sí que es enormemente sociable y se encargó de mantenerme en un grupo de amigos que ahora sé que no eran mis amigos sino los suyos.

Hay que olvidarlo todo, una nueva vida.

De camino al trabajo, mientras me dirijo al aparcamiento, no puedo evitar dirigir la mirada hacia la parada del autobús y allí esta ella. Cada mañana a la misma hora, con la cabeza inclinada hacia el libro que sostiene entre las manos y los cabellos negros tapando parcialmente su rostro. Un día me atreví a cruzar la calle y pasé delante de la marquesina donde ella estaba sentada lo que me permitió aflojar el paso sin que ella lo percibiera y recrearme durante unos segundos mirándola. Delgada, de aspecto frágil, manos cuidadas que sostienen delicadamente la siguiente página insinuada entre sus dedos, vestido de seda sintética fijado por un estrecho cinturón con el mismo estampado y zapatillas con tiras de cuero de color crema que dejan ver unos bonitos pies con un arco plantar algo exagerado. No he llegado a verle la cara completamente pero he adivinado unos labios carnosos y extrañamente oscuros sin que parezcan pintados.

Me estoy obsesionando. Recuerdo los amores platónicos de mi juventud y me veo ridículo. Pero no puedo evitar una excitación que me seca la boca cuando me acerco a ella. Procuro no mirar y, desde luego, no he vuelto a cruzar la calle para verla de cerca. Miro a hurtadillas y veo que ella me mira fijamente. Se levanta de su asiento y cruza la calle dirigiéndose directamente hacia mí. Una taquicardia feroz provoca fuego en mi rostro y la seguridad de no poder articular palabra. Paralizado de terror ahora si veo completamente su rostro a escasos metros y me siento desfallecer cuando comienza a hablar.

–  ¡Tío Paco! No me lo puedo creer. Mi madre dijo que habías venido a vivir aquí pero que no tenía tu teléfono

Siento que mi corazón se ha parado y una suave desgana se apodera de mí.

–  Mamá me dio una foto en la que estáis los dos conmigo y mi hermano en la playa y por ella te he reconocido.

Demasiadas emociones. Esto debe ser la llamada de la sangre.

Mamá,_Tio_Paco_y_mi_hermano.jpg

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