PALABRAS PROHIBIDAS

PALABRAS PROHIBIDAS

Dolores Torres

21/04/2014

Siempre fue un misterio la muerte de la tía abuela Natalia. Tenía 19 años cuando apareció muerta en la bañera, rodeada de agua tibia, teñida de un rojo intenso y palpitante: el color de la vida que se escapaba por el desagüe. Nadie podía creer que aquello hubiera ocurrido, ni siquiera hoy, que no se la nombra y menos lo sucedido, que es un tabú familiar, algo de lo que nadie parece saber y sin embargo, de lo que todos hablamos con palabras veladas dichas entre susurros y disimulos. Palabras prohibidas.

Se suicidó la noche de bodas, lo que dejó una huella indestructible en la memoria de la familia que ha trascendido, incluso, a la misma muerte, dando lugar al nacimiento del mito que a día de hoy sigue vivo entre nosotros.

Los que la conocieron decían que había sido una niña, y una adolescente, de carácter impresionable, frágil y mirada enredada. Antes de morir, desde hacía ya tiempo, Natalia sufría de ahogos y miedos imprecisos. En esos ataques solía ver una cara horrorosa que la miraba con ojos terribles. Al hilo de estos ataques, se decía, se rumoraba, que había sorprendido a su padre con su prima en la alcoba. Fue entonces cuando le dio el primer ataque de ahogo. Ahogos repentinos y dificultades para respirar, dolores de cabeza y mareos, el pecho se le contraía hasta tener la sensación de que no podía respirar. Vivía en un permanente estado de alerta y sentir que se iba a morir unido a la sempiterna sensación de que alguien la pudiera sorprender por detrás, en un descuido, no la dejaban vivir tranquila.

Pero al parecer, los recuerdos se adentraban en la negrura del pasado. En una noche en la que estando dormida, de repente se despertó al sentir el cuerpo de su padre, borracho, junto al suyo siendo ella una incipiente adolescente, en la misma época en que aconteció el inexistente encuentro de su padre con su prima en la habitación. Para no disgustar a la familia y en un heroico y fabuloso ejercicio de olvido, todo aquello quedó oculto en su memoria hasta aquella noche de bodas cuando Natalia, ya mujer, comprendio lo que realmente había estado ocurriendo en aquella habitación, tarde tras tarde, año tras año, tiempo atrás. Aquella cara con ojos terribles que Natalia veía, no era otra que la de su padre y recordó que su prima no era tal, sino ella misma.

Siempre fue un misterio la muerte de la tía abuela Natalia… Sin embargo, cada año vuelve por Navidad, por Año Nuevo, bautizos, comuniones, bodas o entierros. Reuniones familiares en las que nos seguimos preguntando por ella con palabras prohibidas, dichas entre susurros, con voz muy queda para no molestarla, sin poder evitar recordar las palabras de Fausto: ¿Por que el gusto estropearos con lo horrible prodigioso?

FIN

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