Actitud familiar frente a la PROSOPAGNOSIA

Actitud familiar frente a la PROSOPAGNOSIA

‹‹LOS CIEGOS INCOMPRENDIDOS››<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

 

     La prosopagnosia es un defecto que a penas hoy es reconocido como tal, para algunos facultativos se le cualifica al nivel de la dislexia… ¡gran error! Puesto que la dislexia puede mejorarse con esfuerzo y dedicación, en cambio, aquel cuyo cerebro se niega a grabar los rostros humanos, jamás será capaz de reconocerlos independientemente del esfuerzo que se haga.

     Se ha especulado mucho en el por qué, intentando achacárselo a algún tipo de lesión cerebral, pero lo único cierto que hasta ahora se ha podido probar, es que se nace con esta falla. Al igual que en el disléxico, existen diferentes grados también en los prosopagnósicos ¿quién no ha conocido a alguien que posea una pésima memoria para reconocer a las personas? Así es como se nos califica, pero el asunto puede ser mucho más grave y es ahí en donde el afectado encuentra un vacío que lo deja desamparado.

     Cuando un niño pequeño afectado por prosopagnosia ve salir a su madre, la espera con impaciencia y al oír abrirse la puerta corre a su encuentro pero… ¡quién es la que entra! Sus cabellos son diferentes y también su vestido ‹‹¿dónde está mi mamá?›› Se pregunta aterrado y entonces… de esa extraña sale la voz de su madre. Esa angustia la vive día a día cada vez que un familiar se corta el bigote, se cambia el corte de pelo o se pone una indumentaria que no le ha visto con anterioridad y cuando ve que sale su madre, se aferra a ella llorando con la angustia de que cuando regrese ya no sea ella…

     Y un día ocurre algo terrible, mamá y papá se van a trabajar al extranjero, solo unos meses, dicen, pasado un tiempo, tus amiguitas del colegio te gastan una broma y te cuentan que han visto a tu papá en la estación, no las crees y les preguntas cómo es… te cuentan, delgado, alto y con gafas. Corres desbocada y comienzas a revisar todos los andenes y ves a un hombre con el uniforme de RENFE es alto, delgado y lleva gafas… te acercas y le preguntas ¿eres mi papá? Su mirada te da la respuesta y regresas a casa llorando.

     El hombre con el uniforme de RENFE habla con tu abuelo, ya no te dejan ir al colegio… tu abuelita te lleva con ella a todas partes siempre cogida de la mano pero en el mercado te dice que te agarres de un pico del mandil y que no te sueltes… te distraes y te sueltas un momento para volver a agarrarlo nuevamente, pasado un rato y recorrido un par de puestos una mujer te reclama ¿niña, qué haces cogida de mi delantal? ¡esa voz no es la de tu abuelita! Recuerdas a caperucita roja y el lobo feroz haciéndose pasar por la abuelita, abres la boca y comienzas a llorar como si se estuviera acabando el mundo… ‹‹¡eso siempre daba resultado!›› La gente empieza a decir, ¡una niña perdida! ¡una niña perdida! Y la voz angustiada de de tu abuelita reclamándote por haberte soltado.

     Un día feliz, te bañan, te visten bonita y te llevan a la estación… ¡mamá regresa! Todos abrazan y besan a una mujer, ella se te acerca y te dice ¿no le vas a dar un beso a mamá? Esa voz no la recuerdas… todos te dicen que es mamá pero para ti es una perfecta desconocida y no puedes quererla… tú quieres a tu mamá pero sabes que esa mamá a la que quieres jamás regresará, en su lugar, tendrás que querer a esta nueva… lloras en silencio su pérdida, dejas de comer y te enfermas, nadie entiende tu duelo ni el por qué no aceptas a esta nueva madre.

     Pronto empiezas a percibir que se te trata diferente a tus hermanos, se te regaña menos, se te consiente más y siempre hay alguien pendiente de lo que estás haciendo, si sales a jugar a la calle, les piden a las vecinas que te vigilen… ¿por qué te tienen que vigilar?

     Un día cualquiera mientras juegas en la puerta de la casa, se te acerca un hombre en bicicleta que conoce tu nombre y te invita a subir para darte una vuelta, te han advertido que no debes irte con desconocidos y así se lo haces saber, pero te aclara que es primo de tu abuelo y que lo conoces. Siempre te ha gustado que te paseen en bicicleta y vas contenta para que te de una vuelta, en eso, una vecina sale gritando y el primo de tu abuelo echa a correr con la bici sin subirte. Se forma tremendo revuelo, salen todas las vecinas, la mujer que dice que es tu mamá te arrastra dentro de casa por las coletas dando gritos histérica, viene tu abuelo y tus tíos, también unos guardias civiles con esos sombreros de charol, todos te miran como si fueras un bicho raro y tu abuela sentada contigo en su regazo, llorando te dice que no debes de irte con nadie que no estés segura de conocer, aunque ellos te digan que sí los conoces, porque son chupa-sangre  de niños y tu abuelo te aclara que no tiene ningún primo. Sin saber por qué, te vuelves a acordar de caperucita roja y el lobo feroz y ya no sabes quien es quien, tienes pesadillas y todo te da miedo.

     Con el paso de los años aprendes a reconocer a los tuyos por sus movimientos, su olor, sus voces… pero ya te has ganado el apelativo de la tonta, la ingenua, la inocente, la retrasada mental, etc. También esa sobre protección te ha pasado factura, no has podido asistir a colegios como tus hermanos, tampoco disfrutas de ningún tipo de libertad y te ves obligada a casarte con alguien cuyas características físicas sean muy particulares, para no tener dificultad en reconocerlo.

     La tragedia ocurre cuando nace tu hija… Un día estás en la playa con tu niña y demás familiares e hijos, todos juegan en la arena y tú no pierdes de vista a tu hijita rubita y tan linda con su bañadorcito rojo y… tu marido te pregunta —¿Dónde está la nena?— Y respondes sonriente, —ahí, jugando con sus primos—… —¡esa no es nuestra hija!— La sangre se te hiela en las venas y sientes como la arena se acerca más y más a tu rostro mientras un pensamiento extraño te ocupa la mente… ‹‹el lobo, el lobo feroz se la ha llevado››. Luego, te despiertas en la dura camilla de una ambulancia y tu marido pálido como una sábana pero sonriente con tu hija en brazos intenta darte ánimos y alguien vestido de blanco te aconseja en privado que acudas a un psiquiatra.

     Y al final… el diagnóstico del especialista, PROSOPAGNOSIA, te cuesta pronunciarlo y más aún entenderlo, con un hálito de esperanza preguntas cual es la cura… ¡ninguna! Se nace así.

     Ya sabes que no eres una retrasada mental, aunque eso lo has sabido siempre, pero de ahora en adelante debes ponerle a tus hijos algo que los distinga de los demás, la ropa no es suficiente pues puede ocurrir que otro niño esté vestido igual como ocurrió con tu hija en la playa, piensas en un tatuaje pero te decantas por unas pulseritas que fabricas tu misma. Aún así, ya no puedes evitar sentir la desesperante angustia cada vez que los pierdes de vista aunque sólo sea por unas horas, siempre está latente el temor de que no los reconozcas y… los que te rodean no son capaces de entenderlo, pierdes amigos porque te cruzaste en la calle con ellos y no los saludaste, también los vecinos comienzan a aislarte. Ya estás acostumbrada a ese aislamiento social y no puedes hablar de tu defecto porque tu marido puede usarlo como escusa para quitarte la custodia de tus hijos.

     La prosopagnosia te impide relacionarte aislándote en una soledad individual, no te permite trabajar y no puedes acceder a ningún tipo de ayuda social… el ser humano es un animal sociable, aislar a un individuo es lo mismo que una sentencia de muerte ya que esa soledad e incomprensión social, obligan al prosopagnósico a desear desaparecer como esos rostros que es incapaz de identificar.

C. B. Logroño

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