Aquélla me hablaba siempre de la muerte
la otra nunca dejó de prevenirme
contra la vida y sus peligros: los hombres
la lluvia, la carretera, los viajes
No tuve una conversación de verdad
con mi padre. Los demás entre sí
hablaban siempre de cifras, de tareas
En lugar de mujeres, conocí
solamente matronas en la familia
Hace años que voy y vengo realizando
la misma travesía en torno al mismo
mediodía requemado,
parando en ventas aisladas,
tomadas por fantasmas y encantamientos,
a orillas de la vida, sorteando
peligros, amenazas constantes, puertas
condenadas que para los otros eran
pura diversión, alegría, deleite
Mejor no vivas, me dice la otra
Te vas a morir, repite aquélla
Tú no vives en el mundo real,
el de cifras y números, trabajo
y deberes, plazos y obligaciones,
me reprochan, sin camiseta, los que faltaban,
empotrados en un sofá, frente a la tele,
en un salón con aire acondicionado
Y así pasaron los años, como por embargo
De lejos reflexiono y considero
esta diminutopía familiar
donde, en lugar de copos de nieve, gira
y chisporrotea, sobre el paisaje
dormido, un sol tirano
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