Parto sin haber sabido
qué se siente ser de acá,
pues nunca yo a Bogotá
disfruté como es debido.
Más de veinte repartidos
entre andar en la periferia
e ignorar a la miseria
desde mi lar al oeste,
pero un único año agreste
entre la esencial materia.

Me pregunto si fue aquel
mismo ímpetu genético
o un estímulo poético
que lo removió a el,
a mi abuelo, que al querer
escapar de culpa alguna
de una infame pilatuna,
resultó en la capital.
O al otro, al maternal,
que emigró en similar luna.

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