Hay escritores, grandes escritores de la literatura actual, que devoran capítulos de series como verdaderos libros, alguno de ellos ha llegado a comparar el desasosiego que supuso la publicación de Moby Dick con la irrupción en la TV de la serie The Wire. Dicen, que Los Sopranos, fueron el punto de reinició de las grandes series llenas de creatividad y talento. No vamos a incluir a ningún personaje de la serie en estos artículos, pero sí vamos a mencionar a sus hijos. Uno siente verdadero estupor viendo el esfuerzo de normalidad que hace esa pareja a la hora de educar a sus cachorros. Quieren que sean normales. Que sean buenos estudiantes, con moral, que respeten las reglas, incluso les ponen límites, para ello les apuntan en los mejores colegios de pago y esperan que pasen desapercibidos y que nadie haga preguntas sobre los negocios de papá. Esperan un milagro, ya saben de origen italiano, se casan, toman la comunión, se bautizan y se entierran como Dios manda, y Dios, claro, está siempre con ellos. El hijo está francamente mal dotado para heredar los negocios de la familia y la hija ve con gran claridad como su padre es capaz de trinchar algo más que el pavo de Acción de Gracias. Los Soprano quieren una vida mejor para sus hijos, pero ignoran el efecto que causa en ellos, sus extraños valores, y su más que cuestionable estilo de vida en sus descendientes. Bueno, el dinero de papá tira mucho y buscarse la vida no es fácil. No tiene pinta que ninguno de los dos herederos consiga volar por si mismo, tirarán la toalla y se adaptarán a una supervivencia dentro de la familia.
Otro cachorro, JR el hijo de Walter White en Breaking Bad, interpretado por R.J Mitte, con parálisis cerebral, portavoz de la campaña “Inclusion in the Arts” (Inclusión de artistas con discapacidades en el arte y medios de comunicación), más cosas positivas a añadir a esta serie. El hijo de Walter White, es un adolescente adorable que ama con una profundidad increíble a su padre y al resto de su familia. Es un amor limpio y auténtico, es evidente que moriría por él. El amor es mutuo. Su padre, con la complicidad de la madre, consiguen ocultarle todas las actividades delictivas que realiza. Uno de los mejores capítulos de la historia de las series americanas, sin ninguna duda, es el momento que JR descubre la verdad. Es terrible. Es terrible ver como se cae todo su mundo, el dolor que le causa ver la realidad oculta. JR sufre un infarto emocional. En un instante pasa a otra dimisión de la vida. Desea ver muerto a su padre, que la ley le aplaste. La transformación de amor a odio está guiada por la decepción y el inmenso dolor que siente. Por supuesto no le valdrá la excusa que repite Walter a la largo de la serie, “lo hago por la familia”. Pronto haremos una recopilación de las aberraciones que se hacen en la defensa de la familia. El momento más doloroso para los White es descubrir que su padre se ha cargado a su tío, el marido, policía, de la hermana de la mujer de Walter, y le ha enterrado al más puro estilo “Uno de los nuestro” en el desierto de Alburquerque. La muerte te quita a las personas que amas pero te deja el pasado, los recuerdos. JR se queda sin recuerdos, sin pasado y sin padre. Difícil punto de partida hacia el resto de su vida.
También resulta conmovedores los dos niños de The killing, versión nórdica y la adaptación américa, esos niños que se crían con la incapacidad de sus madres a dominar la maternidad. A las dos madres las domina la obsesión por llegar a descubrir quién es el malo y atraparle. Ellos se saben queridos pero rozan el abandono permanente, comen mal, sus hogares son demasiado solitarios. El gris y la humedad que rodea sus vidas es muy triste.
Pero nuestras dos estrellas son una niña y una adolescente. La niña es la hija de Paul, el asesino de The Fall. La adolescente es Morgan Saylor, Dana, la hija de Nicholas Brody en Homeland. Ambas tienen una conexión tan potente con sus padres que se adelantan a los acontecimientos, a la verdad. Presienten la situación real de sus familias. Nuestros protagonistas masculinos logran engañar a todo el mundo, a la prensa, a sus mujeres, a sus amantes, a sus hijos varones, a sus víctimas, a la policía, a los diplomáticos a los políticos pero no engañan a sus hijas. La niña en forma de pesadillas nocturnas y dibujos extraños. La adolescente en la claridad que tiene al leer pequeños gestos cotidianos, pequeños movimientos de su padre, que la llevan a ese apoteósico final de la primera temporada donde detiene, a través de una conversación telefónica, la inmolación del refugio nuclear donde se resguarda hasta el mismísimo Presidente de los Estados Unidos. Paul, el asesino de The Fall, esconde su diario y algunas pruebas en el techo de la habitación de su hija. Una perversión que evidentemente le delatará en algún capítulo de las próximas temporadas. En cuanto a la adolescente no hay nada tan excitante como salvar a tu propio padre. Aunque luego ese acontecimiento convierta tu vida en una terrible pesadilla.
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