Y llegó el momento… Tras 15 días de juegos, diversión y mucho amor, Miguel se encontraba allí, de pie, con los ojos humedecidos, viendo a Mariela partir.
No entendía su tristeza, pues con tan sólo 9 años ya había visto a muchos voluntarios marchar, pero Mariela… ella era diferente. Él sabía que ella le entendía con tan sólo una mirada… 
Ella, pensativa, no quería marcharse. No entendía por qué después de aquellos fantásticos 15 días en Ramón Castilla, en la hermosa Perú, debía volver a Barcelona, su hogar… 
Algo había cambiado en ella, y algo en su interior le decía que iba a ser para toda su vida. Y Miguel… Se enamoró del pequeño nada más verle en la primera clase que dio de arte (manualidades)… tan nerviosa estaba por su primera clase de arte, con 30 niños! Jamás se había visto al timón de una clase… Menos de 30 personitas.
Fue cuando su mirada se cruzó con la de Miguel que inexplicablemente se calmó… Y disfrutó de situación…
Habían pasado ya 15 días de aquello, pensaron ambos simultáneamente, diciéndose adiós, desde el andén.

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