PALABRAS

Vale, ya está. Esta vez no me tengo que sentar encima para cerrar la maleta. Cada vez tardo menos y soy más precisa. Claro que la visita es concreta. Voy al baño, reviso el billete, cojo el bolso…, no falta nada.

Sonríe la azafata al enseñarla el billete y me indica la vía por la que saldrá mi tren. Con cierto recelo desnudo mi equipaje sobre la cinta y el escáner hace un pequeño reconocimiento en blanco y negro de mis pertenencias. Es incapaz de adivinar las fotos que ayer guardé en la cartera, ni el color de las gafas de sol. El vigilante echa un vistazo a la pantalla para ver si corre peligro la población con los pañuelos de papel. 

Desde el andén miro el número de los vagones y repaso mentalmente el contenido de mi maleta: zapatos negros, pantalón vaquero negro, pijama, ropa interior, bolsa de aseo, camiseta, camisa, chaqueta negra, palabras…, ¿palabras?, ¡no he metido todas las palabras!, he cogido solo las que tenía encima, se me ha olvidado coger las de más abajo, las profundas ¡Dios mío, que torpe!, me faltan palabras para esta situación.

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