Un lugar vacío es un espacio lúgubre que busca extinguir las almas, que disfruta de su soledad y se transforma en el sitio perfecto para mentes homicidas. Ellos huelen el miedo, escuchan las respiraciones congestionadas por el ambiente holocaustico, sienten el sudor recorriendo las pegajosas pieles de los temerosos. Esos ojos brillantes que tintinean entre la oscuridad no son errantes y saben cómo se han ocultado las víctimas de su naturaleza hostil.

Así, sin algún signo de valentía, la perfección de un momento violento está dada. Un arrebato en el claroscuro interrumpe el aliento de un perdido. La tráquea del hombre está siendo  obstruida por los colmillos de lo sobrenatural. Carne engullida por las feroces y voluptuosas figuras aún es percibida por la vista borrosa del lloroso. No hay más que hacer, sólo contemplar y acoger a la muerte.

Afuera está el silencio evocando una extinción. Los gritos emergen del vagón que ha lucido cual tumba en la subsistencia de muchos y que hoy ha terminado con la última pieza. Ese tren sin destino se ha convertido ahora en el fin de una raza. Alaridos desde el andén son hoy el principio de la evolución del más fuerte.

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