“Para esos días, yo no veía la calle. Me desplazaba, iba de punto a punto, viendo sin ver a la gente, que parecía ser, la secuencia de algún film. Vivía en una burbuja y desde ahí, tecleaba febrilmente mi Smart Phone. El me escribía en verso, y yo le contestaba en rima. Su sentido del humor constante incentivaba mi deseo de realimentarlo con mas y mas humor, así, sin solución de continuidad; del TRAM,, (tranvía quiero decir ) del TRAM al tren y del tren al metro. Así llegaba a destino. En 40’ hacía las combinaciones, apenas mirando por donde iba, pero metida y enfrascada en nuestro mágico diálogo.
Un día decidimos conocernos. La idea me gustaba, pero también temía que aquel encuentro fuera decepcionante. Algo me decía que había un poco de juego…”
_ Me lo cuenta en la próxima sesión. La espero el jueves, le dijo la psicóloga.
Tal vez sea mejor así, pensaba. Que él no hubiera ido a la cita, significaba que aquello, no podía ser.
Desde el andén, sentada en un banco de la estación, extrañaba su otra vida, cuando sentía que no tocaba el suelo.
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