Desde el anden pudo ver como se acercaban sus pasos, inquebrantables ante la necesidad de acercarse, sin embargo el suelo parecía moverse, la calle se hacia mas larga aunque la distancia fuera tan corta; el reloj comenzó a correr y los segundos se hicieron eternos. El nunca llego, fue entonces cuando comprendió que ante la imposibilidad de luchar contra las cortas distancias, los encuentros pueden ser simplemente, infinitos.

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