—La amo —Aseguró Sergio muy serio.
— ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Qué la amas? —El hombre sentado enfrente se frotó la sien intentando concentrarse —Que la amas —musitó como si no acabase de creérselo — ¿Qué clase de amor es este?
Sergio miró el reloj que había sobre la puerta.
—Coge todos los días el metro a las siete. Siempre lleva el pelo recogido, menos los viernes que se lo suelta. Hoy es martes.
— ¿A eso se reduce todo?
—Si, me acerqué a mirarla porque ningún martes en dos años ha llevado el pelo suelto. Entonces, vi los golpes.
— ¿Por eso tiró a su marido desde el andén?
El hombre no contestó. Estaba absorto mirando como la chica lloraba desconsolada a pocos metros.
—No necesité más excusa.
El policía hizo una seña a un compañero para que se lo llevase.
— ¿Tú te crees? ¿Qué clase de amor hace esto?
Su compañera se giró sin decir nada, mirando donde la viuda lloraba dejando a la vista parte de los moratones que ocultaba.
— ¿Qué clase de amor hace eso? —inquirió sin señalar.
El policía observó sin saber que responder antes de cerrar la carpeta.
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