EN DIRECCIONES OPUESTAS

EN DIRECCIONES OPUESTAS

Sebastián Rico

29/08/2013

Las colillas yacen en el suelo. En el lugar hay seis sillas dobles las cuales son ocupadas por unas diez personas, adultos en su mayoría. Un niño, de seis años, que está con su padre, observa a dos jóvenes; en ese instante un sonido indica que el vagón se aproxima.

Ahí está Juan, de veintiún años, con su pelo largo y ojos azules, observando desde el andén a Ana, de diecinueve años, de ojos cafés y cabello ondulado, que se encuentra sentada al otro lado, esperando por el vagón.

-¡Hasta nunca! –le grita Ana, desde el andén, ante la mirada de los transeúntes.

-¡Vos y yo estábamos en direcciones opuestas! –responde Juan de manera fría, mientras bebe el último sorbo de café y bota su cigarrillo. 

El sonido de los vagones enmudece la despedida, que parecía más a gritería. En ese instante las puertas de los vagones se abren. Son las cinco de la tarde. Ellos se pierden de vista entre la multitud. Las goteras comienzan a caer; pero rápidamente se convierten en aguacero. Es cómo si la naturaleza quisiera expresar su dolor por los distintos caminos que Juan y Ana estaban tomando. 

 

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