Dirigió su telescopio hacia la esquina que le hacía de puesto de trabajo. El tráfico era escaso igual que los clientes. La veía perderse entre las sombras y reaparecer, parecía discutir con alguien que estaba fuera de su foco de vista. Iracunda la vio correr hacía la esquina siguiente, seguida por un hombre que llevaba un cuchillo en su mano derecha. Preso del pánico tiró el telescopio, fue a la cocina y se armó con un cuchillo, salió a la calle y corrió, por más de quince minutos, en la misma dirección en que Alejandra había corrido, pero no halló nada.
Confundido regresó a paso lento, ahora hacia la esquina habitual de Alejandra. Viendo la silueta desde lejos corrió: era ella, tranquila y a la espera de trabajo. Él se sentó al otro lado de la calle, después de un pequeño silencio le dijo:
-Tienes que irte de aquí, hay un hombre que quiere matarte.
-De nuevo tú…
-¡Yo te protegeré, pero debes irte!
-¡Esta es la última vez, llamaré a la policía!
Iracunda, Alejandra corrió hacia la otra esquina seguida por él, que ahora con cuchillo en mano la perseguía para salvarla de su posible asesino.
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