Suben a un coche. El alba esta próxima a dibujarse por el Este. Dos mujeres, austeramente aseadas cierran las puertas y sin cambiar el gesto se dirigen al centro. Mientras el vehículo sale renqueante de su espacio nocturno, una mano saca un cigarro por la ventanilla. A continuación unas volutas de humo, que enseguida desvanece la brisa. Una mirada, mientras cambia de marcha reprueba la acción, que en ningún momento es correspondida. Llegan a su destino, mientras la luz empieza a molestar los ojos aún cargados de la madrugada. Unas gafas de sol mitigan la explosión radiante de un nuevo día. Hoy es distinto. En el maletero hay un equipaje pesado. A duras penas consigue bajarlo del vehículo. Una caricia en la espalda consigue que se irrite más aún y que los transeúntes miren la escena. La mujer siente vergüenza y se ajusta nerviosa el gorro de lana. Una detrás de la otra, corren sin fuerza a la estación. El Alvia espera a que llegue la hora de partida. Faltan diez minutos, pero la joven, sin mirar atrás arrastra la maleta y desaparece por el pasillo.

Desde el andén, una madre levanta tímidamente una mano.

 

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