El viaje había sido mas largo de lo que él tantas veces había imaginado.Tenia el corazón encogido por la noticia pero no fue capaz de derramar una sola lágrima. Desde apenas adolescente tenia la malsana tendencia de evadirse imaginando la muerte de un ser querido, cuando sentimentalmente mas cercano, más se recreaba en los detalles; el funeral, los lamentos, los abrazos sinceros y los menos sinceros.Conforme iba desarrollándose el relato en su cabeza, enormes lágrimas caían de sus ojos, entonces, avergonzado,mientras se secaba los ojos a escondidas, llamaba a la persona querida para cerciorarse que todo había sido fruto de su imaginación y continuaba con su rutina diaria, de aquella manera terminaba siempre la extraña catarsis.Esta vez, sin embargo, era distinto, todo era real y nada era como lo había imaginado.Finalmente , el tren se detuvo , fue el único pasajero en bajarse en aquel apeadero, comenzaba amanecer una fresca mañana de otoño y fue entonces, desde el anden de la tan añorada estación de pueblo, viendo como el vetusto «Catalán» se adentraba en tierras gallegas, cuando rompió a llorar desconsoladamente.
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