Siul, contempla extasiado, la última puesta de los tres Soles, desde el andén de la estación de salto paralélico, mientras espera el transportador.

Mira la pantalla de información y ve que quedan diez minutos, aprovecha para fumar un cigarrillo.

Los andenes se llenan: a su lado se encuentra  un permutante,  que  posee  la cualidad de deformar su rostro con movimientos gomosos; en el andén de enfrente un joven levitante, baila conectado a un intercomunicador externo de última generación, Siul tiene su intercomunicador, pero debido al riesgo de su trabajo debe pasar inadvertido, y consiste en un implante coclear de sílice, en el oído interno; aunque tiene un inconveniente, emite órdenes y comunicaciones cuando menos lo esperas.

El transportador llega puntual, se introduce  bajo tierra, atraviesa el agujero de gusano y en unos segundos, Siul, se encuentra  en su universo camino del cubículo de restauración y descanso.

Al entrar,  una voz le pregunta ¿Luisito, eres tú?; casi automáticamente su intercomunicador coclear  emite un pitido de alarma y le comunica  que un virus informático peligroso, distorsionador de la realidad,  ha  penetrado en su cubículo de descanso, y que debe destruir de forma fulminante al portador, la última persona que le habló. 

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