Intentaba olvidar aquellas melancolías de barrio que lloraban sus ojos, clavadas en mi como puñales. Y yo, sin poder olvidar aquel, su olor a tiempo y marrón, y olvido.
¿Cuánto he vivido?
Soy ya un hombre, o lo fui y por eso te extraño, Marta.
Extraño ya tu cuero arrugado, tu sonrisa chillona.
Siempre gritando: NO HAY NADA QUE PERDER, IDIOTA.
Y yo, consternado por lo que no eras.
Y ahora, que no eres mas que polvo,
consternado también,
por no saber lo que fuiste.
Te extraño, Marta.
Desde este lado del anden, hasta que llegue el tren.
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