13:35 Desde el andén veo asomar la cabeza del tren que aparece sin prisa. Otra vez lleno.
Las puertas se abren y la embestida de una señora que entra empujando, me empotra contra la mochila de un chico.
Miro a la mujer llena de malos deseos. Y lanzando un suspiro resignado me dirijo al muchacho y su mochila para disculparme.
Guapo, pero guapo a rabiar. Quizá debería agradecerle a la mujer su mala educación, pero me limito a darme la vuelta con una sonrisa en los labios y a disfrutar del momento.
Me doy cuenta que él también ha cambiado de posición. Lo que se me clava en la espalda no es el morral.
Diez minutos dura el trayecto que da lugar a que mi cabeza invente mil y una historias, que mi cuerpo protagoniza encantado.
Llego a mi destino y una chica que pasa a mi lado me dice que llevo el bolso abierto. Introduzco la mano enseguida para comprobar que mi cartera sigue allí. Tras unos minutos descubro que no, no está.
Compensa. He pagado por diez minutos de placer. No quiero deber nada a nadie, aunque sea un desconocido.
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