DESDE EL ANDEN

 

Mientras esperaban el metro, desde el andén en el que cada uno estaba, se miraron. Un cierto sentimiento de tristeza, se reflejó en sus rostros. Los dos sabían que sus miradas suponían una despedida. Nada se habían dicho aquella tarde ni en los encuentros anteriores, pero los dos sabían que aquella era la última vez y que aquella era la despedida definitiva. Las inolvidables tardes de amor, pasión y sexo que habían tenido en la habitación del apartamento por horas al que acudían indefectiblemente cada semana sin faltar una sola, pasarían a ser recuerdos del pasado. 

Con rigurosa puntualidad apareció el metro simultáneamente por cada uno de los túneles de los andenes. Unos instantes antes de que los vagones llegaran en donde estaban, con los dedos índice y corazón sobre los labios, aquellos labios que fueran protagonistas silenciosos de profundos y apasionados besos de antología, se lanzaron un último beso a modo de adiós.

Al minuto exacto de permanecer los dos metros parados, el de él y el de ella, se pusieron en marcha en sentido opuesto, y allí quedaron los andenes, testigos del desenlace,  desiertos.

 

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