Solo de trompeta con sordina

Solo de trompeta con sordina

Jeremías Crom

08/08/2013

En apenas dos minutos un tren partirá alzando un muro infranqueable en la vida de un trompetista. Después de todo, piensa, la etapa que termina no es tan mala que no haya sitio para otra estupidez. 

Un segundo de vacilación lo retiene aún en el vestíbulo. Mira: ya reacciona. Ya se lanza a una loca carrera por la estación; ya llega al pasaje subterráneo; ya baja los escalones a grandes saltos…

Para evitar un choque, el pie titubea, reformula el movimiento y yerra la previsión, de modo que el cuerpo desorganizado del trompetista sale violentamente despedido hacia un llamativo grafiti que, en grandes letras amarillas, pontifica un hecho curioso:

los colores del mundo real solo parecen verdaderos videados en una pantalla.

Un dolor muy amarillo lo atraviesa mientras camina apoyado en la pared. Desde la escalera percibe, como un puñal de notas amarillas, el pitido que anuncia la salida. Una urgencia amarilla lo empuja hacia arriba.

Desde el andén contempla, escrito por el Inapelable tren menguante, su Fin de capítulo.

Es el momento de la rebelión del tobillo. El trompetista se deja caer sobre un banco para evaluar los daños. Esguince de grado tres, diagnostica.

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